La nueva iniciativa del Museo Etnográfico de Castilla y León, "Salto de página", tuvo ayer su estreno con un protagonista de renombre, el periodista y escritor Juan Cruz, quien habló no solo de su extensa bibliografía, sino también de la actualidad, que tanto le preocupa -con el referéndum catalán a la cabeza- como buen comunicador.

-¿Qué opina del proyecto "Salto de página", que rompe la barrera entre el autor y el lector?

-Yo mismo me he pasado la vida saltando de página, porque un periodista no es otra cosa que alguien que lee desde un periódico hasta un libro. De hecho, todo en la vida es un salto de página, hasta yo mismo. De niño, en mi barrio, no había nadie que leyera y cuando empecé también escribía las cartas a las mujeres cuyos maridos se habían ido a Venezuela. Era el único que leía porque tengo una enfermedad crónica, el asma, que me impedía salir de casa. Escuchaba la radio, que me llevó a las revistas del capitán trueno.

-¿La literatura sigue teniendo su espacio en la sociedad actual?

-Indudablemente. Hay muchas cosas que conspiran contra la lectura, pero las mismas también terminan llevando a ella. Por ejemplo con mi nieto de seis años. Nos obsesionaba el hecho de que siempre estaba buscando el móvil y nos hemos dado cuenta luego que el móvil le ha llevado a leer libros. Ahora es tal su pasión que está siempre leyendo, como hacía su madre y como hacía yo.

-¿Puede ser cosa de los genes?

-No, creo que está más bien en lo que ves alrededor. Yo escuchaba la radio y mi hermano y mi padre me traían revistas, porque veían mi interés. Ahora yo todo los domingos le compro a mi nieto una revista. Uno ve en los que viene parte de lo que hemos sido.

-¿Cuántos años lleva en activo?

-Considero que desde los 8 años. En 1956 descubrí el periódico y cuatro años más tarde me di cuenta de que se podía escribir en él, así que envié mi primer texto. Hubo un momento de melancolía en la adolescencia, donde escribía textos más o menos poéticos en el mismo periódico deportivo donde me inicié en la profesión y a partir de entonces siempre he sentido una ambivalencia entre periodismo y literatura. El periodista es el que escribe lo que está fuera y el narrador escribe lo que está dentro.

-¿En cuál de los dos papeles se siente más cómodo?

-Creo que como mejor me siento es leyendo, pero luego hay como una inspiración que te lleva a la escritura. Me he pasado la vida transitando de los libros que leo a los libros que escribo. Por ejemplo, "Sobre la nada", del poeta norteamericano Mark Strand, fue el que en cierto modo me mandó a Italia a hacer mi último libro, "Un golpe de vida". Hay un momento en el que los libros te hablan, como las personas. Me ha pasado con "El extranjero" de Camus, "El gran Gastby" o con Cortázar. Luego quedan en ti, no impresos tal como son, sino como se procesan por dentro.

-¿"Un golpe de vida" es una carta de amor al periodismo?

-Es una carta de amor, pero a la vida con los otros. Y eso incluye el periodismo. Para mí el periodismo es como una persona, alguien que me acompaña toda la vida, que a veces me ha sido esquivo o infiel, aunque muchas veces no ha sido por culpa del propio periodismo, sino del uso que uno hace de él. No es solo un instrumento de comunicación con la sociedad, es también un instrumento que mide tu grado de percepción de lo que sucede para discernir, como si fuera una máquina de la verdad, qué afecta de las cosa que ocurren, para contarlas de una manera u otra. Nunca hay que contarlas haciendo mal uso de los elementos del periodismo, pero sí es cierto que uno tiene que tener la intuición clara de a qué afecta lo que ocurre.

-Uno de los últimos temas de los que más está escribiendo es sobre el desafío catalanista.

-Escribo mucho al respecto porque advierto que eso como mejor podría contarse es haciendo periodismo, indagando en las razones de unos y otros y no dejándose llevar por la pasión demagógica pero sí por la intuición sentimental de lo que eso significa para nuestro país ahora mismo.

-Personalmente, ¿cómo lo está viviendo?

-Con mucha incertidumbre, tristeza y la sensación de que a partir de medias verdades nos están diciendo muchas mentiras muy peligrosas

-¿Por ambos lados?

-Yo me centraría en el lado más beligerante. Por ejemplo, no es verdad que Europa se abra a Cataluña en cuanto salga, ni que el derecho internacional avale el referéndum catalán. No es verdad que España le robe a Cataluña. Puede haber problemas de Hacienda, que se pueden resolver, pero que afectan también a canarios, andaluces o zamoranos. No es verdad que el referéndum tenga garantías. Sí hay cosas del PP que son ciertas, como que hizo una acción realmente ingrata para que la gente dejara de consumir productos catalanes, pero también es verdad que han violado la Constitución española y creo que eso debe ser deplorado por quienes consideran que la vida parlamentaria no se puede someter a esa instrumentalización. Por esa razón me parece que la ambigüedad de la izquierda que representa Podemos, como la de Colau, es una manera de burlarse de aquellos catalanes que no quisieran separarse de España de esta manera. A lo mejor quieren votar en un referéndum, pero tiene que ser legal, porque si no, dejas desamparada a una parte importante de la población catalana.

-¿Se atreve a vaticinar un desenlace?

-El otro día una hija de un amigo catalán me preguntó lo mismo y me pareció dramático que ella me lo preguntara, siendo catalana y culta. Si ella tiene esa incertidumbre, imagínate cómo está la población catalana,

-¿No le parece que en las últimas semanas se ha utilizado como cortina de humo para tapar otros temas de actualidad política?

-Es un argumento que me hace mucha gracia, porque hay que preocuparse por el tema catalán. Si finalmente ocurre, ojalá que no, y Cataluña se va de España, todos los vamos a notar. Cataluña es una potencia económica y sentimental. El otro día hablando con Serrat me decía que en España no nos dábamos cuenta de lo que estaba pasando. El problema no es de Cataluña, es de toda España.

-Como uno de los fundadores de El País, ¿qué momento vive el periodismo actual?

-Creo que es un momento ambivalente. Ahora se lee más que nunca y a la vez se hace más periodismo que nunca, pero tengo la sensación de que se lee apresuradamente, se escribe apresuradamente y no se corrobora lo que se dice. Y eso puede ser divertido ahora, pero en unos años puede ser muy grave, porque la gente dejará de creer en lo que decimos. Ahora da igual lo que se dice en un periódico o red social, no es preciso corroborar nada. El periodismo actual está lleno de desmentidos sobre cosas que no son verdad en origen, porque nadie las confirmó. Y eso es muy delicado, porque pone en peligro el prestigio de las personas y, a medio plazo, el del periodismo. Así se mata el periodismo y los periódicos.

-¿Es además una mala época para el papel?

-La administración ha dejado morir los quioscos y las bibliotecas, ha dejado de subvencionar el papel y, poco a poco, las empresas se han visto desposeídas. Eso no ocurre en otros países de Europa. En España, casi jugando, nos hemos cargado el tejido "quiosquero" y para encontrar un periódico hay que caminar y caminar.

-¿Cómo fomentar la buena imagen del periodista?

-Utilizando adecuadamente los elementos del periodismo. Si tenemos conciencia del daño que podemos hacer no comprobando las cosas, cambiaremos. Y esa conciencia se logra poniéndonos en el lugar del protagonista de la historia. El argumento de "no es para tanto" te puede llevar al asesinato.