Un mal día, Lorenzo dejó de rezar a la Purísima por la noche: "Justo en ese momento me di cuenta de que había perdido a mi marido". Así lo cuenta Guadalupe López, una zamorana a punto de cumplir los 80 cuyo marido, de 88, padece Alzhéimer desde hace tres años. "Al principio eran despistes, cosas extrañas, contradicciones..." y así empezó todo. Aún reconoce a su mujer, aunque Guadalupe es consciente de que "un día dejará de hacerlo y ese día... ¡no quiero ni pensarlo!". Pero lo piensa. Lo piensa cada minuto, como piensa también en "qué ocurrirá cuando yo falte porque aunque tenemos cinco hijos, soy yo la que me encargo de él". Y así seguirá haciéndolo "hasta que me quede la última gota de vida", explica, después de 60 años de casados.

La salud de Guadalupe es delicada. La suerte no le ha sonreído demasiado en los últimos años a consecuencia de un cáncer superado y la muerte de su hermana por el mismo motivo. Sin embargo, "trato de sacar fuerzas y pido no recaer porque no levanto cabeza".

Aún así le echa coraje a la vida y disfruta de su marido hasta donde le permite la enfermedad. "Salimos, entramos, vamos a sitios y le cuidan muy bien en el centro de día, al que recurrí hace año y medio". Guadalupe no dudó ayer un segundo en salir a la calle y participar en las actividades preparadas por AFA Zamora con motivo del Día Nacional del Alzhéimer. Junto a ella, un cartel: "Sonríe, no lo olvides". Y eso hace. Por ella, por sus ocho nietos y, sobre todo, por su Lorenzo. Es muy consciente de que "contra la enfermedad no puedo hacer nada, todo es impotencia y hay que sobrellevarla según viene", explica junto a otros familiares en su misma situación que tiran del carro del Alzhéimer. Eso es, precisamente, lo que más miedo le da: "No poder hacer nada mientras la enfermedad avanza".