Azahara Ramos

Antonino Cabañas Bernardino, Antonio Higuera Vara, Julio Corredera García, Faustino Martín Martín, Tristán Maíllo Lagares o Ángel Salvadores Franco. Son solo algunos nombres de los veinte asesinados del Barrio de Olivares en el año 1936, habitantes de la Calle Abrazamozas, con el comienzo de la Guerra Civil y el control de la provincia por parte de las tropas franquistas. Su recuerdo se mantiene vivo en las mentes de los descendientes de los represaliados, quienes, después de más de ochenta años podrán homenajear a las víctimas a través del memorial instalado recientemente en la zona.

Olivares siempre fue un lugar de tradición artesanal, cuya principal actividad había sido la alfarería y los trabajos manuales, sobre todo a partir del siglo XVIII. La crisis de este sector, a finales del siglo XIX, dio lugar a una mayor dedicación a las labores del campo, y en 1936 la artesanía prácticamente había desaparecido, mientras que la población había crecido notablemente. En el contexto de la Segunda República, los trabajadores se habían asociado en diferentes organizaciones obreras. Los últimos momentos de esta etapa fueron convulsos en todo el país, y Zamora fue el escenario de numerosas reyertas entre derechistas e izquierdistas, algunos de ellos con un final trágico. Es el caso del asesinato de Rafael Ramos Barba por Manuel de Lera, padre de un falangista con quien el primero había tenido un enfrentamiento previamente. Los hechos se produjeron tan solo unos meses antes del comienzo de la Guerra Civil, en mayo de ese mismo año.

De esta forma, el Golpe de Estado del 18 de julio llegó en un clima de desorden en la ciudad, pero también coincidió con la etapa de la siega y la recolección de las cosechas. Los asesinatos se llevaron a cabo al final de este período de trabajo en el campo, y las cifras de muertos en Olivares se cuentan a partir de agosto. Las víctimas de la represión franquista registradas en el barrio asciende a una veintena.

El último descubrimiento de un represaliado en Abrazamozas se dio gracias a Manuela Lozano Martín, quien observó que su tío no aparecía en el listado de homenajeados y rápidamente facilitó la información. La víctima, Faustino Martín Martín, murió asesinado a los veintitrés años tras volver del servicio militar, "no hizo nada malo ni perteneció a ningún partido político, como sí fue el caso de otros miembros de la familia, un día lo sacaron de su hogar, lo llevaron a un centro penitenciario y cuando mi madre y mi abuela fueron a verlo ya no estaba, lo habían matado. Era muy joven y tenía un futuro prometedor", relata su sobrina, quien no vivió estos momentos puesto que nació en 1938, pero toda su vida ha recibido el testimonio de sus padres. En muchas ocasiones señalados, "durante la Dictadura nadie podía decir en público que era de izquierdas, era un tema tabú pero la gente sabía los ideales que tenía cada uno", apunta Lozano.

Siempre con su progenitor en el corazón, Candelas y Andrés Cabañas de la Iglesia, hijos del zapatero Antonino Cabañas, eran unos niños cuando ocurrió la trágica historia, "lo fueron a buscar en su vivienda de Abrazamozas, lo trasladaron a la cárcel, más tarde lo asesinaron", cuentan los hermanos. La víctima era hijo de Lucas Cabañas, alfarero que tenía además era prestamista, que actualmente cuenta con una calle en su honor en Olivares y su sepultura se mantiene en el camposanto de la capital. La familia se enteró del lugar donde yacía Antonino, muerto el dos de septiembre a los cuarenta y siete años, gracias al enterrador, quien les comunicó que estaba en el cementerio, "lo llevaron a un hoyo abierto, donde le dispararon una o varias veces antes de caer en el mismo", según el relato del trabajador del camposanto. En este caso, la víctima había sufrido la cruel represión en ocasiones anteriores, pues lo habían llevado a la cárcel dos veces y allí le habían propinado brutales palizas. Además, recientemente había sido sometido a una deshonra y degradación tras su destitución en el cargo que ocupaba como ordenanza en los Juzgados Mixtos. Cabañas, miembro del PSOE, dejó seis hijos huérfanos que sufrieron la dureza de la Posguerra, época en la que tuvieron que trabajar día y noche para salir adelante, "había mucha hambre y nadie nos ayudaba por ser hijos de un comunista", apunta Candelas. En una ocasión, la mayor de las hermanas empezó a trabajar en una casa, "allí reconoció inequívocamente a uno de los jóvenes que formaban parte del grupo de falangistas que fueron a buscar a su padre antes de matarlo. Después le he cosido trajes a esa persona toda la vida", recuerda Andrés, quien prefiere no mencionar el nombre del individuo al que hace referencia. Como profesional de la moda, Cabañas rememora sus trabajos, durante la Dictadura, para personas de extrema derecha con quien debía mantener un trato cordial.

Antonino Cabañas no fue el único miembro de su familia represaliado, pues su primo Benito Cabañas Jambrina, presidente de la Sociedad de Carpinteros y tesorero del Comité Ejecutivo de la Federación Social de Sociedades Obreras, también fue asesinado. A estos hechos hay que añadir la ejecución de Antonio Higuera Vara a sus cuarenta y un años de edad, casado con Carmen Cabañas, hermana de Antonino. El motivo del crimen, "ser cuñado de nuestro padre", apuntan los hermanos Cabañas.

Otro caso de represión en Olivares es el de Julio Corredera García, asesinado con solo dieciséis años, quien además tenía una gran amistad con dos represaliados más del barrio, José Manuel y Julián López García, ambos hermanos y albañiles. Su nieta, María Ángeles Roncero Corredera, habla de su abuela Paula como la persona que trajo a todos los niños de Abrazamozas al mundo.

La represión también llegó de parte de la Iglesia, "en una ocasión, un sacerdote comentó el número de muertos de aquella noche, a lo que añadió que, entre ellos, los que estuvieran confesados irían al cielo, los demás llegarían al infierno. Ese cura no tiene salvación", recuerda con tristeza Andrés Cabañas.

Valientes, los familiares de las víctimas compartieron su infancia en la Calle Abrazamozas, "el hogar de los Cabañas era un punto de encuentro de todos los habitantes de la vía, siempre estaba abierta", recuerdan. La lucha de quienes defendieron la República vive en sus descendientes, una generación cuyos miembros nacieron, en su mayoría, en la etapa final de la Guerra Civil y soportaron su juventud en un régimen gobernado por los golpistas que ocultaron la verdad y acabaron con la ilusión de una vida en libertad.