Alejado de todo convencionalismo social, disciplinado y metódico en su trabajo, los muchos oficios que desempeñó le hicieron dominar desde el barro, la pizarra, el cemento enfoscado hasta la piedra y le facilitaron la realización de trabajos para el cementerio hasta pasos de Semana Santa sin olvidar sus maternidades, una de las cuales ocupa desde mayo en San José Obrero, su barrio. Ramón Abrantes, de cuyo fallecimiento este agosto se cumplen once años, era un prolífico dibujante, admirador de Agustín García Calvo y amigo de Claudio Rodríguez, quien le escribió el poema "Cosecha de la materia" y quien le hizo apreciar la diferencia entre arte y artesanía.

Corre la década de los 40 y con unos diez años aprende con el escultor Celestino Roig Artigas, que luego sería profesor de escultura en la Escuela de San Ildefonso, cofundada por Chema Castilviejo quien le enseñaría a dibujar. Más tarde, asiste a clases de dibujo en la Escuela Elemental de Trabajo con Isauro Luengo. De manera paralela trabaja en un taller de escayolista de Julio Cayetano Mata "Larry", de quien aprende el oficio, y de Pepe Seisdedos.

Un adolescente Abrantes logra el 2º premio para la nueva Medalla Provincial convocado por la Diputación. También participa en numerosas exposiciones provinciales promovidas por Educación y Descanso. En la celebrada en 1945 logra un premio que le permite viajar a Madrid para ver la sexta Exposición Nacional de Arte y cuatro años más tarde con el busto en barro de "Ana Mari", consigue un primer premio, a tenor de la investigación hecha por la experta Inés Gutiérrez Carbajal que verá la luz en un libro sobre la escultura en Zamora en el siglo XX.

En 1952 consiguió un segundo premio en la Muestra Nacional de Educación y Descanso con el busto en barro de "Pili Zabaleta" y, tras regresar de la mili, se suma al negocio de escayolista con Seisdedos y "Larry", taller que visitó Claudio Rodríguez con Blas de Otero o el escultor Ibarrola. A mayores Abrantes tiene su propio estudio donde realiza, entre otros trabajos, la imagen para la fachada del colegio Corazón de María. Posteriormente se instala en Zapatería, donde restaura la Tarasca o realiza los moldes de los gigantes y gigantillas por encargo municipal.

Ramón Abrantes también efectuó trabajos relacionados con la Semana Santa desde "modelos de las Santas Cenas y otros temas relacionados" con la Pasión para "la fábrica de galvanoplástica de Marciano Fernández", según describe Gutiérrez Carbajal, pasando por una maqueta de un Nazareno para la Cofradía de Jesús del Vía Crucis, que "no llegó a realizarse finalmente lo mismo que sucedió con unos sayones para el Jesús Resucitado", apunta Ricardo Flecha, quien fuera pupilo del escultor.

Desde la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída le encargaron la restauración de la imagen titular y la realización de la Virgen de la Amargura, paso para que el que diseñó una mesa, proyecto que "no obtuvo respuesta positiva", aclara Flecha. "Estaba orgulloso de la Amargura aunque no conseguir más proyecto para la Semana Santa que, en parte, le frustró".

La estancia en Zamora de Cesar Luigi Magnani, en 1953, como supervisor de las obras de la Universidad Laboral y de la cruz de San Martín hace que aprenda a trabajar la piedra, dado que hasta ese momento emplea materiales más pobres, como la escayola y el barro.

El dinero logrado con la Virgen de la Amagura le abre la posibilidad de cambiar de taller. Opta por uno más amplio en la calle Doncellas, donde comienza a trabajar la piedra y a experimentar con ella. En este espacio, a partir de 1959, realiza una obra más personal. Es una época en la que "se obsesiona con el Románico y comienza a alargar las figuras y a tener contacto con formas más naturales", estima el escultor Ricardo Flecha a lo que Inés Gutiérrez añade que "entre los 60 y 70 conserva ciertos influjos estéticos del Románico y el Barroco y se aprecian ecos de Rodin, por el que sentía mucha admiración, quizá por influencia de su amigo el poeta Alfonso de Peñalosa".

Entre otros trabajos, le encargan el busto de Pedro Celestino Samariego en piedra para Toro y un mural para una ferretería de Madrid; logra el primer premio de escultura en el certamen provincial de 1962, proyecta la estatuilla del certamen del Teatro del Duero y le piden una serie figuras en madera para la iglesia de Santiago Apóstol de Caracas para conseguir el Primer Premio Lladró de escultura en 1963.

A mediados de esa década participa en un certamen de arte religioso en Granada donde conoce a Antonio Ordóñez, a quien luego le haría una escultura. A mayores combina la ejecución de placas, como la del colegio Jacinto Benavente o la de la Puerta del Obispo; la capilla de la Casa de Ejercicios, la decoración superior de la puerta lateral de San Vicente o los relieves del colegio Gonzalo de Berceo. Incluso hace crucifijos de hierro, tablas de madera o de hierro cocido, de inspiración románica a las que añade una pátina que "trabaja como un alquimista", aporta Inés Gutiérrez.

Un viaje a París, Bruselas y Holanda en 1976 cambia la manera en que Ramón Abrantes entiende el arte. Su visita al estudio-taller de su amigo Baltasar Lobo, con quien mantiene una intensa amistad desde el verano del 62, y el descubrimiento de numerosos museos modifican sus planteamientos artísticos y comienza a trabajar el tema de la maternidad y gira hacia la abstracción.

"Se desencanta con la obra de Rodin y descubre a Lehmbruck y Laurens. Comienza a entender la escultura como un bloque dinámico y cerrado", estima Ricardo Flecha quien defiende que Abrantes profundiza en el universo de la maternidad también por el nacimiento de un niño en su entorno familiar más cercano. "No sé si brota en él la paternidad, pero lo que sí es verdad es que comienza ahondar en el tema de la maternidad". Y esta temática protagonizaría su primera exposición en solitario en 1979 donde exhibió 30 interpretaciones.

Para la doctora en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid, Inés Gutiérrez Carbajal, el cambio se debe a que "siente la necesidad de trabajar sobre otros elementos que se ciñeran a su concepto artístico de renovada contemporaneidad". La experta remarca que "sus desnudos y maternidades son deudoras de Lobo" y asevera que "son formas redondeadas de suaves contornos macizas y apretadas como recogidas en sí mismas con una visión entre el naturalismo y la idealización". Además en su opinión "en ellas no tiene interés por la anécdota, va a la esencia de lo femenino".

Una de estas maternidades con fuente decora el patio de la Diputación Provincial, tras ganar el artista el concurso público en el año 1982. Esta pieza es una de sus obras más conocidas para el gran público al igual que el homenaje al general Pablo Morillo, sobre una idea del corralino, un escultor que sobrepasó el medio millar esculturas, la mayoría de ellas de formato mediano y pequeño diseminadas en numerosas colecciones particulares. Ramón Abrantes en sus últimos años cultivó más intensamente el dibujo. Su exhibición, una asignatura pendiente.