¿Es asumible que una iglesia románica haya sido "decorada" por numerosas pintadas que afean su categoría artística e histórica? Esa es la pregunta que no paran de realizarse los vecinos de la plaza de San Esteban, que ven como el símbolo del espacio -un templo del siglo XII- luce varios grafitis en la fachada posterior que degradan el aspecto de monumento, no solo ante los habitantes de la zona, sino también ante los ojos de los turistas que acuden al lugar atraídos por las alabanzas ganadas a pulso por el patrimonio medieval de la ciudad.

Hace ahora dos años, una vecina de la plaza, Ana María Romero, acudió a las dependencias de Patrimonio, en la Junta de Castilla y León, para hacer constar el deficiente estado de conservación del bien románico. "Ha pasado el tiempo, pero no han tomado medidas y ahora no sabemos qué hacer", explica. Para Ana María, "es imposible que una iglesia románica se encuentre en esta situación, y que demos esta imagen a los turistas cuando queremos que vengan, precisamente, por nuestro patrimonio románico". El malestar es compartido por los vecinos del conjunto de viviendas que todos los días se levantan viendo los grafitis, aunque ha sido ella quien ha dado el primer paso para que se solucione el problema.

La situación se produce, precisamente, en un templo que formó parte de la nómina de monumentos restaurados en el programa Zamora Románica durante más de un lustro. En el caso de San Esteban, el edificio se benefició de una inversión de 130.000 euros en la recuperación de los ábsides y la espadaña, además de la ampliación de una de las aceras (situada en el costado sur) para garantizar la distancia entre los muros de la iglesia y los vehículos estacionados en la zona. La intervención en el interior fue más liviana.

El problema no es nuevo, pero sí extraño tratándose de un edificio románico, legado que recibe un tratamiento exhaustivo por parte de las autoridades. Caso paradigmático fue el de San Ildefonso, cuya portada sur -cegada desde hace décadas- se encontraba completamente cercada por las pintadas. Entonces, el pintor zamorano residente en Madrid Manuel Esteban Lamas pidió al Obispado y al Ayuntamiento de la ciudad poder tapar los grafitis costeando las tareas de pintura de su propio bolsillo. Y dicho y hecho. Un profesional se encargó en marzo del pasado año de homogeneizar la puerta con un color ocre, muy similar al de la piedra del templo. Aquel gesto fue alabado por la ciudadanía, que llamó a que "cundiera el ejemplo" de Manuel Esteban.

En este caso, la tarea no parece tan sencilla. Acaso porque la eliminación de pinturas de la piedra requiere de una limpieza especializada que los vecinos de la plaza de San Esteban esperan cuanto antes. Ellos se han convertido en guardianes de su propio patrimonio, una iglesia cerrada al culto que cumplió durante años el papel de Museo Lobo y que después pasó a manos de la Real Cofradía del Santo Entierro, con la intención de celebrar actos religiosos y de carácter cultural en el interior de las instalaciones, uno de los símbolos del núcleo urbano zamorano.