Ingenio y creación en estado puro. Así es José Luis Alonso Coomonte un artista, aunque a él le gusta definirse como cultivador de cultura, que no para de crear. Su cabeza es un constante bullir de planteamientos e ideas que "puedes tener el cuenta o bien olvidar", remarca. La conversación con él cambia en cuestión de segundos, pasa de un tema a otro, pero siempre con la filosofía, que tanto le interesa, como telón de fondo.

-Hasta el mes de octubre en la sala de exposiciones temporales del Museo de Zamora más de dos centenares de sus dibujos protagonizan la muestra titulada "Coomonte, el dibujo infatigable".

-La exposición era lógica porque el dibujo es permanente en mí. He sido profesor de Bellas Artes con lo cual he dibujado mucho y tengo muchos dibujos clásicos. Además toda la obra que he hecho está en cartones, bocetos... hasta llevarse a la escultura. Ahora se exhibe una pequeña parte porque conservo muchos de mis bocetos, de hecho en el estudio tengo el doble de lo que se puede ver. Algunos no se pueden exhibir debido a sus grandes dimensiones, como por ejemplo un boceto de la Farola que está a su tamaño natural, a más de doce metros. Únicamente aparece el cartón del Ostensorio.

-¿De qué manera está planteada?

-Yo les comenté a la directora del Museo de Zamora, Rosario García Rozas, y al conservador del centro, Alberto del Olmo, que los materiales los colocaran ordenadamente desordenado. Ellos han hecho una seleccionado entre los cientos y cientos de dibujos que hay en mi estudio. Además, les dije que quería llevarme una sorpresa al ver la muestra de Coomonte.

-¿Y se la llevó?

-Sí, me ha gustado. Ellos han elegido y ha mezclado a su criterio, se pasa de una época a otra. Aparece desde el primer dibujo a la izquierda que es un ejemplo clásico de luz y sombras, donde figura el sello de Bellas Artes con la "A" de aprobado, mientras que al otro lado han situado un dibujo que representa el Cosmos. Cada vez que hago una obra soy incapaz de volverla a hacer igual porque cada creación es única e irrepetible.

-¿Qué supone para Coomonte mostrar la trastienda de su obra, la parte que siempre ha permanecido oculta para el gran público?

-Para mí era importante esta muestra porque hasta ahora nunca se había visto mis dibujos. Es un poco desnudarme. Hay dibujos desde mi juventud porque todos los conservó mi padre e incluso bocetos de encargos o hasta dibujos de cómo tiene que ser un tornillo. En mi estudio hay enrollados más de 30 años de dibujos y creo que, en parte, se han ido guardando solos. En más de una ocasión incluso he tenido la intención de quemarlos, pero luego he desistido en ese propósito.

-¿Qué es para usted el dibujo?

-Es la gramática del arte de la pintura y de la escultura.

-¿Y se valora lo suficiente?

-Bueno... se ve menos, pero tiene una gran ventaja. El dibujo se mete en carpetas y no ocupa mucho espacio. A mayores tú puedes desarrollarte con gran libertad en el papel. Yo parto de un gran respeto por el papel aunque meta color y la técnica que quiera. El dibujo es la base de lo que luego vas a realizar y hay que cuidarlo. Es tan básico que yo todavía no sé crear una obra si no es a través de unos dibujos. Mucha gente me dice que las ideas están en el cerebro que está siempre dispuesto a crear pero con las manos, con la habilidad que tengo, le doy forma.

-El dibujo es la materialización de un planteamiento. Ese trazo que usted hace con grafito u otra técnica ahora puede hacerse con tabletas gráficas y otros dispositivos.

-Todo lo que ves se puede traducir en dibujo. Yo tengo una educación en un tiempo y en una manera. El empleo del ordenador y estos aparatos no es de mi generación. Además no me interesa trabajar con estos dispositivos porque la creatividad y la manualidad son muy importantes. La imaginación, la creatividad y el dominio del oficio son fundamentales para un artista.

-¿Lo ve entre las nuevas generaciones de creadores?

-Ahora hay propuestas interesantes como las de alberga Sala de Cura y las que lleva a cabo Arturo Ledesma, que se sale de madre, ¡es un fuera de serie!

-Usted conoció a Baltasar Lobo pero está desvinculado de la Asociación de Amigos del artista, creada hace unos meses y que intenta poner en marcha un museo digno para el terracampino.

-No estoy porque soy amigo de Lobo como lobo solitario. (Silencio). Me parece bien la creación de este colectivo que demanda una serie de cosas que no sé si conseguirán. Yo aprecio y admiro a Baltasar quien habló siempre muy bien de mí. En correspondencia con Paco Hernández Pascual pregunta por un chico de Benavente que había participado en una bienal.

-La Asociación de Amigos de Baltasar Lobo trabaja para hacer posible un Museo de Baltasar Lobo como un centro de arte contemporáneo para esa colección y para articular las manifestaciones de arte contemporáneo en Zamora.

-Me parece bien pero la oportunidad parece que se ha perdido porque la solución hubiera sido el Banco de España, que está como está y por el que hay que preguntar al actual equipo de Gobierno y también al Partido Popular. El poder estar Baltasar Lobo y algunos artistas era más lógico que situar a la Policía Municipal. Tampoco creo que el espacio ideal para Lobo sea el antiguo Ayuntamiento. El Banco de España, sin duda, hubiera sido el edificio ideal para las obras de Lobo y para recoger las obras de la Bienal de Escultura que están repartidas por despachos y almacenes. Además el Banco de España de Santander se transformó en un museo y el rótulo que hice y estaba en el Zamora está ahora en la calle Uría en Oviedo para lo que llamaron. Paradógicamente para lo que no me llamaron ni me preguntaron es para saber si hay amianto en el de Zamora, que nunca se utilizó, cuando yo soy el único que vive y que colaboró codo con codo con el arquitecto Ramón Cañas.

-Su escultura "Equilibrio Horizontal" volverá a instalarse en la ciudad tras más diez años en su estudio.

-Lleva más de una década aparcada en mi estudio por el que han pasado diversos políticos. Esta escultura vino a Zamora aunque la hice para la calle Capitán Haya para el edificio de Campsa y la pasé a bronce. La maqueta la tiene la Diputación Provincial y la pieza en hierro la regalé en ese momento a la ciudad de Zamora. Estuvo en el Castillo y luego pasó a la plaza de Castilla y León, donde comenzó a oxidarse como ahora está pasando con La Farola y con el Miliario porque las esculturas se tienen que mantener. Esta pieza quieren volverla a instalar en la ciudad. Yo no quiero el parque de San Martín por las connotaciones. Iban a ponerla en la plaza de Claudio Moyano, pero parece que ahora lo están rechazando...

-¿Por qué lugar aboga usted?

-Realmente no me preocupa su ubicación, aunque debo de reconocer que el casco antiguo tiene rincones interesantes. En la zona baja de San Martín me parecería un buen lugar. Si la pusiera en la zona de muralla que están liberando también me gustaría que suprimieran los coches de ese lado para crear una armonía porque el arte es armonía.

-Desde su punto de vista, la pieza de Ostensorio ¿ha sido la más significativa de su carrera?

-Entonces era profesor del colegio Virgen de la Vega de Benavente, tras dejar el estudio de mis amigos Palomo y el Cubanito. Cuando estaba dando clase en este centro lo realicé y logré la Medalla de Oro de Escultura, aunque era orfebrería, en la Bienal de Arte Sacro de Salzburgo de 1960. Aquello cambió totalmente el ritmo del arte sacro y sin duda, también cambió mi vida. El premio fue importante pero esa obra también hizo que me empezaran a buscar para solicitarme encargos. Esa pieza, que es de Patrimonio al igual que el sagrario que hice y está debajo el retablo de Churriguera en Santo Domingo en Salamanca, ha viajado más yo pues ha estado hasta en Nueva York.

-En la ciudad lusa de Guarda el pasado año tuvo lugar una gran exposición retrospectiva de su obra, enmarcada en la primera edición del Simposio Internacional de Arte Contemporáneo. ¿Se siente más valorado en Portugal que en su propia tierra de origen?

-Sí, a veces pasan estas cosas en la vida. (Se hace un breve silencio). De Benavente salió el Ostensorio, siendo muy joven hice un paso de Semana Santa e incluso he regalado una pieza que está detrás de un ordenador. Tampoco he tenido una gran exposición en Zamora pero... a mí eso no es importa. Lo que me interesa realmente es el futuro.

-¿Y qué se plantea para los próximos meses?

-Quiero volver a trabajar sobre la obra de "El paraíso perdido" que está ahora en la exposición de Edades del Hombre de Cuéllar. También quiero seguir dibujando, que es la mejor medicina, y dar charlas donde se me reclame e ir a colegios donde también contaría cuentos. También tengo pendiente una exposición en el Museo Diocesano, donde ahora expone Antonio Pedrero. En ella quiero que se exhiban obras inéditas, como una pieza dedicada a los ausentes que nunca ha salido de mi estudio.

-¿Sigue trabajando en obras de formato muy pequeño como las piezas que presentó en el Aureto?

-Estoy diseñando bombones y caramelos con piedras pintadas, lo que me divierte muchísimo.

-¿Un artista tiene que divertirse al trabajar?

-Creo que sí. Yo siempre he intentado hacer lo que quería hacer bien hecho.

-¿Siempre lo ha logrado?

-No, pero me adaptado porque he sido disciplinado. No es difícil adaptarse pero me he metido en obras que, a veces, no sabía cómo iba a ser capaz acabar pero al final he encontrado la solución, como sucedió en el Banco de España de Zamora. La técnica era muy complicada y no se podía hacer en cuatro años con 50 personas y sin embargo hubo que hacerlo en cuatro meses con únicamente 50 personas. La solución fue ir a Italia para ver cómo se hacía un moldeo a coquilla. Hacerlo en España y fundir constantemente aluminio para conseguir toda la rejería.

-Su estudio cobiga sus dibujos, muchas de sus creaciones y proyectos. ¿Ha pensado convertirlo en un museo?

-Realmente me da igual. Un museo tiene que tener un contenido cultural que ofertar a la gente y su entrada tiene que ser gratuita. Tengo muchas colecciones en mi estudio que algún día tendré que regalar o donar a algún un museo como el Etnográfico quizá, porque tengo, por ejemplo, un conjunto de herraduras de caballos que han tenido dificultades ortopédicas.

-¿Y le gustaría hacer donaciones de algunas de sus obras?

-Cuando yo me muera no me voy a enterar de nada al igual que sucedió cuando nací. Desde mi niñez me asombró la naturaleza y todavía me asombra. En las fruterías hay una verdadera armonía entre colores y formas... es la naturaleza que nos estamos cargando.

-¿Qué echa en falta?

-No tengo reproches que hacer a la vida. No sé si hay que arreglar la ciudad de Zamora o bien al hombre como especie. (Risas y hace una pequeña pausa). Sé que no vamos a igualar la sociedad. Estamos de paso y yo no tengo miedo a la muerte porque soy consciente de la edad que tengo.