Poco antes de atracar la sucursal de la calle Prado Tuerto en 2014, C.S.P. perdía los nervios en plena calle y arrojaba sus trofeos de atletismo contra la fachada de la iglesia de San Juan. En una entrevista concedida ese mismo año a este diario, el ahora arrestado confesaba atravesar una delicada situación, marcada por la droga y su ingreso en la cárcel de Zaragoza con 23 años.

Por aquel entonces, el acusado apuraba su último mes cobrando la ayuda de 426 euros: si en ese periodo no encontraba un trabajo se vería obligado a regresar a prisión para terminar de cumplir allí los seis meses de libertad condicional que le restaban. "Si vuelvo a la cárcel tengo más posibilidades de recaer. Y me niego a ello", afirmaba con rotundidad. "Sé lo que eso significa y ya aprendí la lección, no quiero dar un paso atrás", añadía convencido.

Usuario habitual del comedor social de la Casa de Acogida Madre Bonifacia que dirige Cáritas en la capital y asiduo participante a las carreras populares, confesaba haber sufrido la conocida "soledad del preso" pese a considerar que "Zamora es una ciudad con gente acogedora". Por aquellas fechas, según sus declaraciones, su día a día se resumía en entrenar y echar currículos en "todos los sitios" que podía.

De ahí que se congratulase por haber sabido "romper el tabú de los presidiarios y luchar" para intentar labrarse un futuro y empezar desde cero lejos de la cárcel.