El horario de trabajo como prostitutas era de doce horas, desde las 18.00 horas hasta las seis de la madrugada del día siguiente, en un club de Quiruuelas de Vidriales, en el que "se consumía mucha droga, sobre todo cocaína", según las diligencias policiales. La droga procedía de Paraguay, el mismo país donde captaban a las mujeres con falsas promesas de trabajo, y la trasladaban a España en el equipaje de alguna de las víctimas de la supuesta organización de proxenetas.

El local tenía normas muy rígidas con las prostitutas para impedir que pudieran fugarse, como la limitación de movimientos. El club de alterne en el que se les explotaba sexualmente les prohibía abandonar solas el inmueble, en el que residían.

Además de no percibir ningún sueldo por los servicios sexuales que prestaban, las víctimas no podían usar teléfonos móviles ni acceder a Internet y las redes sociales, lo que les mantenía totalmente aisladas y sin ninguna posibilidad de comunicarse con sus familias ni amigos, todas ellas residentes en Paraguay.

La mujer que pudo escapar aprovechando un descuido de sus supuestos captores relató a la Policía Nacional que "había un trasiego constante de mujeres" e incluso llegó a precisar que "en solo quince días aparecieron siete en el local", de acuerdo con la información que facilitó la Comisaría de Zamora tras hacer pública la operación enmarcada dentro del Plan de la Policía Nacional contra la Trata de Seres Humanos con Fines de Explotación Sexual.