El Tribunal Superior de Justicia de (TSJ) de Madrid El zamorano Raúl Álvarez del Río, condenado por los crímenes de su exnovia dominicana de 32 años y la hija de esta de 9 años a las que arrojó a un pozo en San Vicente de la Cabeza, cumplirá 20 años de prisión, después de que el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Madrid haya reducido en cinco años y medio la condena impuesta por la Audiencia Provincial de Madrid. Una reducción que se deriva de la calificación del crimen de su expareja, Adolfina Puello Sánchez, como homicidio, al no poderse probar que hubiera alevosía, y no como asesinato, en contra del veredicto del jurado, delito por el que el TSJ le impone 14 años de reclusión, en lugar de los 18 que contemplaba la sentencia de la Audiencia madrileña, donde se celebró el juicio al cometerse los dos delitos en el domicilio de la mujer, Adolfina, en la calle de Sancho Panza del barrio de Vallecas, la madrugada del 29 de junio de 2014.

El TSJ confirma el asesinato de la menor de edad, de nombre Argelys, por la imposibilidad de defenderse de la agresión, pero reduce los 19 años de cárcel por esta muerte a 18 años y medio al aplicar la atenuante de confesión, tal y como solicitaba el abogado de la defensa, el también zamorano Raúl Alonso Domínguez, que se mostraba ayer satisfecho por la noticia, ya que su cliente acumula una condena de 30 años y medio de prisión, frente a los 38 años que había dictado la Audiencia. El principal argumento de los magistrados del TSJ descansa en el hecho de que no existen pruebas de que Raúl tuviera una estrategia para acabar con la vida de la joven madre y su hija.

El veredicto del jurado popular halló culpable al joven Raúl Álvarez del Río, de los dos asesinatos ocurridos la madrugada del 29 de junio de 2014 en el domicilio de su expareja, tras desatarse una discusión entre el procesado y la mujer que, según el relato del acusado, terminó con el estrangulamiento de Adolfina en una estancia a la que acudió la hija de la víctima, Argelys, al escuchar posiblemente ruidos. Raúl relató que cuando vio a la menor de 9 años ya había matado a la madre, que fue hacia la niña y cuando se dio cuanta la había asfixiado con sus manos.

Los cuerpos los ocultó en un trastero hasta que al día siguiente decidió trasladarlos a Zamora, a San Vicente de la Cabeza, el pueblo natal de su madre, donde arrojó los cuerpos a un pozo inutilizado, para lo que "separó las cabezas de las fallecidas de los cuerpos, solo cubiertos con ropa interior y los ató, forzando la postura, todo ello con el propósito de dificultar la identificación" de los cadáveres, "de trasladarlos más fácilmente" hasta Zamora "o de lograr introducirlos en el pozo sin dificultad.

El joven zamorano, según los hechos probados, introdujo cada una de las cabezas en un saco cerrado, que lastró con un peso" para "evitar que emergieran". Para presionar los cadáveres usó "barras de acero galvanizado" para impedir que flotaran y pudieran ser vistos.