Un niño de 10 años pudo morir sepultado bajo una puerta de hierro del cámping Los Arribes, del municipio de Cibanal de Sayago, asegurada con piedras, una cuerda y un tablero, cuando jugaba subiéndose a unos maderos y se le vino encima, un accidente que ha sentado en el banquillo de los acusados al administrador del recinto, de iniciales J.A.G., por un delito de imprudencia grave.

La Fiscalía y la familia del menor exigen a la magistrada que se condene al gerente a seis meses de prisión y al pago de una indemnización de 11.022,21 euros, por las heridas que sufrió el menor: un traumatismo craneal leve y lesiones en las piernas que le han dejado secuelas en las dos tibias. Cantidad de la que solicitan que responda también la sociedad Arribes del Duero, titular de las instalaciones. El niño fue rescatado por un usuario del recinto que oyó pedir ayuda a los amigos del herido y contó en el juicio del Juzgado de lo Penal que el menor salvó la vida porque las piedras "hicieron tope" e "impidieron que la puerta le aplastara" aquel 20 de junio de 2015. El hombre confirmó que la puerta era de gran peso, "solo la pude levantar un poquito" para auxiliar al pequeño.

La causa del accidente que el propietario achaca a que el menor y dos amigos con los que jugaba pudieron mover las piedras que la aseguraban, pesadas, según los usuarios del cámping, pudo ser el mal estado de la puerta automática cuyo motor dio problemas desde su instalación y fue retirado, según admitió el administrador de las instalaciones. Una versión que corroboraron usuarios del recinto, que tenían llave para entrar independientemente de que hubiera personal en las instalaciones y tenían sus vehículos en al zona de caravanas, previo pago de las cuotas mensuales y a pesar de que hacía dos años y medio que no estaba abierto al público, lo que no impedía que disfrutaran de los servicios públicos para alojarse, según el imputado, quien sostuvo, ante las preguntas de la fiscal, que la puerta de hierro tenía "anclaje para ser usada sin riesgo para las personas", con la colocación de las piedras para "inutilizarla", dijo un cliente. Sobre ese extremo tendrá que decidir la juez, así como si la puerta se vino abajo al salirse del carril sobre el que se deslizaba para cerrarse y abrirse, acción que los clientes venían realizando de forma manual, según el testimonio de una de ellas. Otros, incluido el padre del pequeño, declararon que "siempre estaba abierta", a pesar de que daba acceso a la zona de cafetería y piscina, servicios que no frecuentaban al estar cerrados hacía tiempo. Ese día, el administrador trabajaba en la limpieza de la piscina para la apertura en la temporada de verano, el uno de julio. El siniestro se produjo a las 14.30 horas cuando el área de recreo, en manos del acusado, no disponía de permisos para su apertura, si bien la zona de caravanas se seguía usando por clientes, a quienes el dueño anterior, conocido empresario de la zona, les entregó la llave en su día, sin que el actual administrador se las retirase.