Ha pasado más de medio siglo pero hasta ahora no había reunido las fuerzas para contar lo vivido cuando tenía solo 10 años. María Jesús Otero presentó ayer en el foro del periódico su libro "Tráeme una estrella", sobre la tragedia de Ribadelago.

-¿Era una necesidad personal el escribir este libro?

-Absolutamente. Primero, porque a mí me cura y me alivia un poco y luego hay otras razones secundarias. Yo he sentido esta necesidad enorme de verbalizar todo lo que tenía yo adentro. Y además me da muchísima pena que no se conociera tanto la vida anterior a la tragedia en Ribadelago. A los jóvenes les interesa muy poco, porque han nacido en una comodidad que nada tiene que ver con lo que vivieron sus padres y abuelos en la zona. Quería que quedase constancia de todo lo que había existido. Por ejemplo, en el pueblo hay muchísimas personas jóvenes que no saben que existió un balneario importantísimo en la zona, donde trabajaron casi todos los vecinos en algún momento. La mayor parte de ellos, cuando lean el libro, creerán que es pura ficción.

-¿Qué estilo decidió imprimirle al relato?

-He intentado escribir de una manera tierna, para nada trágica, para no caer en lo que podría haber caído en años anteriores, porque no se salía otra cosa. La tristeza era el tono predominante. Los lectores podrán recordar a ciertas personas, qué familias quedan, cómo se vivió todo. Muchas cosas que no querían que se olvidaran.

-¿Ese el objetivo del libro?

-Sobre todo no quiero que se olvide la tragedia, porque sé que todo el mundo nos compadece, pero a la hora de la verdad nadie ha hecho nada así que también es una denuncia y una reivindicación. Quien ha podido hacer algo y de alguna manera solventar esa deuda y esa injusticia, no lo ha hecho. Se nos trató muy mal entonces y ahora también.

-¿Era doloroso escribir en primera persona y prefirió escribir con el personaje de Patoxo?

-Elegir a este personaje no fue por huir de la primera persona, sino porque el libro no es de mí, sino en homenaje a esta persona, que existe en la vida real, aunque ya es muy mayor. Quería rendirle homenaje porque es una persona excepcional, por su trabajo, por lo que ha sufrido, por cómo ha llevado la vida. Aun hoy le duele profundamente una falta de respeto porque para ella la dignidad es fundamental. Ha sido muy luchadora y cuento su vida, es el hilo conductor de todo el relato.

-¿Fue complicado la labor de recopilar la información?

-No he tenido que hacer nada, la tenía ya desde que nací, solo he tenido que preguntar algún detalle de fecha exacta. Sobre todo antes de la tragedia, porque lo de después lo tengo más claro.

-¿Cómo se ve la tragedia desde la distancia de los años?

-Eso es lo más difícil de definir. Convertir los sentimientos y transformarlos en palabras es una de las cosas más complicadas, porque no hay palabras adecuadas. O te quedas corta, o te pasas de trágica. No son simples recuerdos, yo en mi mente tengo un cartel constante en el que veo imágenes de esos días. Con el paso del tiempo recuerdo más vivamente a los amigos de mi quinta, los que se ahogaron. Los primeros años vives atontada, yo todos los años empezaba a escribir algo cuando se cumplía el aniversario, pero a medio folio comenzaba a llorar y me era imposible seguir. Por eso no he publicado nada hasta ahora.

-¿Qué necesitan las víctimas para encontrar la paz?

-La mayor parte de las personas que vivieron la tragedia han muerto. Una de las injusticias mayores que se permitieron en aquel momento fue la actuación del aparato político del régimen y también de personas concretas que se quedaron con lo que dieron para el pueblo. Nos vimos pisoteados, se lucraron de nuestro dolor. Y eso es imposible de recuperar. Ahora ya no necesitamos cosas materiales, antes sí. Otra cosa es cómo se nos trató, obligándonos a silenciar totalmente todo, a no hablar. Y luego está la ayuda psicológica para superar la pérdida, que tampoco la hemos tenido. Tuvimos que gestionar cada uno nuestro dolor. Ahora cierto remedio sería que atiendan al pueblo porque está muy descuidado.

-¿Será alguna vez una realidad el Museo de la Memoria?

-No sé dónde está atascado, si tenemos un local maravilloso para ello. Cada alcalde nuevo que entra nos lo promete pero ahí se queda. La Diputación tampoco sé si hace algo. No sé dónde está la raíz de esta nueva suspensión. Nos sentimos olvidados, como siempre.

-¿Cómo quiere que se recuerde este tragedia?

-De alguna manera he escrito el libro para eso. Ha habido muchas publicaciones al respecto, pero ninguna escrita desde dentro, desde el punto de vista de uno que lo ha vivido. Y no hay nada como emociones profundas y sentimientos para inspirar un libro. También quiero desterrar algunos mitos de los que estoy literalmente harta, porque se oyen disparates hasta llegar a confundir la tragedia de Ribadelago con una leyenda del Lago de Sanabria. Y no quiero que dentro de unos años se confunda lo que ocurrió con una simple leyenda. Quiero que se sepa que la luz que se consume en gran parte de Castilla y León costó muchos muertos, no solo los 144 de esa noche porque todos los hombres que trabajaban en el pueblo murieron, el último en 1982, por la silicosis. Que se sepa toda la realidad de lo que ocurrió.