"Magnolia". Nombre de flor y de película. Así se llama el nuevo disco de la banda Rufus T. Firefly que presentan esta tarde, a las 22 horas, en el Ávalon Café. Este nuevo trabajo de la banda que lideran Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro fue publicado el pasado 20 de enero con un total de diez canciones que surgen como alegato en defensa del arte, el amor y la naturaleza producido por Manuel Cabezalí y el propio Cabezuelo.

-Hace un año decidieron seguir adelante con la banda después de que dos antiguos componentes se fueran. ¿Se han arrepentido del nuevo rumbo?

-Nosotros somos de los que piensan que todas las decisiones son acertadas aunque a veces traigan consecuencias negativas. Pero, en este caso, esta decisión solo nos ha traído cosas buenas. Sentíamos que todavía teníamos muchas cosas que contar y todo lo que está pasando con este disco está siendo increíble. Sentimos que seguimos recorriendo camino.

-¿Ha encajado la incorporación de Miguel de Lucas?

-A la perfección. Ha sido todo muy fácil y nos ha enseñado un montón. Es un honor increíble tenerlo con nosotros, es como tocar con el Paul Mc Cartney de Toledo.

-"Magnolia" es un viaje psicodélico para el grupo. ¿Un viaje hacia dónde y... por qué psicodelia?

-"Magnolia" es un viaje hacia el interior de uno mismo, es como buscar todas las cosas buenas que han pasado por tu vida en un momento en el que ocurren sucesos oscuros, difíciles, con grandes injusticias... Hay que tratar de soportar todo esto mirando lo bueno que tenemos como humanos. Y para ello hemos utilizado la psicodelia, que es como la vía para llegar al interior de uno mismo.

-¿Cuántas versiones habéis diseñado del nuevo trabajo?

-¡Uf! Muchas. Nosotros somos de darle muchas vueltas a las canciones. El proceso de composición de una canción es muy largo y pasa por muchas sonoridades diferentes. Es guay porque nunca sabes cómo va a quedar hasta el final, todo es pura transformación. Para nuestra música la prisa no sirve para nada. Son canciones con muchas capas y texturas que hay que ir creando poco a poco.

-En su música se percibe una influencia lorquiana...

-La hay y mucha, aunque seguramente más indirecta que directa. Siempre está ese espíritu del respeto por la naturaleza que tenía Lorca. Él pensaba que los artistas eran solo mediums de la naturaleza que ésta utilizaba para intentar expresarse y esa idea es muy chula, de hecho, hemos intentado componer rodeados de naturaleza en los jardines de Aranjuez. Es como que tú no tienes el control y hay algo detrás que lo hace. Mi padre es profesor de literatura y su casa está repleta de libros... eso ha influido.

-¿El título tiene relación con la película del mismo nombre o es pura casualidad?

-La verdad que no, no tiene relación alguna. Sí que hay otras acciones del disco con películas, como con Pulp Fiction, pero en este caso simplemente buscamos el nombre bonito de una flor.

-Si no fuera "Magnolia" hubiese sido...

-Magnolia desde el principio. ¿Jazmín? ¿Violeta? ¡Noooo! El concepto del disco era mostrar algo bonito y que la gente tuviera una sensación parecida a la de mirar una flor, algo que parece simple pero que despierta muchas emociones y pensamientos.

-¿Cuál es el papel de Manuel Cabezalí en Rufus?

- Ha sido nuestro productor desde 2011 y es el que nos ha guiado en el camino guiándonos casi a cada paso. Encontrarlo fue una suerte.

-¿Cuál es la filosofía del grupo?

-Intentar siempre hacer un disco mejor que el anterior. No tenemos mucho el éxito en la cabeza, al menos, no ese tipo de éxito de fama y popularidad desorbitada. Nuestro éxito es hacer cada vez discos mejores y que la gente lo reconozca, es decir, evolucionar. Nunca hemos visto la música como un producto sino como una transmisión de sentimientos. El éxito fácil... no es lo nuestro.

-¿Etiquetas sí o etiquetas no?

-Ni nos molestan ni nos emocionan, aunque a veces son inevitables. Yo siempre digo que nosotros hacemos rock alternativo porque crecimos en los 90 y era lo que nos gustaba hacer.

-¿Vivir de la música es un privilegio?

-Desde luego, nosotros no podemos hacerlo. Más que un privilegio, yo diría que es un milagro. Es algo que te toca y punto y para lo que tienes que trabajar muchísimo, aunque creo que esto último tampoco lo garantiza y frustra mucho. Mientras podamos hacer discos de una forma libre y sin presiones, estamos felices. Si llega el milagro, genial, siempre y cuando no coarte nuestra libertad.

-¿Cómo se porta el público zamorano?

-Es la cuarta vez que tocamos en Zamora y nunca en la vida nos han tratado mejor que Álvaro en el Ávalon. El público, súper entregado siempre y es un auténtico lujazo tocar allí. El aforo se queda un poco peuqeño pero nosotros nos hemos empeñado en volver allí porque nos encanta. Es más, nos gustaría volver todos los años.