Son más de una veintena de mujeres, magníficas artistas venidas de lares diferentes, entre ellas tres zamoranas, que, desde hace escasos días, deleita con su obra escultórica en el Museo Etnográfico de Castilla y León, donde permanecerá hasta el Sábado Santo, para hacernos meditar. El colectivo "Mujeres dos rombos" en su gira itinerante después de haber expuesto en Madrid, Sevilla y Córdoba llega a nuestra ciudad con su propuesta titulada "Heridas".

Todas las obras representan bustos de mujer, todos distintos pero todos unidos en la denuncia del dolor causado por el inicuo sufrimiento que han tenido que soportar ocasionado por aquellos, llamémosle, hombres, que, en algún momento, le han dicho te quiero, y que, vilmente, han osado levantarle la mano, causarle lesiones, heridas, fracturas e incluso, en muchas ocasiones, la muerte, o bien, provocándole lesiones emocionales, daño psicológico, agresiones verbales, insultos y vejaciones que dejan patente la bajeza del emisor.

Estas valientes mujeres, luchadoras y generosas todas ellas, levantan la voz y buscan nuestro aliento. Recorren nuestra geografía con su denuncia y más pronto que tarde Zamora tiene la dicha de contar con un elenco de artistas posicionadas frente a la iniquidad, frente al maltrato que los hombres más ruines infringen a las mujeres.

Ahí están todas ellas con sus protestas, con sus proclamas escritas a fuego al pie de sus obras escultóricas, dejando ver la palabra en la piel, mostrando su fragilidad, sensibilidad y su justo corazón, roto ya por las marcas sufridas, por las cicatrices invisibles, por muchas palabras tóxicas, que, en muchas ocasiones, son fruto del peso de la herencia, de la educación machista recibida, de ese modelo social patriarcal que propicia la desigualdad entre sexos. Hay que renacer de esa opresión. No puedes ser lo que él desee, la mujer abnegada, sacrificada y sumisa, la servidora, la princesa oprimida. Tú eres tú, debes aprender a ser tú sin él, con él y, si es necesario, a pesar de él.

En sus obras claman, gritan, para que esa mano que te acaricia no sea la protagonista de historias que matan. Que no haya más feminicidios. Te recuerdan que eres libre, que no admitas cadenas. No te culpes de lo que no eres culpable, no te causes autoheridas. No pierdas la autoestima. Levanta la voz. No permitas pasar la vida sufriendo, soportando para llegar a ser sonata de otoño. Vuela, levántate, no te dejamos caer. Tú eres, el dulce líquido, el néctar de la flor, el pistilo, el sustantivo universal. Vosotras, niñas, mujeres no soportéis más heridas, no más "scars". Gritémoslo en todos los idiomas. Evita el camino escarpado, no sufras saltando abruptos escollos por el arrecife marítimo, recorre el camino suave, abierto y luminoso que te permita ser lo que deseas. No estamos en la Roma clásica. La mujer no es propiedad del hombre. No pertenece al patriarca.

Denuncia. Delata. Acusa. La Ley y la Justicia te amparan. Comprueba que ese sujeto, inicuo, villano, tan machista, tan gallito en casa, ante una toga se transforma en un manojo de nervios, tiembla, sufre taquicardias y suda al contemplar las puñetas en la Sala de Justicia. Ese machito tan bravucón en la intimidad del hogar frente a una mujer, sola, desamparada, vencida, sensible y frágil, se torna en el delincuente más tembloroso ante el tribunal, cuando ha de afrontar la litis. Se esfuma aquella aparente valentía, el tigre se troca en manso cordero. A ese maltratador hay que recordarle que cuando fue martillo no dudó en golpear y, por tanto, cuando es yunque debe saber aguantar.