Una Nochevieja a menos 32 grados, sin uvas y comiendo ensaladilla rusa acompañada de un vaso de vino previamente «quemado», la tradición que da paso al Año Nuevo, podría ser la escena de cualquier filme norteamericano de la época de la Guerra Fría, pero es la estampa que resume el viaje de dos jóvenes zamoranos a Siberia en las Navidades de 2016. El precio excesivo de los billetes para viajar a Groenlandia fue el punto de partida del nuevo reto en el que se embarcaron Fernando Camacho y Sergio Nogueras, ambos originarios de Granja de Moreruela: recorrer Siberia en pleno invierno. La aventura comenzó en solitario pero el azar quiso que los dos jóvenes montañeros se encontraran en Islandia con los participantes del Polar Raid Universitario, una expedición que tiene como principal objetivo alertar de los peligros que acechan a las zonas polares, el más preocupante el calentamiento del planeta con los consiguientes cambios en la flora y la fauna, la desaparición del oso polar y una mayor actividad sísmica y volcánica.

Y ellos se unieron al viaje. Dejaron atrás la escalada de cimas y pusieron rumbo a esta parte de la Rusia oriental. «Éramos conscientes de que en un futuro este paisaje probablemente desaparecerá, así que había que dejar un poco la montaña y dedicarnos a zonas polares», señalan los dos aventureros, que ya han coronado la cima más alta de cada provincia española, un total de 52.

La andanza comenzó el mismo día de Navidad de 2016 y se alargó hasta el 3 de enero de este año. En esos diez días, los dos granjeños recorrieron buena parte de Siberia, desde Irkutsk hasta la pintoresca Ulan-Udé, capital de la República de Buriatia, donde se asienta el fabuloso monasterio budista Datsan.

De regreso hacia el Sur, los dos jóvenes confiesan haberse quedado impresionados con el paisaje que rodea el Lago Baikal, el más profundo del mundo, con las aguas más cristalinas del planeta y Patrimonio de la Humanidad. «Es el lago más viejo del mundo», explica Fernando Camacho. «El Baikal», añade, «permanece congelado de enero a mayo. Si se vaciase y todos los ríos vertiesen sus aguas en su lecho, no lo llenarían en un año». Es, además, el hábitat de 2.000 especies, de las que 1.200 únicas. Leyenda o mito, lo cierto es que los peces comunes que llegan al lago se extinguen. «Es un misterio», asegura Camacho, «parece que sus aguas miman lo extraño pero matan lo ordinario».

Hubo momentos duros durante el viaje. Soportar hasta -32 grados de temperatura requiere mucha «sangre fría», tanta como conducir por parajes y carreteras nevadas y con hielo que, al llegar la noche, «se convierten en auténticas trampas nocturnas». Y no fueron pocos los «cebos» que tuvieron que sortear los dos zamoranos. «Siberia representa aproximadamente el 76% del territorio ruso, así que trasladarse de un lugar a otro es un mundo», explican. «Calculamos que hemos recorrido unos 2.000 kilómetros», aseguran Camacho y Nogueras.

El Lago Baikal, que los mongoles llaman mar porque «a sus pies parece más bien un océano», es la perla de Asia pero también supone un gran peligro en invierno. Relata Fernando Camacho que «el espesor del hielo es suficiente para soportar el peso de coches y camiones pero, si hay cambios bruscos de temperatura, puede abrirse una grieta de 30 kilómetros que se traga todo». «Y siempre existe la posibilidad que te toque a ti», dice. Sin embargo, medio en broma medio en serio, cuentan que el momento más duro fue tener que llamar a casa a las 4 de la madrugada, hora española, para que «nos enviaran la copia de un carné de conducir para un trámite. Casi nos matan».

Siberia desde España evoca el frío y lo extraño, pero la experiencia de los dos granjeños con los compañeros del Polar Raid Universitario contradice los estereotipos. «Cuando llegas allí te sientes bien integrado, se vive como en cualquier otro sitio, eso sí con parajes escondidos de una belleza natural impresionante y con la ventaja de que es un territorio poco explorado por el turismo », afirman. Y tampoco les falta el sentido humor. Cuentan los dos españoles que los siberianos «tachan de aburridos nuestros inviernos porque cuando caen las temperaturas por debajo de cero grados, nos resguardamos en nuestras viviendas». En Siberia, solo cuando las temperaturas exceden los -20 grados, los niños no pueden salir de casa. Y los zamoranos, según la guía de Irkustk, tuvieron suerte porque su estancia en Siberia coincidía con una «ola de calor». «Y no los dijo con -18 grados y unos vodkas en la mano», recuerdan con humor los dos jóvenes montañeros.

Por ello, la preparación del viaje fue «más mental que física». «Aquí», comentan los zamoranos, «el objetivo era poder soportar las bajas temperaturas, por lo que nuestro esfuerzo fue encaminado a mejorar la ropa, en la que colabora la marca +8.000». En tan inhóspito paraje, los calcetines, los guantes, el gorro y las botas son fundamentales y la clave son «las capas: la térmica interior, el forro y el chubasquero corta vientos». Las huellas del comunismo aún se palpan, sobre todo, a la hora de realizar los trámites. «Hay mucho papeleo y necesitas una carta de invitación de un alojamiento ruso. Fue todo muy farragoso», lamenta Fernando Camacho. Y a cada paso, la memoria retrotae a la época «dorada » del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. En Ulan-Udé, por ejemplo, se encuentra el monumento más grande del mundo dedicado a Lenin, mientras que las banderas de la antigua Unión Soviética ondean por todas las ciudades. «Es normal, es parte de su historia», recalcan los dos turistas.

El encuentro en Islandia con los participantes en el Polar Raid Universitario fue providencial. Esta expedición en realidad tiene carácter universitario, pero también admite «a los amantes de la naturaleza y, en ese pequeño hueco que nos dejaron abierto, nos colamos», explican los montañeros zamoranos. Compartieron experiencias y peligros con 23 aventureros procedentes de 11 universidades europeas, entre los que había profesionales de la medicina, del Derecho, de los medios de comunicación y de la fotografía, todos liderados por el conocido José María Jayme Bravo.

Este teniente coronel de infantería creó el Grupo Militar de Alta Montaña y trabajó en la logística y la seguridad en las dos bases españolas en la Antártida. Una vez jubilado prefirió seguir viviendo aventuras y eligió a universitarios para viajar a lo más recóndito del mundo, desde el Círculo Polar Ártico en busca de la aurora boreal hasta Argentina, Chile o la zona oriental de Rusia.

El otro líder del grupo era Miguel Ángel Vidal, alpinista y guía en el Himalaya. Durante años fue guarda del refugio de Gredos y ha colaborado con el programa de Televisión Española «Al filo de lo imposible ».

El Polar Raid no es una competición. La idea es fomentar el trabajo colectivo por lo que las etapas se realizan en grupo y en cada una de ellas se ofrecen multitud de actividades que van desde excursiones hasta visitas a centros educativos y culturales, siempre que sea posible. «Íbamos en coches por equipos ya confeccionados en España», relatan los dos jóvenes, «y en cada etapa solamente se sabía el destino y su ubicación por GPS». «Vamos un Pekín Express no competitivo», añade Fernando Camacho. Eso sí, con menos presiones y más sensación de formar parte de un equipo que se une ante cualquier percance.

Y con estos «desconocidos», los dos zamoranos celebraron la Nochevieja del año pasado en un país remoto, a temperaturas que llegaron a los menos 32 grados, a las 5 de la tarde, hora española, sin uvas y comiendo, como no, ensaladilla rusa. Sin oír las campanadas, a las 00 horas del pasado 31 de diciembre, como manda la tradición siberiana, Fernando Camacho y Sergio Nogueras «introdujeron» un deseo en un vaso de vino y, tras quemarlo todo, se lo bebieron para dar la bienvenida al nuevo año, al 2017.

Durante su estancia, les chocó la falta de frigoríficos en las viviendas. Y es que refrigerar la bebida no es un problema en la parte oriental de Rusia. «Si las cervezas no están frías, se envuelven un rato entre la nieve y, en poco tiempo, fresquitas», cuentan medio broma.

Ya en España, y después de pagar por error en una cafetería madrileña con un billete siberiano, «esto no es de aquí», nos dijo el camarero, los montañeros confiesan que «el plan es que no hay plan» para comenzar una próxima aventura. Pero en sus cabezas rondan ya destinos como Laponia, la «casa» de Papá Nöel; Colombia; la Montaña Blanca de Perú, que forma parte de la Cordillera de los Andes; Nueva Zelanda o La Patagonia, que comprende territorios del extremo sur de Argentina y Chile.

Del libro «Subiendo España», que pretende ser un manual práctico en el que se recojan todas sus experiencias tras coronar en 12 meses la cima más alta de cada provincia española, en total 52, comenzando por Peña Trevinca, Fernando Camacho y Sergio Nogueras aseguran que la idea es publicar el trabajo a lo largo de este año. « "Subiendo España" es un proyecto colaborativo», explican, «con amigos que envían sus artículos para el libro». Ya tienen apoyo para la edición aunque esperan ayudas para la promoción.

El trabajo, cuyos pasos se pueden seguir en http://elsoplo.es/subiendoespana ambiciona convertirse en un libro de aventuras para todos los públicos «donde comunicarse con el lector a través de mensajes, conversaciones e historias de la vida real bajo la visión de un pez que se mueve por soplos de aire fresco en compañía de sus amigos».

El mensaje: «No entendemos que nadie pueda creer que algo es imposible ni que sea tan mayor para haber dejado de ser niño».