Mejorar la comunicación entre padres e hijos, hacer actividades juntos y poner límites en busca de un control social. Son las bases para prevenir el ciberbullying, un tipo de acoso sostenido a través de las nuevas tecnologías cada vez más frecuente entre los niños y adolescentes gracias al anonimato que ofrecen los móviles, los ordenadores y las redes sociales.

-¿Acosador o víctima? ¿Cómo puede un padre distinguir si su hijo asume uno de estos dos papeles?

-Es difícil porque muchas veces los padres se piensan que su hijo está sufriendo acoso escolar y luego se llevan una sorpresa porque están en la otra cara de la moneda. La frontera gris no es tan estrecha. Muchas veces es muy amplia y otras veces es muy fácil de pasar. Hay que fijarse en la sintomatología: si vemos que nuestro hijo de golpe y porrazo no descansa bien, está más irritable, tiene comportamientos que salen de la normalidad... es que algo está pasando. En muchas ocasiones, hay niños y niñas que están conectados hasta última hora de la noche y eso es un factor de riesgo, pero para eso están los límites. Ya decía Jean Paul Sartre que la semilla de la violencia era la falta de la comunicación. Con diálogo reducimos la posibilidad de que esta violencia se vuelva incontrolable.

-¿Los acosadores de hoy son los maltratadores de mañana?

-No necesariamente. Un niño puede estar en un ámbito de riesgo de maltrato y no desarrollar la violencia. Dos personas pueden recibir los mismos estímulos y generar comportamientos distintos. Que una persona haya ejercido maltrato no significa que luego lo vaya a ejercer ni que no pueda salir de este círculo. Eso se puede desaprender, otra cosa es un comportamiento violento que se ejerza de forma transversal en el ámbito familiar, relacional o laboral, en todas las áreas de su vida, aquí sí hay un factor de riesgo para que esa persona tenga un comportamiento de agresor. Éste no se hace de golpe, va subiendo peldaños que hay que detectar y trabajar en cada área a través de las emociones para que no acabe en la muerte de la víctima, el último paso de los peldaños.

-¿Qué efecto produce el anonimato?

-Cuando hay anonimato es cuando hay riesgo de que se produzcan agresiones y víctimas que no están detectadas. Si se normaliza y se socializa, se pueden detectar y así se podrán trabajar. Ésa es la clave, la detección y la prevención.

-¿Qué fórmulas existen de practicar el ciberbullying?

- Se puede enviar un mensaje de voz distorsionado, un mensaje escrito, se pueden usar páginas web... son mensajes que hacen muy difícil identificar a la persona que realiza ese tipo de agresión. Es una relación de desigualdad porque no hay dos personas que tengan el mismo nivel de información: hay una persona que agrede y otra que la recibe sin saber ni quién la ejerce y ni por qué.

-¿Ese anonimato complica la lucha contra el acoso cibernético?

-Claro que sí, pero que sea difícil no significa que sea imposible. Hay que lograr que todo el tejido social se implique sin excepción.

-¿Hay acosos que podrían evitarse si los colegios tuvieran más herramientas para afrontar el ciberbullying?

-Los centros escolares tienen protocolos para cuando se detecta cualquier tipo de violencia. Lo importante es que cualquier comportamiento violento pueda emerger como un iceberg, se pueda ver y sea posible trabajarlo. Estas conductas deben de ponerse en conocimiento del ámbito escolar y a partir de ahí, actuar. No se puede normalizar la violencia.

-¿Cuáles son las secuelas que arrastra un niño sometido a acoso en su infancia o adolescencia de adulto?

-Para hablar de secuelas tenemos que referirnos a que haya sufrido durante mucho tiempo acoso y no lo haya podido desprogramar. Hay un concepto que usamos los psicólogos que se llama la indefensión aprendida, que es cuando vemos un elefante en el circo. Están con una pequeña cadena atada a la pata y nos preguntamos cómo no son capaces de levantarla con la fuerza que tienen y su gran peso de toneladas. La respuesta es que cuando era pequeño le pusieron una cadena tan grande que lo intentó muchas veces y nunca consiguió hacerlo hasta que dejó de intentarlo. En ocasiones, muchas personas que sufren acoso se pierden y no tienen ya esa capacidad de lucha. Se puede salir de los comportamientos violentos y hay que evitar que las víctimas se conviertan en generadores de violencia. Hay que desaprender los comportamientos violentos.