Margarita González Sampedro ha sido testigo privilegiado, desde al dirección de la única residencia pública de la capital, de los cambios sociales experimentados en relación con el tratamiento de la vejez y el cuidado de los mayores.

-Tres décadas al frente de una residencia que por fuera a cambiado poco, pero por dentro bastante, supongo.

-Ha cambiado muchísimo, tanto por los criterios de atención como por los residentes. Esta residencia siempre ha sido de válidos. En principio fue creada como pequeños apartamentos y de hecho las habitaciones en su interior tenían un espacio que debía albergar una cocina que no se llegó a poner porque la primera experiencia que se hizo no fue positiva. El tipo de atención que se daba entonces era prácticamente hostelero porque las personas que accedían a la residencia eran perfectamente válidas.

-Descríbanos el ambiente.

-Cuando empiezo a trabajar aquí no había nadie con oxígeno; sólo temporalmente y en casos puntuales había usuarios en enfermería, cuando ahora permanentemente tenemos residentes con necesidad de atención directa de enfermería. No había andadores, había alfombras, lámparas, y un tipo de decoración y ornamentación del edificio que ahora mismo no es posible por el tipo de residentes que se están cuidando. La ornamentación de la residencia era como un gran hotel. Para que se haga una idea, había una sala exclusivamente de música.

-Era, supongo, otro concepto.

-El montaje en general era un sitio donde las personas iban a residir aparentemente durante el resto de su vida en perfecto estado. Pero la experiencia nos hizo ver que había que cambiar este tipo de atención.

-¿También se han hecho reformas arquitectónicas?

-Hemos hecho varias fases de obras, una de ellas muy importante, de hecho se quedó la residencia casi en estructura para cambiar desde tuberías a la disposición de las habitaciones. Se fue cambiando de atención, incrementando médicos, enfermeros, personal de atención directa y personal de servicios. Ahora estamos a las puertas del nuevo modelo de organización que la Junta y la Gerencia de Servicios Sociales ha establecido con las unidades de convivencia "Mi casa".

-¿En qué se basan?

-En un tipo de trato muy personalizado, donde los residentes son atendidos en pequeñas unidades de máximo 16 personas y con un tipo de atención muy directa.

-¿Hemos evolucionado en nuestro concepto de la vejez?

-Mucho. Cuando yo empecé a trabajar en la residencia había muy pocas personas que quisieran entrar a vivir aquí. De hecho en los primeros tiempos, no se cubrían plazas, porque las personas no tenían costumbre de acudir a las residencias ni había hábito de utilizar este tipo de servicio. Las personas que tenían muchísima necesidad acudían a los llamados asilos. Después ya gente más avispada vio lo que podía suponer en sus vidas este tipo de atención, de descarga de la familia, etcétera, empezaron a acceder a las residencias de este tipo y evidentemente cambió también la visión social por la evolución misma de la sociedad. Al principio las personas mayores eran atendidas por sus familiares, pero los cambios sociales, en la familia, la incorporación al trabajo fuera de casa de la mujer, ha hecho que las personas mayores precisen otro tipo de atención. No es que dejen de ser atendidas por los familiares, pero requieren otra organización. Los mayores vienen a la residencia y la mayoría siguen teniendo relación con sus familiares y una buena cobertura afectiva, pero se organizan las cosas familiar y socialmente de otra manera.

-Si la principio no se cubrían las plazas, ahora es muy difícil entrar.

-Hay mucha demanda de las plazas. Además ocurre que esta es la única residencia de Castilla y León, junto con una parte de la de Benavente que ofrece, hasta este momento, plazas para personas válidas, aunque en el futuro parece que se pretende cambiar ese concepto de atención y con el programa "Mi casa" y las nuevas necesidades sociales accederán prácticamente solo personas asistidas.

-¿La ley de dependencia cómo ha funcionado?

-Ha ofrecido servicios y prestaciones que complementan las plazas públicas.