El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, ha cumplido a principios de mes diez años al frente de la diócesis.

-Llegó desde Madrid a una realidad muy distinta, la de la diócesis de Zamora. Diez años después ¿cómo se encuentra al frente de ella?

-Desde que llegué me he sentido como si hubiera estado toda la vida. Me siento muy realizado, muy cómodo y muy arropado por la gente. No doy un paso sin que nadie me pregunte cómo estoy y no como forma de hablar (se sonríe) sino por interés por mi salud, pues por todos es sabido que tengo una mala salud de hierro. El destino en Zamora para mí ha sido un regalo.

-En esta década se ha puesto en marcha el Museo Diocesano en el templo de Santo Tomé, una joya en contenido y en continente.

-Tuve mucho interés en que esa iglesia no quedara reducida a un edificio. La Iglesia tiene muchas obras de arte y hablando con el delegado diocesano de Patrimonio se ha llevado a cabo un museo que combina la exhibición de obras permanentes y temporales. Lo que ya no tengo tan claro es si acude mucha gente por su ubicación. No obstante, a las personas que visitan la Catedral se les facilita la posibilidad de una visita combinada.

-Habla de la Catedral donde han puesto en valor muchas obras, han descubierto lucillos y la gran intervención ha correspondido a la apertura de la capilla de Santiago. Cuentan además con otro gran tesoro, la colección de tapices flamencos. ¿Para cuándo un museo exclusivamente para ellos?

-Para cuando tengamos dinero. Es muy costoso realizar un museo con unas salas adecuadas porque sería fuera de la Catedral. Los canónigos están de acuerdo en su realización y está en mi mente su ejecución. Es un proyecto a medio-largo plazo.

-¿Ya cuentan con ubicación?

-Podría ser (sonrisa), pero no hay nada en firme.

-Toro acaba de albergar la última edición de las Edades del Hombre siendo la segunda localidad de la diócesis en hacerlo.

-Yo he trabajado mucho por Toro, no lo digo por echarme flores. Desde que llegué en las reuniones del patronato de Edades, donde tienen presencia todos los obispos, he aportado muchas razones para que Toro fuera sede. Creo que ahora tenemos que dar un tiempo porque somos once diócesis y todas tienen derecho a albergar la muestra y más ahora que se está apostando por los pueblos. Los ayuntamientos son los que solicitan que se hagan las exposiciones a través del patronato. Cuando yo llegué ya estaba la petición de Toro y lo que me extraña es que Benavente no se sume. Benavente tiene la iglesia de Santa María o la de San Juan que darían para una edición de Edades.

-Si el Ayuntamiento de Benavente realiza la petición formal ¿contaría con el apoyo del Obispado?

-Por su puesto. Lucharía por Benavente igual que he luchado por Toro. Además me agradaría porque Benavente tiene la iglesia de Santa María, que es muy desconocida incluso en la propia provincia zamorana.

-La Pastoral Rural desde hace años lucha por el medio rural y ahora impulsa la puesta en marcha de una coordinadora, donde estén presentes diversas asociaciones y colectivos, para hacer que los pueblos sean una realidad donde se viva con dignidad.

-La dignidad de la gente del medio rural está por encima de todo. La iniciativa de unión entre sacerdotes y asociaciones me parece muy positiva y yo no puedo más que aplaudirla y desde mi posición, apoyarla. Yo voy mucho por los pueblos a partir de Semana Santa y el vicario general me dice que se me nota cuando voy a ellos. Es una paliza la que me doy con las confirmaciones, pero vengo lleno. En Zamora hay mucho arte, mucho patrimonio, mucha historia y la situación actual refleja el abandono de años y años.

-La edad de muchos sacerdotes es avanzada y los curas en activo en el medio rural tienen 13, 14 y hasta 15 pueblos yendo población tras población para la celebración dominical.

-Quiero aplaudir a los sacerdotes jóvenes que están asumiendo la dureza de esta situación con una cantidad enorme de pueblos. Cuando conocí la realidad de la diócesis tuve claro que no se iban a abandonar los pueblos. Se irán los médicos y los maestros, pero el cura no se va. La situación no es como hace 50 años cuando residía un sacerdote, pero los presbíteros acuden a las 303 parroquias, visitan y entran en contacto con la gente. No obstante, es verdad que no se puede tener una presencia más continua pero lo único que yo le pido es que tenga.

-Y en esa presencia ayudan los celebrantes de la palabra.

-Son un brazo de colaboración que forman unos 120 laicos que lo hacen de manera desinteresada. Domingo tras domingo se ponen delante del altar y expresan su fe, lo que tiene un valor impresionante. Valoro mucho su aportación y por eso tenemos tres reuniones anuales en las, al menos en una, participo.

-A los que también mima don Gregorio es a los seminaristas tanto a los de Zamora como a los que estudian en Salamanca.

-Sí. Si por algo se me ha de recordar es porque hice por el Seminario todo lo que pude. Un obispo tiene que preocuparse, ocuparse e implicarse con las nuevas vocaciones.

-En los últimos años han surgido nuevas vocaciones, de hecho el pasado diciembre ordenó a un nuevo diácono, pero al mismo tiempo un sacerdote ha decidido dejar su ministerio. Una cara y una cruz.

-Ha habido una baja muy sentida aunque la decisión no es definitiva. Ha sido solo un sacerdote y para mí ha sido uno de esos sufrimientos que no se ven pero que se sienten.

-¿Es mejor que un sacerdote abandone su ministerio antes de sea un mal ejemplo?

-Es mejor que abandone el sacerdocio a que sucedan cosas como lo de Tábara.

-El papa Francisco aboga por una política de tolerancia cero contra la pederastia en la Iglesia y la estructura de silencio y ocultación de los abusos. Usted es el máximo responsable de la diócesis de Zamora, ¿qué tiene que decir ante el caso del sacerdote José Manuel Ramos Gordón, expárroco de Tábara?

-Para mí es una vergüenza. Me siento avergonzado del comportamiento de ese sacerdote que tenía la encomienda de estar con unos muchachos. No entiendo su comportamiento, pues sus actuaciones eran continuadas. Para mí es una vergüenza y hay que tener tolerancia cero. Gracias a Dios en nuestra diócesis no hemos tenido estos problemas.

-¿Qué le diría al sacerdote si lo tuviera cara a cara?

-Creo que más que decirle, le miraría a los ojos fijamente y que él dedujera. Pienso que en el interior de esa persona tiene que haber algo serio que no funciona, pero ha estado 26 años en Tábara y los feligreses lo quieren.

-¿Y a las víctimas y a sus familias?

-Haría todo lo que humanamente pueda hacerse además de pedir perdón y hablar con ellos. Me preocupan las familias y los muchachos, ahora hombres, cuyas vidas han sido truncadas por una situación tan continuada.

-¿Le parece suficiente la condena dictaminada por el Obispado de Astorga?

-No voy a juzgar lo hecho por mi compañero, aunque debería de haber sido algo más.

-Un frente que ha tenido abierto muchos años ha correspondido a las cofradías y hermandades de Semana Santa.

-El obispo desde que llegó a la Semana Santa la mimó, pero cuando uno gobierna tiene que tomar decisiones que no gustan a todos. Me he pateado todas las procesiones, unas veces desde las aceras y otras veces con la capa puesta. La Semana Santa la quiero y la admiro, pero como obispo tengo que defender que tiene que estar abierta a hombres y mujeres. Yo me encontré con la adaptación de sus estatutos al Estatuto Marco ya en marcha, tuve que asumirlo y darle salida. Ha habido muchas cofradías que se han incorporado a él de manera lenta, pero todavía no todas.

-¿Y qué va a pasar con esas que todavía no permiten el acceso a la mujer? ¿Impondrá un exhorto como sucedió con las Capas?

-Tendremos que esperar y tener paciencia. No van a existir más exhortos. Tengo esperanza en que de manera natural vayan cambiando las hermandades. Los nuevos directivos vienen con otra mentalidad.

-Y una prueba de ello es que la presidenta de la Junta pro Semana Santa sea Isabel García Prieto.

-Es un nombramiento que para mí ha sido una gran satisfacción porque la valoro mucho. Me ha agradado mucho tras los jaleos que hubo con las mujeres que ahora una mujer sea la presidenta elegida por los propios presidentes.

-En este tiempo, ¿qué decisiones ha tenido que tomar que fueran dolorosa?

-Por las consecuencias que tuvo, el exhorto a las Capas. Nada me ha quitado el sueño desde que estoy en Zamora. Es una diócesis muy tranquila y abierta.

-En círculos semanasanteros el ofrecimiento del antiguo Patronato para el nuevo museo no acaba de cuajar. ¿Estaría dispuesto el Obispado a ceder algún inmueble o solar situado en el casco antiguo ?

-No depende solo de mí persona. El obispo no es un señor feudal que pueda hacer y deshacer a su antojo y en ciertos asuntos tiene que pedir permiso. Sería bastante difícil ahora mismo que hubiera otra cesión que no fuera la del Patronato, además, hasta ahora no han pedido nada. Yo he ofrecido el Patronato que está fuera del casco, lo que es un inconveniente para los desfiles procesionales. El obispo no se va a meter en estas cuestiones porque la decisión la tienen que tomar los presidentes.

-¿Se está olvidando la dimensión religiosa en la Pasión?

-Se puede olvidar si se preocupan de muchos aspectos que son aditivos de la Semana Santa y no de lo fundamental. Me gustaría que las cofradías no perdieran nunca sus señas de identidad católica y su dimensión social y caritativa, que casi todas tienen. Las hermandades tienen que mantener los cultos que hacen en Semana Santa y procurar que los cofrades acudan. Las cofradías no pueden despojarse de la dimensión religiosa.