La hija de la joven dominicana contó en una ocasión a la dueña del piso donde trabajaba su madre el maltrato que sufrían a manos del novio de esta y que tenían "miedo" de quien confesó el martes el doble crimen de ambas, ocurrido el 29 de junio de 2014 en el domicilio particular de las víctimas, en Vallecas, desde donde trasladó los cuerpos a San Vicente de la Cabeza para ocultarlos en un pozo.

Sin embargo, la joven, Adolfina Puello Sánchez, nunca le relató directamente a la mujer ningún episodio de violencia de género hacia ella ni de agresión a su hija, confirmó la testigo a preguntas reiteradas del juez que preside el juicio con jurado contra el único imputado, el zamorano Raúl Álvarez del Río, celebrado en la Audiencia Provincial de Madrid.

Quien ha sido una de las principales testigos en la investigación policial y judicial porque afirmó durante la instrucción conocer de primera mano que el acusado Raúl Álvarez del Río era un maltratador y que controlaba a Adolfina, cayó ayer en contradicciones durante los interrogatorios. Llegó a decir que la joven, que tenía 32 años cuando fue estrangulada por Raúl, nunca le confesó el maltrato. "Era muy discreta y no contaba nada de su vida", apuntó la propietaria del piso donde Adolfina ejercía la prostitución junto a otras mujeres. Reiteró que sabía del maltrato "por lo que oía y veía", aunque nunca presenció ninguna escena ni la víctima se lo llegó a confesar.

La casera agregó que cuando recriminó a la joven dominicana que permitiera a Raúl pegar a la niña, la joven le contestó que esta era muy nerviosa y era difícil de manejar. A partir de ahí, no volvió a dejarla estar con la pequeña, precisó.

La mujer, que llegó a contar que creía que Adolfina ganaba entre 1.000 y 1.500 euros a la semana con su trabajo, vivía con su familia en otro piso de la calle de Viriato y visitaba a diario el que tenía alquilado a las mujeres en la calle del General Martínez. De modo que, no siempre estaba en el piso y no ha quedado demostrado que compartiera habitación con Adolfina, como había afirmó durante la instrucción.

Esta testigo contó que el acusado controlaba el Facebook de Adolfina durante los dos año y medio que fueron pareja, que rastreaba con su ordenador los contenidos del muro de la víctima y que cambió las contraseñas para poder acceder al de su novia, una versión que no parece tener base, puesto que la Policía Nacional que analizó el ordenador del imputado no encontró ni programas espía ni de rastreo en el ordenador.

El jurado pudo escuchar ayer al informático al que Raúl había llevado su ordenador para que se lo arreglara porque no le funcionaba bien. El testigo aseguró no haber visto nada y concretó que le cambió el sistema operativo y que hizo un formateo, una limpieza de contenidos.

En la sesión de ayer también testificó un amigo íntimo de Adolfina que dijo haberla conocido en el año 2009 como cliente, relación que se transformó en amistad con el paso del tiempo. El hombre aclaró que Adolfina nunca le confió que tuviera miedo de Raúl. Durante su declaración indicó que la fallecida le confió que quería tener una pareja, a lo que él le aconsejó que dejara la vida que llevaba para poder encontrar a alguien con quien iniciar una relación.

Los integrantes del jurado pudieron escuchar también al dueño del trastero que alquiló Raúl y que se barajó que lo habría hecho para ocultar los cadáveres de la madre y su hija antes de trasladarlos a Zamora. Una hipótesis que se habría venido abajo porque no se encontró ningún resto de ADN que pudiera indicar que los cuerpos de las víctimas hubieran estado en ese habitáculo.

La policía científica no halló ninguna prueba más en esa habitación que pudiera vincularse con el doble crimen de madre e hija. El acusado declaró el martes que ese trastero lo había alquilado porque se lo pidió Adolfina, ya que quería guardar efectos personales mientras estaba fuera de Madrid. Tenía previsto irse de vacaciones, declaró.

El dueño del local no aportó ayer ningún dato nuevo, ni conocía a Raúl ni a Adolfina, dijo. Contó que la Policía Nacional le había pedido el contrato y que se limitó a entregarlo.

La operación de alquiler la llevó a cabo una trabajadora, quien compareció ayer para no despejar ninguna duda, confirmar que lo alquiló y que nunca se llegó a usar. El magistrado le preguntó si sería posible acceder al interior del recinto en el que se encuentra aprovechando que otro inquilino abriera la puerta, a lo que indicó que pudiera ser. En la sesión de hoy está previsto que comparezcan los policías que investigaron el caso.