"No sabía si todo era un sueño" o si de verdad había asesinado a su expareja, Adolfina Puello Sánchez, y a su hija, Argelys, eso fue lo que le impulsó a volver a Zamora, a San Vicente de la Cabeza, al lugar exacto donde se había deshecho de los cuerpos de sus víctimas. Hizo el viaje de regreso en busca del pozo a los dos días de haber cometido los crímenes. Eso contó ayer el zamorano Raúl Álvarez del Río al jurado popular que deberá decidir si cometió dos asesinatos, como afirman la Fiscalía y las acusaciones particulares (familias de las víctimas) o dos homicidios, como sostiene su abogado que solicitaba la absolución por falta de pruebas hasta la confesión de ayer. El joven no relató más allá. Solo que se dirigió al pozo y pudo comprobar que no se trataba de ninguna pesadilla, sino de una realidad tangible: había estrangulado a quien fue su pareja dos años y medio y a la hija de la mujer. Los cuerpos estaban en el fondo del acuífero.