Estranguló, "fuera de sí", primero a la madre, a la joven dominicana Adolfina Puello Sánchez, en el transcurso de una discusión en la concina del piso de la calle Sancho Panza donde vivía la mujer con otras compañeras, y lo hizo con la puerta cerrada, no en presencia de la hija de su exnovia, la pequeña de nueve años, Argelys, que apareció en la estancia después, posiblemente al escuchar las voces, fue entonces cuando el joven zamorano imputado también la asfixió con sus manos.

Esa misma noche, metió los cuerpos en bolsas de plástico y los desplazó en su coche hasta Zamora, a San Vicente de la Cabeza, para deshacerse ellos tirándolos a un pozo y regresar a Madrid, sin que haya precisado la hora. Raúl Álvarez del Río, el joven zamorano imputado en las dos muertes violentas ha sostenido que no era capaz de creer lo que había hecho, por lo que a los dos días regresó a Zamora, a San Vicente de la Cabeza y comprobó que los cuerpos estaban en el pozo. En el transcurso del interrogatorio en el juicio con jurado que se celebra en la Audiencia Provincial de Madrid y que se prolongó hasta pasadas las 12.00 horas, el joven ha apuntado que actuó solo en todo momento.

La Fiscalía y las acusaciones mantienen que el procesado cometió dos asesinatos sabiendo lo que estaba haciendo, con plena consciencia, por los que el acusado se enfrenta a penas de entre 38 y 52 años de cárcel, que incluyen el maltrato habitual a madre e hija, delitos que Raúl ha negado.Su testimonio da un giro al caso, puesto que su letrado afirma que se trata de dos homicidios imprudentes, que a lo sumo serían penados con cuatro años de prisión y descarta los episodios de violencia de género con su exnovia y maltrato hacia la niña.

Poco más ha declarado recordar Raúl Álvarez del Río sobre los crímenes que cometió la noche del 29 de junio de 2014, quien ha dicho que tiene "lagunas" de lo ocurrido en el domicilio de su exnovia, por lo que no ha ofrecido ningún detalle sobre cómo se sucedieron los dos presuntos asesinatos, "fruto de un acaloramiento" durante la discusión, en el que "perdió el sentido de la realidad", según ha mainfestado a preguntas de la fiscal, de las acusaciones particulares y de su abogado. La confesión de las dos muertes da un giro al caso, al admitir que cometió los crímenes pero sostener que nunca tuvo intención de hacerlo y que se encontraba "fuera de sí", ya que deja abierta la puerta a la calificación de los hechos como dos homicidios imprudentes, tesis que mantendrá su abogado y que le permitirá pedir penas máximas de cuatro años de cárcel.

A lo largo de un interrogatorio, en el que se mostró conmovido en dos ocasiones, relató que metió los cuerpos de madre e hija en unas bolsas que había en la vivienda, las bajó a la calle, las metió en el maletero de su vehículo y las trasladó ya de madrugada hasta Zamora, a San Vicente de la Cabeza, el único lugar que se le ocurrió. Tampoco fue capaz o quiso precisar la hora a la que llegó a la pequeña localidad alistana, donde se dirigió directamente al pozo para arrojar los cadáveres que nunca estuvieron en el río Aliste, aseguró.

El joven de 32 años ha negado que colocara piedras y hierros sobre los cuerpos para evitar que flotaran, detalles que tampoco recuerda con exactitud, solo que a los dos días volvió al pueblo "porque no podía creer lo que había hecho", ha relatado su letrado sobre los testificado en el juicio con jurado que sigue la Audiencia de Madrid.