En vida se le habían tributado ya los homenajes que su figura merecía, pero la muerte de Ángel Bariego, no por esperada ha sido menos sentida para todas las personas que le conocieron. Y es que se va un hombre íntegro, de brillante intelecto, de los que vencen porque convence ("era un encantador de serpientes"), gran conversador, trabajador, luchador filósofo de la vida y coherente a más no poder.

Ángel Bariego Núñez (Villalpando, 1934) vivía sus numerosos hermanos en la posada que sus padres, Vitorio y Lucía, regentaban en la zona de la plaza de Toros, donde hoy está el cuartel de la Guardia Civil. Su amigo de juventud Demetrio Madrid, por aquel entonces en la JOC (Juventud Obrera Católica) relata cómo Bariego estudió en el seminario de Zamora, donde se ordenó sacerdote y, tras su paso como coadjutor en Fuentesaúco, pidió permiso para irse a Madrid a estudiar sociología. Fue en la capital de España donde Bariego entró en contacto con los movimientos de los curas obreros del padre Llanos y trabajó junto a la madre Rosario (jesuitina) en Orcasitas.

Posteriormente regresa a Zamora y es destinado a la parroquia de San José Obrero, que acababa de crearse, junto con otros dos sacerdotes, Marcelino Gutiérrez y Manolo Tapia. "Siempre le gustaba recordarlos. Eran distintos a los curas al uso, vestían como nosotros y se acercaban a la gente. Vinieron a vivir al barrio a desarrollar un trabajo con la gente", dice Conchi Carricajo, una vecina de San José Obrero que conoció bien a Bariego y su labor. Como Elena Cifuentes, algo más joven, primera concejala socialista de Zamora, que compartió también muchos momentos con Bariego. Todos recuerdan aquellos años. Cómo la casa de los curas de la Avenida de Galicia tenía siempre la llave puesta para que entrara todo el mundo en busca de alimento, de ayuda o simplemente de conversación. Cómo empieza a crearse una conciencia ciudadana, en una época en la que el miedo era el rey. "Se empezó un movimiento social y se hizo la asociación de vecinos y de desarrollo comunitario, que fue la primera que se hizo en Zamora y era como un referente también para otras ciudades", cuenta Conchi Carricajo. Los sermones dominicales de Bariego atraían a todo el barrio y la progresía de la ciudad, pese a que la Policía, recuerda Elena, esperaba a la puerta sin perder detalle de lo que el padre exponía en su homilía. "Decía que él era de la PobreT" y con la asociación se crearon los seminarios de cultura y ayudar a la gente. Y la gente aprendió: a coger el gusto por la lectura y por el debate. Y a reivindicar. En septiembre de 1976 se produce (con Bariego en primera plana) la primera gran manifestación de Zamora, para que se pusieran vallas en la avenida de Galicia que evitaran los atropellos mortales. Y fue Bariego el artífice de la compra de La Josa, que quedó propiedad de los vecinos. Bariego, aún de cura trabajaba en la construcción y tras dejar la sotana fundó la cooperativa Cobrera, a la que se llevó por delante una crisis del sector. Trabajó también en Campesinos y como gerente del Asovino.

Años más tarde Ángel Bariego fue el convincente portavoz del movimiento ciudadano que luchó por el Cuartel Viriato.