La primera evaluación sobre los desprendimientos acaecidos el pasado domingo en las peñas de Santa Marta descarta cualquier tipo de daño estructural en las rocas sobre las que se sustenta la ciudad de Zamora. La Concejalía de Urbanismo y Obras del Ayuntamiento ha constatado que los derrumbes producidos por la incidencia del viento fueron "de tono menor" y por ello no existe preocupación sobre la estabilidad de la estructura. Desde la administración local, a falta del preceptivo informe técnico sobre lo ocurrido, afirman que no cabe lugar para el peligro dado el pequeño tamaño de los trozos de roca desprendidos durante el temporal que mantuvo a la capital en alerta naranja a lo largo de la pasada semana.

"Fueron fragmentos muy pequeños, prácticamente del tamaño de un puño". Así describen desde la Concejalía de Urbanismo y Obras del Ayuntamiento de Zamora los desprendimientos producidos en las peñas de Santa Marta el pasado domingo que obligaron a intervenir a los bomberos. Aquella jornada, en pleno temporal de viento que obligó a activar la alerta naranja, los efectivos del cuerpo municipal de bomberos tuvieron que acudir a un aviso por la aparición en la cuesta de las peñas de varios fragmentos de roca que no habían podido resistir la ferocidad del vendaval.

Tres días después del incidente y a falta del necesario informe técnico por parte del área de Urbanismo del consistorio de la capital, todo parece indicar que los desprendimientos no han supuesto nada extraordinario para la estructura de la roca. De hecho, aseguran desde la Concejalía que la primera evaluación descarta cualquier tipo de peligro para la estabilidad del entorno, dado que los derrumbes de estos trozos de la piedra se pueden catalogar como "de tono menor", según apuntan desde el área.

Lo cierto es que es la primera vez que se registran incidentes relacionados con derrumbes en las peñas de Santa Marta después de la finalización de su restauración hace ahora poco más de dos años. Una intervención que se realizó durante un espacio de seis meses y que consistió en la reconstrucción de la propia roca, rellenado las concavidades existentes con fragmentos de otra similar, procedente de canteras próximas a la capital. Aquella intervención, impulsada por el Ministerio de Cultura y dirigida por el arquitecto local Francisco Somoza, incluyó la apertura de sistemas de drenaje para evacuar las aguas intramuros y las que transcurren bajo la roca, al objeto de detener en lo posible el proceso de su deterioro, lo que se denomina arenización.