El escritor Luis García Montero participó el martes en un encuentro en la biblioteca municipal de Candelaria, una actividad enmarcada dentro de las celebraciones con motivo del 30 aniversario de la puesta en marcha del espacio cultural municipal que dispone de dos sedes.

-Lleva tres décadas dedicándose a la escritura.

-Vive en mí el adolescente que se emociono con un libro en las manos y en el proceso de la poesía y la creación la figura del lector es tan importante como la del lector. La edad te va haciendo que vayas cambiando. Cuando empiezas la emoción se traduce en impaciencia, tienes que investigar para conseguir tu propio mundo; cuando va pasando tiempo la emoción te requiere paciencia porque lo que quieres hacer tiene que tener el impulso de la necesidad de tu verdad no quieres caer en la receta de volver a escribir lo que ya has hecho. Las repeticiones matan la energía de la creación y en ese sentido hay que ser paciente y tener cosa nuevas que decir.

-Y ¿hay cosas nuevas por decir?

-El mundo de un escritor tiene unas claves. Se dice que un autor siempre hace el mismo libro pero las personas no somos piedras, vamos cambiando con nuestros años y de acuerdo con la sociedad en la que vivimos. La sociedad actual nada tiene que ver con la de los años 80 de cuando publiqué mi primer libro. La literatura es un testigo de su tiempo aunque hablemos de las cosas más íntimas. El poeta responde a qué digo yo cuando digo soy yo y si empiezas a matizar? van cambiando. Cuando mi hija dice soy mujer dice algo muy distinto de cuando lo decía mi abuela, lo que nos recuerda que los seres humanos somos cultura y mentalidad y la cultura es testimonio de un tiempo.

-Paradójicamente ahora no corren buenos tiempos para ella.

-La cultura actual me gusta poco. La cultura ha ido deslizándose de una concepción como educación y formación de la persona y de su conciencia crítica a un entretenimiento, de hacer tiempo de ocio y del barato. Los españoles tenemos un IVA cultural muy alto porque las políticas que se han impuesto la han entendido como un entretenimiento, como un espectáculo pornográfico, lo que no me gusta. Y además en la idea de entretenimiento funciona la idea de que todo es mercancía nos convierte en consumidores y nos convertimos en objetos de usar y tirar. La literatura es una manera de narrar. En poesía y novela hace falta un tiempo narrativo, una herencia de los mayores una manera de meditar en el pasado como forma de responsabilizarnos de algo que pasara a ser herencia de nuestros hijos.

-¿Cómo se puede dar cabida a este tiempo?

-Me parece que la formación humanística debería ser muy importante. Es muy peligroso renunciar a la parte humanista del saber.

-Y a la parte artística.

-La palabra arte me hace pensar en la imaginación y la sensibilidad ante la realidad. El arte, decía John Berger que acaba de morir, convierte la mirada en un punto de encuentro entre nuestro interior y la realidad exterior, que suele ser muy hostil, y el arte consigue logra ese encuentro viendo algo con lo que nos identificamos. Por otro lado, la educación en esa sensibilidad tiene imaginación moral. Decían los ilustrados que es imposible compadecerse del dolor ajeno si no estás educado en una sensibilidad moral para comprender al otro. Cuando lees, pones en marcha un espacio hospitalario y el amor del que yo hablo es el del lector o lectora que habita el poema. La literatura nos enseña a ponernos en el lugar del otro.

-En última instancia nos ayuda a ser seres más sociales.

-Yo creo que sí, en un tiempo de usar de tirar me parece que crear lazos de diálogo entre persona resulta fundamental. Otro exponente es el lenguaje. En época donde existe una ilusión colectiva hace falta matizar las palabras para entendernos pero cuando se pierde esa idea de comunidad con un OK o con un mensaje de pocas palabras nos basta. El lenguaje se empobrece en ese tipo de sociedades que van a un entretenimiento zafio.

-¿Se podrá frenar?

-No, yo no soy por naturaleza positivo. He aprendido a vivir en el como sí pudiera recuperarse porque he aprendido a dudar del progreso. Una experiencia de la poesía del siglo XX fue la toma de conciencia de que la tecnología puede avanzar hacia lugares que no nos gustan, que pueden convertirse en espacios de destrucción del planeta y del ser humano. No todo lo que surge como avance de la técnica nos conduce a buen lugar y se rompe lo que creo que propone la educación humanística, que cada avance técnico vaya acompañado de un avance moral. Son planteamientos que tienen poco futuro y para otros puede ser ingenuidad. El planeta ahora ya está evidenciando los cambios climáticos y quizá sea él el que nos ponga firmes porque qué futuro le vamos a dejar a nuestros hijos.

-En su opinión, ¿cómo será?

-La vida de nuestros hijos va a ser peor que la que hemos tenido los padres. Ha sido una quiebra más que en el pensamiento político. Mis abuelos vivieron una época dura con la Guerra Civil pero mis padres vivieron mejor, y mis padres me dieron una vida mejor que la que tuvieron ellos. Durante un tiempo pensé que mis hijos tendrían una vida mejor, pero ya no lo creo. La economía que se ha impuesto hace que la producción haya sido sustituida por la especulación, lo que ha supuesto una degradación de los puestos de trabajo y una pérdida de derechos sociales muy fuerte. Además los estados cada vez con menos soberanos y más globales.

-Usted es un referente poético para varias generaciones de creadores. ¿Se siente identificado con este planteamiento?

-No, porque para un creador es peligroso dejarse invadir por los sentimientos de vanidad porque la conciencia crítica se pierde. Hay que seguir en duda con lo que se hace. Además ahora me he dado cuenta de que Rafael Albertí, con 80 años, me trataba de tú a tú cuando yo tenía 22 años, cuando se bajó del mito que era y se acercó a mí como un amigo, me estaba enseñando a tomar en serio a los jóvenes. Cuando un joven se acerca a mi hago lo mismo y pienso que son jóvenes maestros. Me interesa más lo que pueda aprender yo de ellos que lo que yo pueda enseñarles, sin duda también es por mi profesión de docente.

-¿Se arrepiento de haber dado en su momento el salto a la política?

-No, porque creo que la política es una dimensión del ser humano y es el mejor invento para resolver los conflictos de manera pacífica y para organizar la sociedad. Además me preocupa el descrédito de la política que ayuda a quienes quieren tener las manos libres para jugar con nosotros. Hay que intentar mejorar la política. Comencé a militar en el PCE en 1976 y participé en la fundación de Izquierda Unida y en una situación complicada los compañeros de Madrid me pidieron que dejara mi militancia poética y que me presentara. Sentí la responsabilidad de hacerlo, sabía que me sentiría mejor conmigo mismo dando el paso.

-Como hombre de izquierda, ¿ve factible la unión de las izquierdas?

-Creo que sería muy útil pero me surge en mí la duda por mi experiencia. IU fue un proyecto político que pretendía la unión de las izquierdas y fracasó porque la organización del Partido Comunista en vez de dar una respuesta de la izquierda a la realidad que vivía España quiso controlar internamente la organización y utilizó a IU como una máscara de sus propios intereses. Otra cosa que me preocupa es que muchos de los dirigentes que destrozaron IU por controlarla, ahora hablan de la unidad de IU y Podemos para pasarse a Podemos y pasar los antiguos vicios a Podemos.