Investigadores, etnomusicólogos e investigadores, durante las dos últimas jornadas, han profundizado en la labor realizada por el etnomusicólogo Miguel Manzano en un homenaje tributado en el Museo Etnográfico en el primer reconocimiento de este tipo que recibe el zamorano en la ciudad.

-¿Cuáles fueron sus primeros pasos en el mundo de la música?

-Mi padre era un buen músico, él me enseñó a leer las partituras porque tuvo como maestro de Magisterio a Gaspar de Arabaolaza. También estudié todos los cursos en el seminario música y antes de ser ordenado sacerdote, fui organista de la Catedral por mandato del obispo que me mandó a hacer dos cursos de música sagrada en Vitoria. Cuando entré se acababa de jubilar Arabaolaza quien formó parte del tribunal que me examinó para el puesto.

-¿Qué supuso en su trayectoria el coincidir con este músico?

-Conocerle fue una emoción porque era aquel hombre del que tanto había oído hablar a mi padre y después recibí de él enseñanzas teóricas y, sobre todo, aprendí de él estudiando sus obras. Componer música, inventar melodías y acompañarlas con una armonía lo aprendí a su lado aunque él no enseñaba directamente pero aprovechaba cualquier ocasión para darme directrices. Es el músico que en el último siglo y medio más ha destacado en España. Su obra, tanto vocal como para órgano, es poco conocida y me ha influido.

-La música religiosa la ha cultivado desde distintas vertientes.

-Escribí "Los salmos para el pueblo" y con mis obras introduje la guitarra en la iglesia, lo que supuso un escándalo para alguna gente a finales de los 60. Entre 1968 y 1972 cada año salía un disco mío con temas que están en todos los cancioneros religiosos como "Qué alegría cuando me dijeron", quizá el tema más popular. Son obras que supusieron que yo fuera conocido a un nivel muy amplio y económicamente nos ayudó a mi mujer y a mí, que éramos entonces unos recién casados. Fue un ejemplo de composición para todo el mundo que empezó a escribir para la Iglesia en castellano.

-¿Se ha sentido maestro de los que le sucedieron?

-En cierto modo sí, pero lo cierto es que a esa corriente de canciones para la Iglesia se apuntó mucha gente que no sabía como músico donde tiene la mano derecha. Si hay 100 canciones, 20 valen para algo, cinco son muy buenas y el resto, de escaso valor. Es una tendencia que todavía continua y veo la deriva de la música de contenido religioso que está imitando a la canción pop como para meter el mensaje con músicas que suenan hoy.

-En estos momentos afronta un encargo de música religiosa. Díganos en qué consiste

-Me han encargado cuatro obras, cuatro salmos desde una editorial de Estados Unidos, de Oregón, que edita repertorios de canciones para la comunidad latina en ese país y para todos los países de habla hispana de Sudamérica.

-Su andadura musical arrancó con el gregoriano y no lo ha abandonado.

-Siempre que me han pedido composiciones, las he hecho. Por iniciativa propia escribí "Lucernario" que creé tras regalarme un ejemplar que recoge 270 himnos gregorianos, algunos ya los conocía y otros no. Su lectura me hizo pensar que había que tomar unos cuantos himnos y componerlos tal y como se cantaban, algo no muy usual ahora.

-Una faceta suya que todavía desconocen muchos zamoranos es su vinculación con la Semana Santa. A usted corresponde la autoría de piezas muy entroncadas con nuestra Pasión.

-Se debe a amistades y compromisos que me han "obligado" a hacer algo en concreto para un momento de una procesión. Me insistieron hasta que hice "Crux Fidelis" y "Christus Factus Est", porque sino cantaban temas de difuntos y nuevamente hace dos años la Hermandad del Espíritu Santo me pidió un complemento y les hice otra cosa más corta, "Adoramus te Christe". Luego vino "Jerusalem, Jerusalem", por encargo. Me lo pidieron y yo me lo pensé porque si yo no lo hacía, lo haría otra persona que a saberse cómo lo hubiera hecho. Yo sabía que si lo componía yo, estaría bien hecho. Les puse un precio simbólico, creo que fueron 40.000 pesetas. Este tema quizá sea el más conocido. Posteriormente me han hecho algunas sugerencias, pero estoy retirado de la Semana Santa desde mis últimos años de cura porque el culto de verdad, las celebraciones del templo, están vacías y los desfiles llenan las calles.

-Una faceta fundamental de su trayectoria es la recuperación de la música tradicional oral. ¿Cómo llega a ella?

-Llegue a este ámbito por querencia desde niño. Cuando iban saliendo cancioneros de folclore musical los iba comprando porque me interesaba estudiarla para encuadrar la música tradicional. Cuando nació nuestra primera hija, Diana, vivíamos en un piso donde hacía mucho calor en verano y pensamos pasar unos días fuera. Era 1971 y recuerdo que me encontré con un amigo que era sacerdote y le pregunté que si sabía de alguien que nos pudiera dejar una casa para pasar los calores. Él tenía libre una vivienda en Losacino nos la prestó, llevamos media casa (risas) y nos fuimos para allí. Lleve un magnetófono y un buen día pregunté a un religioso del Corazón de María, ya fallecido, si me podía cantar temas tradicionales que supiera. Él me puso en contacto con la delegada de Sección Femenina en el pueblo, Plácida, quien junto con otras mujeres empezaron a cantar. Finalmente grabamos más de 45 canciones.

-¿Por qué siguió con el rastreo?

-Tras transcribir las canciones, vi que había un material muy bueno. Aprovechando mis contactos con los pueblos comencé a rastrear. Por entonces me ganaba la vida dando clases de música y un mes en verano alquilábamos una casa y toda la familia nos trasladábamos. Estuvimos en Camarzana de Tera o Alcañices, entre otros lugares. Fruto del trabajo de seis años de patear la provincia, salieron 1.100 canciones que vieron la luz en "Cancionero de folklore musical zamorano" que salió adelante editorialmente gracias a nuestros ahorros, de hecho le pagamos con libros al editor.

-¿Qué implicó la publicación de ese volumen?

-Entrar en la jerarquía de los etnomusicólogos que admiraba y tenía en mi biblioteca. Tras García Matos estaba ahora Miguel Manzano.

-Y fue el inicio de más trabajos.

-Efectivamente porque cuando estaba en proceso de edición ese volumen, Ángel Barja me indicó que habían convocado una beca para hacer un cancionero de León. Inicialmente el proyecto lo íbamos a llevar a cabo entre los dos, pero al año de comenzar falleció Barja.

-¿Qué conllevó?

-Los dos primeros tomos del primer volumen los editaron al poco de morir él y la beca la repartí al 50% entre su viuda y yo. Con posterioridad el entonces presidente de la Diputación de León, Alberto Ruiz, quiso seguir y proseguí otros cuatro años hasta publicar otros seis volúmenes. Cuando estaba concluyéndolo, me llegó una propuesta desde Burgos y realicé el cancionero de Burgos. También hice el Cancionero de Castilla y León, que surgió porque el antropólogo Luis Díaz, el primer director del Centro Castellano de Estudios Folklóricos, quiso hacer un volumen con temas que recogieron otros músicos y que yo transcribí en dos tomos.

-Estas publicaciones suponen un gran escaparate de la música popular tradicional de esta región.

-En España según los cálculos de quien lo ha estudiado se han recogido alrededor de 80.000 canciones editadas y transcritas y yo he llegado a unas 10.000, un 10% lo que no está nada mal (risas). También pude conseguir que el centro de cultura tradicional de Salamanca editara unas colecciones que habían grabado Aníbal Sánchez Fraile y Manuel García Matos, un millar de canciones, y saqué a la luz el trabajo que realizó el musicólogo alemán Kurt Schindler que en los años 30 recorrió España y estuvo por Castilla y León. No hay que olvidar que la cultura popular es la vida en todas etapas y además te ayuda a conocer un tipo de existencia que ha desaparecido.

-¿Se valora las músicas viejísimas?

-Cada vez más porque tienen unas sonoridades muy especiales. Además yo me inspiro en estas música tradicionales para componer otra obras que estudian en distintas lugares, de hecho he recibido estos días u emotivo email de un estudiante de piano canadiense emocionado por mi obra "More hispano", editada en Londres.

-En su doble faceta de profesor de música reglada e investigador de la música tradicional, ¿cree que esta última disciplina debe enseñarse en la formación de un músico? -Por su puesto, sobre todo en las primeras etapas de la formación musical para que se aprenda a leer cantado un tipo de música que no está asentada sobre las notas, sino sobre otros modos y escalas. De esta manera a un futuro músico le vas a abrir horizontes para comprender muchas músicas que han sido compuestas por otros músicos e inspiradas en la tradición. Sin salir de España Albéniz, Granados, Falla y Turina son figuras que tienen grandes obras inspiradas en esta sonoridad. Ahora está empezando a estar en donde debe ser estudiada, en los conservatorios y en las universidades como una materia más. No obstante, es laboriosa su entrada porque el músico todavía es reacio a esta música que es imperfecta, que viene de oído, que se escribe porque la tienen en la memoria y que sigue siendo de segunda clases.

-Pero que ha experimentado un gran auge.

-Sí, un boom que hace que corra peligro de ahogarse porque como no estudien lo que hay en los libros... la tradición está agotada. Todavía hasta ahora podías encontrar a gente que cantara, ahora apenas quedan testimonios.

-Alude a recurrir a los libros para llegar al conocimiento. Usted ha donado su archivo sonoro, las miles de grabaciones que tenía a la Biblioteca Nacional, lo que permitirá en un tiempo que se puedan escuchar estos testimonios a través de Internet.

-Es una decisión de familia porque en mi sótano había unas músicas grabadas en miles de kilómetros recorrido con mi mujer y mis hijos y queríamos que fueran a parar a un sitio donde se conservaran materialmente en el soporte que tienen y que se divulgara. Es una manera que la música agotada tenga más vida y se conozca.

-Usted también ha divulgado la música tradicional a través de grupos corales.

-El fundar Voces de la Tierra surge cuando Fabriciano Prieto y yo pusimos en marcha una academia de música. De manera paralela decidimos crear un coro en el que hubiera una base instrumental que añadiera colorido a las voces. Nos fuimos a Madrid e hicimos un curso acelerado. Él fue a recibir clase con un batería muy importante y yo con Pedro Iturralde. Estuvimos trabajando un año y entonces sacamos el disco "Tonadas" que son canciones de Zamora. Esta formación funcionó 14 años, tiempo en el que grabó seis discos, cuatro de folclore, uno de Semana Santa y dos de canciones religiosas y realizamos cientos de conciertos. Nos patrocinó Caja Zamora que nos absorbió y yo comencé a trabajar a media jornada en el aula de música que puso en marcha la entidad. Al desaparecer todo aquello pasé al paro y me preparé las oposiciones a catedrático de conservatorio y saqué plaza en Salamanca. Recuerdo esta última etapa con satisfacción pues sistematicé en apuntes todo aquello que tenía disperso y dejé allí abierto una senda en la que me sucedió la profesora Lola Pérez.

-Alollano es su último proyecto vocal.

-Primero fue un poco en familia y luego ya dimos el paso de cantar de una manera más seria. Hemos grabado cuatro discos con el sello RTVE, fue una antología de música de Castilla y León. Posteriormente el doble disco de la pastorada leonesa y el último "De la buena cepa. Canciones de Toro y su alfoz". Tenemos preparado uno sobre Sayago dentro del proyecto de sacar álbumes con las canciones de cada comarca, pero hasta el momento no hemos encontrado patrocinadores para publicarlo.