Desde los primeros momentos del descubrimiento de América, algunos zamoranos llegan a Cuba para participar en la conquista y colonización de este nuevo e inmenso mundo. En la expedición que dirige Diego Velázquez de Cuéllar para conquistar Cuba en 1511 figura, entre otros, el zamorano Diego de Ordás quien, después, participaría junto a Hernán Cortés en la conquista de México. Durante el periodo colonial se documenta la presencia de zamoranos, algunos tan destacados como fray Juan de las Cabezas Altamirano, designado obispo de La Habana en 1602. Otros se integrarán en la élite habanera del siglo XVII, como los miembros de la familia toresana Osorio de Pedroso.

Mucho tiempo después, durante la guerra de independencia cubana, hallamos a muchos zamoranos en la contienda alineados en ambos bandos. Sabemos que unos 1500 llegaron con el Ejército Expedicionario Español y otros se sumarían a ellos formando parte de los batallones de voluntarios. Otros zamoranos „como el capitán Nicasio Pérez Calleja o el alférez Ignacio Velázquez Ferrara„ lucharán en el Ejército Libertador Cubano contra sus coterráneos. Al finalizar la guerra, muchos zamoranos desmovilizados optarán por iniciar una nueva vida en Cuba. Cuando al filo del nuevo siglo la administración colonial norteamericana realice un censo de población de Cuba registrará nada menos que 411 familias zamoranas residentes en la Isla.

No obstante, el proceso de emigración en masa se había iniciado algunos años atrás, con especial intensidad a partir de 1880 y hasta finales de la década de 1920, con un repunte en lade 1940 y principios de la siguiente. Se trata de uno de los fenómenos históricos contemporáneos más trascendentales para Europa y América. Dentro de nuestro país y del vecino Portugal la emigración será especialmente significativa en el cuadrante noroeste, particularmente en aquellas áreas más deprimidas. Ya en nuestra región, y muy particularmente en Zamora, la emigración es uno de los fenómenos más intensos, duraderos y determinantes de nuestra historia. Aún hoy lo es hasta el punto que Zamora puede ser definida, sin ambages, como «tierra de emigrantes».

Este fenómeno es mucho más hondo que lo que las estadísticas, siempre incompletas, revelan. Para el caso concreto de Cuba, estimamos el número de emigrantes para el aludido periodo de «emigración en masa» en torno a 25.000 zamoranos. Más importante aún es el carácter continuo de la corriente migratoria con una particularidad que afecta precisamente a nuestra provincia. De los destinos migratorios de los castellanos y leoneses, Argentina fue, sin duda, el preferido en este periodo. Sin embargo, Cuba no solo se mantendría como uno de los destinos preferidos de los zamoranos, si no que, puntualmente, superaría al argentino. Tomemos como ejemplo 1917: ese año, de cada 100 zamoranos que emigraron, 85 lo hicieron a Cuba.

Entre las causas y factores que modulan la emigración zamorana entre finales del siglo XIX y el primer tercio del XX hay muchas comunes al resto de Europa. Es el caso de la revolución que se produce en el ámbito del transporte marítimo. Los nuevos buques a vapor reducen enormemente el riesgo, tiempo y costes del viaje. Como en el resto de Europa, Zamora se ve inundada por los anuncios de las compañías transatlánticas que fomentan, junto con diversos agentes de emigración, la aparente facilidad de ese viaje. Algunos de esos agentes, los llamados «enganchadores», obrarán no pocas veces con una total falta de escrúpulos. Las facilidades ofrecidas se complicarán en ocasiones en los puertos de salida, con trámites burocráticos y corruptelas a las que se enfrentará el emigrante, generalmente jóvenes, pero también hombres y mujeres adultos cuyas familias quedaban en la aldea de origen a la espera de ser reclamados desde América. El nuevo sueño americano, que en el caso zamorano se sumaba a una vinculación cultural centenaria con Cuba, se iba tiñendo de tonos grises.

Otro fenómeno común entre la emigración zamorana y la global europea de este periodo es la consolidación de una verdadera tradición migratoria en ocasiones fomentada por los gobiernos de las jóvenes repúblicas americanas. Año tras año, el efecto llamada se retroalimentaba, especialmente en las comarcas más deprimidas que, en nuestro caso, se identifican fundamentalmente con el oeste zamorano. Además de suponer un requisito para entrar en Cuba, la carta de llamada respondía al impulso de todo emigrante de reagrupar a su familia. También daba respuesta a las expectativas de una vida mejor que reclama- emigración será multiplicador. Por otro lado, la atracción de los coterráneos reforzaba la posición del emigrante en Cuba y explica las sólidas redes de apoyo y solidaridad que se manifiestan informalmente o en el ámbito asociativo, como ocurre con el caso de Fermoselle, uno de los focos más activos de la emigración zamorana.

Sin embargo, otras causas y factores son más específicos de la historia de nuestro país y de nuestra provincia. Uno crucial es la profunda crisis agraria que sufre Zamora en este periodo por razón de una escasa industrialización, la fallida reforma agraria liberal y otras causas estructurales de tipo productivo, social y político. A las anteriores se suman crisis que tienen un impacto brutal en nuestra provincia, como la filoxera que arrasa nuestros viñedos desde finales de la década de 1880 y se prolonga en las décadas siguientes. Finalmente, otro fenómeno específicamente nuestro fue el contexto de las guerras coloniales españolas, particularmente en Marruecos, sostenidas sobre un injusto sistema de quintas que penalizaba a aquellos jóvenes sin recursos. Esto empujará a muchos jóvenes zamoranos a la emigración, legal o clandestina.

La atracción hacia la Perla de las Antillas se forjó así sobre la fascinación de un mundo de oportunidades, sobre la conexión histórica entre Zamora y Cuba, sobre la atracción ejercida por el floreciente negocio del transporte transatlántico o los propios coterráneos emigrados. Pero también, y fundamentalmente, por la necesidad de sobrevivir a la guerra y a la miseria, y por la pulsión de forjarse un futuro allí donde otros zamoranos habían iniciado una nueva vida: Cuba.

(*) Centro de Estudios de la Emigración Castellana y Leonesa / UNED Zamora