Nada. A la pregunta de qué va a ocurrir en Cuba después de Fidel Castro, la respuesta es: nada. El periodista Jorge Moreta, gran conocedor de los entresijos de la isla y cuya experiencia ha plasmado en el libro "Cuba, más allá de Fidel", se muestra pesimista sobre la posibilidad de que un cambio llegue al mar Caribe después del fallecimiento del comandante. Es más, habla de "castrismo después de los Castro". De una prolongación del sistema implantado hace seis décadas por los hermanos Raúl y Fidel. Y no será por culpa de un recrudecimiento de las relaciones con Estados Unidos a través de la figura de Donald Trump, algo que no cree que ocurra. Sino que será cuestión de esos aliados anónimos que han sustentado el castrismo desde 1959.

-Parece, desde el exterior, que Fidel Castro ha muerto en una etapa de apertura. Usted, conocedor dl interior, ¿cree que la situación es realmente la que se percibe?

-No hay duda de que se perciben signos de cambio desde el exterior. El problema es que ahora en el exterior vivimos inmersos en algo en lo que Cuba lleva ya sesenta años: una campaña de titulares. Los Castro han tenido una estrategia muy clara durante todas estas décadas, que ha sido soltar un poco de aire para que la caldera no explote. La caldera es el país y el aire lo han soltado en momentos de mucha presión. Así ha sido durante los años más duros del gobierno castrista, por ejemplo, cuando la crisis de los balseros, cuando el éxodo del Puerto de Mariel o con las últimas medidas bilaterales acordadas con Estados Unidos para la apertura de embajadas o para permitir la venta de casas, que antes estaba totalmente prohibido. Es un recurso, bien para que el país no explote, o bien para dejar un poco de circulación de divisas dentro del país.

-¿Qué supone la muerte de Fidel Castro para el futuro de la isla?

-Supone que se muere un señor de 90 años, que lleva los últimos diez desaparecido, y se queda su hermano, que es otro anciano de 85 años. Esto reafirma que estamos hablando de una monarquía tropical, donde una sola familia se ha perpetuado en el poder durante sesenta años y ha sobrevivido a once presidentes estadounidenses, desde Eisenhower a Obama. Donald Trump era el duodécimo, pero Fidel ya no ha sobrevivido.

-¿Se producirá una transición en Cuba o Raúl Castro seguirá los pasos de Fidel?

-No creo que haya una transición real. Lo deseable por todos, especialmente por los propios cubanos, hubiera sido la aparición de un Adolfo Suárez cubano. Pero mi visión es pesimista y creo que no va a pasar nada a partir de ahora. A Fidel lo van a cremar, le van a dar el funeral que elija su familia y todo va a seguir más o menos igual. Cualquier cambio rápido, que es lo que demandamos desde fuera, no existe en la era de los Castro. Y no cabe ningún tipo de transición, porque eso quiere decir que los Castro tienen que irse y no se quieren ir. Al final, cualquier apertura significa que para que nazca lo nuevo, tiene que morir lo viejo. Y en Cuba va todo tremendamente lento precisamente por eso, porque los Castro quieren mantener y controlar el poder.

-¿Tan fuerte es el poder de los Castro para que Raúl, él solo, pueda mantenerlo?

-Fidel ya ha muerto y Raúl tiene 85 años, por lo que lo normal es que su mandato no se demore mucho más en el tiempo. Pero son los propios castristas los que, cuando muera Raúl, van a seguir perpetuando el castrismo sin los Castro.

-¿Y quiénes son esos castristas?

-La clave es que son muchos. Cuando Fidel se echa en brazos de los soviéticos, copia los modelos de seguridad que regían la Europa del otro lado del muro, la del otro lado del Telón de Acero. Allí era el control manzana a manzana y en Cuba lo llaman control cuadra a cuadra. Algo que se articula con los Comités de Defensa Revolucionarios, los CDR.

-Y nacen los llamados "cederistas".

-Se trata de muchísima gente que controla los movimientos y los pensamientos de sus propios vecinos. Es el gran hermano que todo lo ve. Y gracias a ese control, unido al del ejército, ha sido posible que los Castro se mantengan sesenta años en el poder. Se trata de personas anónimas, porque en cuanto cualquiera ha querido despuntar, ha dejado de estar ahí. Los Castro nunca han permitido que nadie les haga sombra. Entonces, esa gente, que tiene ciertos privilegios dentro de lo que es Cuba, va a querer que todo siga como está.

-¿Y no aparecen signos de debilidad en el sistema?

-Sí que es verdad que se está resquebrajando poco a poco. Ese control que siempre han tenido los Castro a través de su único periódico, el Granma, se está perdiendo con la llegada de Internet. Blogueros como Yoani Sánchez les han hecho bastante daño.

-Con todo esto que narra, da la impresión de que la apertura de Cuba es puro paripé.

-Hay que darle la interpretación que tiene. En los últimos diez años, la Venezuela chavista ha apoyado al gobierno castrista mediante acuerdos bilaterales. Venezuela le imprimía economía a Cuba y Cuba ofrecía mano de obra a Venezuela, principalmente médicos. Pero llega un punto en que Venezuela no puede mantenerse a sí misma, no digamos ya a Cuba. Y además llega un presidente como Barack Obama, con perfil aperturista y conciliador, que abre embajadas y deja entrar cruceros en la isla. Es una apertura muy de titular, pero el cambio todavía es pequeño. Lógicamente, por estar a 110 millas de Estados Unidos y por su posición estratégica en el golfo de México, Cuba terminará antes o después cerca de Estados Unidos.

-¿Se recrudecerán esas relaciones con la llegada de Trump?

-Puede ser la primera impresión que da Donald Trump. Cuando escuchas a un tipo que dice que va a levantar un muro en México y lo van a pagar los mexicanos, puedes pensar que qué mal lo va a pasar Cuba. Pero también es verdad que Trump es un hombre de negocios. Y como buen hombre de negocios, no solo no va a frenar esa apertura y esos proyectos comerciales, sino que los va a potenciar. Ahora bien, Guantánamo es absolutamente innegociable y seguirá siendo una base estadounidense en territorio cubano.