Alberto Chicote estuvo a punto de finalizar la reapertura del restaurante de Zamora en un tenso, bronco e insólito programa de Pesadilla en la cocina, Pesadilla en la cocina,que tuvo frente al televisor a miles de zamoranos la noche de este jueves. También frente a la pantalla del móvil o la tableta, participando en una animada noche que no acabó del todo bien. Cuando el reestreno estaba ya presto a finalizar, el chef se hartó de la dueña del local y le preguntó si quería que se marchara. «Yo no digo lo contrario», aseveró la propietaria. La respuesta generó una reacción insólita en el cocinero, que se marchó del restaurante sin pronunciar la arenga final a los empleados, deseándoles suerte para un futuro incierto. Todo lo contrario. «Me voy con la satisfacción del trabajo bien hecho, pero de donde no me quieren, me tengo que ir», pronunció Chicote. Y, en efecto, se fue.

Es la primera vez que el programa de televisión de La Sexta termina de esta manera. Y no porque a Chicote no le quedaran ganas de mandar a freír espárragos a otros cocineros y dueños de restaurantes. Pero esta vez... el desafío planteado por Sole desde el inicio fue demasiado. «No creo que lo vaya a pasar muy bien con esa actitud», sentenció el chef. Y es que la propia Sole había hecho propósito de enmienda ante Chicote, dando su palabra de cambiar su actitud de confrontación constante con sus empleados. Las críticas de Jonathan, el cocinero, y el hecho de que los empleados demostraran que sabían hacer las cosas solitos fue demasiado para la dueña.

Antes de las secuencias más tensas, del desenlace, Chicote dejó escenas memorables. Como la habitual prueba de la carta, cuya traducción al inglés no le convenció demasiado. Especialmente el Bacalao a la tranca, un «Cod to the iron» que quedará para el recuerdo. El chef se había estudiado la gastronomía zamorana y fue directo a por el arroz de la tierra y los habones sanabreses. Anque nada le gustó demasiado. Más bien, al contrario. Así es la costumbre. Si no, ¿qué habría que arreglar?

Identificado uno de los problemas, al chef no le costó hacerlo con el otro, el más grande. El enfrentamiento constante de Sole con sus empleados. «Si no bajo a cocinas, es para no ponerme de mala hostia», le había espetado a una de las ayudantes. En fin, Chicote tomó nota e intentó ayudar todo lo posible. Sobre todo confeccionando una carta de reapertura con lo más granado de la gastronomía zamorana: rebojo zamorano, garbanzos de Fuentesaúco con bacalao, tortilla con espárragos, ancas de rana, sopa castellana, cangrejos... Todo con una pinta excelente, listo para la inauguración.

Zamoranos de a pie, que seguramente fueron seguidos de cerca por sus amigos y familiares, participaron en el estreno. Y la cosa tenía buena pinta€ pero la dueña del local continuó con su actitud combativa y disconforme. Y ahí se torció todo. Fue una pena, porque la esperada edición zamorana quedó... un tanto chafada.