Populismo o "establishment". A esa elección se enfrentan hoy los ciudadanos norteamericanos para elegir al que será su 45 presidente, puesto que ocuparán o bien la demócrata Hillary Clinton o bien el republicano Donald Trump. No hay tercera vía.

"En Trump vemos el populismo extremo, a un candidato que ha cruzado todas las líneas rojas posibles y que ha recogido el malestar de una clase media que se siente alejada y abandonada por el sistema americano, que no tiene perspectivas de futuro. Lo ha hecho diciendo muchas mentiras, pero lo ha hecho. Su discurso heterodoxo y simplista ha calado. En Hillary vemos todo lo contrario, un discurso muy institucionalizado, muy técnico, no emotivo ni seductor y sí fundamentado en su larga experiencia política. Trump es emocional, Clinton es racional", asegura el sociólogo zamorano David Redoli, presidente de la Asociación de Comunicación Política. "Al republicano le falta ser más cerebral y, a la demócrata, ese punto humano", apostilla Redoli sobre las características del discurso de los dos candidatos.

A nadie se le escapa que las elecciones de hoy están marcadas por el "fenómeno Trump". Cómo una personalidad tan irreverente ha conseguido tantas fidelidades entre el electorado es algo "muy difícil de explicar, cuyo origen podría encontrarse en el modelo económico. Es cierto que las desigualdades sociales han ido a más, que cada vez es mayor el número de personas que tiene dificultades para llegar a fin de mes. Ha buscado chivos expiatorios, como los inmigrantes. La gente que estudia, trabaja y gana 700 dólares mientras ve como los de arriba ganan 10.000 cuando han hecho lo mismo se cabrea. Y a eso se ha agarrado Trump, con un discurso facilón y simplista que no tiene, realmente, una queja hacia el modelo económico".

Y es que Trump, para bien o para mal, ha cambiado muchas cosas. Primero, ha obligado a los medios a replantearse su papel. "Tiene a favor a la FOX y a otros medios, pero vemos que los movimientos de opinión ya no se forman con la prensa, se forman en Internet, donde los algoritmos de búsqueda nos dan resultados que van en la línea de lo que pensamos de antemano. A los afines a Trump les presentan las virtudes de su candidato y a los de Clinton, lo mismo". Y segundo, las presidenciales de hoy marcan un punto de inflexión en un partido tan potente como el republicano estadounidense. "Obliga a su partido a replantearse la situación, a recuperar sus esencias. Nunca este partido ha hecho planteamientos tan destructivos como los de ahora. Deben pensar en el futuro".

Trump, Trump, Trump... ¿Y qué hay de Clinton? "Pues ha quedado un poco eclipsada", resume Redoli. "Una campaña como la que se ha vivido ha escondido un debate que se antojaba fundamental, el de las connotaciones de que estemos ante la primera mujer que aspiraciones serias de ser presidenta" de la primera potencia mundial. "Trump se lo ha comido todo. No hablamos de que, con la elección de Hillary, se corregiría la anomalía histórica que todavía no ha llevado a ninguna mujer a la Casa Blanca. Y esto perjudica a la demócrata", una candidata que, pese a todo, tampoco levanta pasiones. "Muchos votarán pensando en el mal menor", asegura Redoli, extremo que es compartido por el también sociólogo zamorano Manuel Mostaza. "Trump y Clinton tienen el mayor nivel histórico de rechazo entre los votantes. De la misma manera, no deja de ser significativo el perfil de los candidatos: el outsider Donald Trump, un millonario inversor inmobiliario sin ninguna experiencia política previa, estrella de un reality show televisivo, y Hillary Clinton, la primera mujer en lograr la nominación de uno de los dos grandes partidos políticos de los Estados Unidos".

Sin embargo, más allá de las singularidades de las elecciones de 2016, el sistema electoral estadounidense tiene características que, en sí mismas, no siempre son fáciles de entender desde la Europa continental, asegura Mostaza. En primer lugar, la fecha. Estados Unidos es una de las pocas democracias consolidadas en las que no se vota en una jornada festiva. "Se trata de un viejo resto de cuando el país era básicamente agrario y los electores tenían que desplazarse a votar a cierta distancia de su lugar de residencia, un viaje que solía ocuparles el lunes anterior a la votación".

"Otro elemento destacado de estas elecciones es que, aunque algunos votantes lo ignoren, los ciudadanos no eligen de manera directa al presidente del país, sino que lo que hacen es votar por unos compromisarios, miembros de un Colegio Electoral, que son los que luego en realidad eligen al presidente", asegura Mostaza. "La Constitución del país, plenamente democrática, escondía algunos temores de los Padres Fundadores hacia los excesos de la democracia (comprensibles, habida cuenta de la novedad del sistema a fines del siglo XVIII), por lo cual se optó por un sistema de pesos y contrapesos, en la que el poder está distribuido entre los poderes del estado federal y los reservados para cada Estado".

Y una peculiaridad más. "En 48 de los 50 Estados que componen la Unión el candidato más votado obtiene todos los electores en juego; es decir, si en Florida, por ejemplo, uno de los candidatos derrota al otro por un solo voto de los ciudadanos, obtiene los 29 votos electorales que están en juego en el Estado. Esto puede generar situaciones paradójicas, como la que se dio en las elecciones del año 2000, en las que el candidato demócrata Al Gore perdió las elecciones al obtener sólo 266 votos electorales frente a los 271 de su rival George Bush, pese a que Gore consiguió medio millón de votos ciudadanos más que Bush a lo largo del país".

Lo único cierto, antes de las elecciones, es que la campaña y sus circunstancias han reflejado la crisis que afecta a los partidos tradicionales de todo el mundo. De hecho, el voto a los minoritarios crece y, según las encuestas, roza el 5%. Pero la grieta entre "establishment" y populismo no es tan grande como para que entren, de momento, otros partidos. Trump o Clinton, he ahí el dilema.