El polifacético Alberto Porlan ha intervenido recientemente en el Museo Etnográfico, donde dio a conocer sus conclusiones sobre el pueblo tarteso que expone en su libro "Tartessos, un nuevo paradigma".

-El interés por los tarsesos procede de?

-Fue por una casualidad, como suceden muchas veces las cosas. Yo encontré una configuración geográfica muy determinada hace años y me puse a explorar aquello, lo consulté con personas que más sabía, como don Julio Caro Baroja, y llegué a una serie de conclusiones. Con posterioridad hice una prospecciones en la zona que me facilitó la comisión del Quinto Centenario y ahora he vuelto sobre mis pasos porque he descubierto un error en mis cálculos porque ahora sitúo a este pueblo en un lugar muy concreto.

-¿Para usted de qué lugar se trata?

-Es una isla fluvial que hace el río Barbate, en el término de Medina Sidonia en la provincia de Cádiz.

-¿Por qué lo ubica ahí y no en la desembocadura del Guadalquivir donde se ha pensado durante años?

-Porque considero que ubicarlo en la desembocadura del Guadalquivir es un error clásico, lo que yo he bautizado como el error bético. No pudo estar nunca en Doñana por, entre otras razones, porque no coinciden las distancias marítimas, no coinciden las distancias terrestres y no existe ningún cabo entre el Guadiana y la desembocadura del Guadalquivir. Soy un hermenéutica, trabajo con los textos clásicos, y mi investigación ha consistido en desentrañar las publicaciones clásicas sobre este pueblo, el más importante un poema marítimo "Oda marítima", escrito por el latino Rufo Festo Avieno. No sabemos nada de esa civilización y todo lo que decimos son suposiciones incluso las piezas que achacamos a ese pueblo son muy discutibles. Además, ha surgido una corriente que niega la existencia de la misma ciudad, lo cual es aberrante porque, en mi opinión, lo niegan de una manera poco científica. Sobre tartesos no hay nada científico no puede haberlo porque carecemos de datos. Ellos desaparecieron en el siglo VI antes de Cristo, probablemente, tras la visita que nos hicieron los griegos.

-Usted ha impulsado la realización de una prospección en la isla fluvial. ¿Cómo va esa empresa?

-Estamos en ello. El Ayuntamiento de Medina y la Universidad de Cádiz han hablado. El Consistorio tiene el proyecto y es muy probable que en breve, quizá el mes que viene si tenemos algo de suerte, podamos empezar.

-¿Qué espera hallar?

-¡Esa es la gran pregunta! (risas) Si yo tuviera razón y efectivamente los sondeos respondieran a lo que parece verse en las fotografías aéreas, estaríamos ante la civilización más antigua de Occidente, y se ignora si fue un grupo autóctono o si es parte del gran contingente atlántico. La conjetura que yo defiendo es que Tartessos es la base de lo que sirvió a Platón para hablar de Atlantis en su Critias y en su Timeo. El compró esos informes y como no podía explicar la realidad que leía lo convirtió en una fábula.

-¿Por qué cree que empleó ese lugar Platón?

-Porque él perseguía los conocimientos de los Pitagóricos y terminó comprando los libros secretos de esa secta e incluso los integrantes de esa secta le acusaron de hacerlo. Platón no se lo inventó. No tenía ningún motivo para inventar esa fábula, simplemente tuvo acceso a esa información y la utilizó para que no se perdiera por completo. Como no podía decir que aquello era el resultado de una embajada que habían tenido los griegos en Tartessos, lo puso en boca de sacerdotes egipcios, lo adornó con magnitudes imposibles, pues según él los atlantes habían construido una zanja de 1.500 kilómetros de largo y de más de 100 metros de ancho, algo totalmente ridículo (risas).

-A la luz de todo lo que ha leído ¿qué pudo tener esa ciudad?

-En la primera parte de mi libro planteo una teoría que se puede comprobar excavando, mientras que en la segunda es una conjetura indemostrable pero a la que llego a partir de una serie de datos e indicios coherentes. Creo que Pitágoras formó parte de una embajada que se hizo a Tartessos, relatada por Herodoto, y encontró una serie de conocimientos y materiales que le impidieron comunicar porque la expedición debía de ser secreta. Con la prohibición y el juramento de no revelar lo descubierto, montó una secta, la de los Pitagóricos y ellos sí sabían lo que Pitágoras conocía. Platón quería tener acceso a ese conocimiento, pero la secta exigía cinco años de presencia antes de contar algo, cuando supo que podía adquirir los libros secretos, los compró.

-¿Cómo ha acogido el ámbito académico sus conclusiones?

-Cuando uno no pertenece al estamento académico es censurado. No hay investigación sobre el tema y nunca se ha realizado una investigación multidisciplinar sobre esta civilización. Tartessos es un tesoro cultural inmenso y sabemos que estuvo en algún lugar de la costa atlántica andaluza pero nunca se ha promovido una investigación seria y rigurosa porque en España existe muy poco interés por el pasado, nunca no lo ha habido.

-¿Por qué?

-Realmente no lo sé, pero si los alemanes o los franceses tuvieran en su territorio un enigma como este, porque Tartessos es el paradigma de todas las riquezas, ya se habría resulto.