La escritora Montserrat Abumalham presentó ayer, acompañada del actor y dramaturgo, Némer Salamun, su libro "De la ceiba y el quetzal", en la Alhóndiga. Los beneficios de la venta de la publicación serán destinados íntegramente a la Asociación Tacaná.

-¿Cómo nace este libro?

-El libro procede de mi experiencia en Centroamérica, que te toca porque la realidad es muy violenta y muy difícil en situaciones normales. Esa realidad de alguna manera te engancha y es un choque con tu propia realidad, te fermenta dentro y tienes la necesidad de echarlo fuera.

-¿Por qué elige la forma de pequeños relatos?

-Yo siempre he escrito, tengo ya un libro epistolar publicado y alguna novela sin publicar. Yo escribo desde jovencita y mi forma normal de reflexionar es a través de la escritura. Pensé que como me iban surgiendo historias y personajes podía ser un libro relatos. Son 13 relatos que ofrecí a un editor, Paco Marín, quien ha sido muy generoso porque ha cedido sus derechos a la asociación.

-¿Qué aborda en los relatos?

-El hilo conductor es ambiental. Lo que hay son temas recurrentes: la violencia de las maras, la situación de la mujer, de la infancia, de la sanidad pública y la educación sin olvidar el problema del alcoholismo o las pugnas entre la iglesia católica y las evangélicas. Además de sensibilizar queremos que la gente sepa que son fruto de una experiencia personal y retrata una realidad ante la que todavía el ciudadano es receptivo. Soy una de las fundadoras de la ong, una labor que me ha aportado la capacidad de aprender y de modificar convicciones algo que resulta difícil cuando tienes más de 60 años.

-La recaudación del libro va destinada a una ong que usted ha puesto en marcha.

-Mi marido y yo trabajábamos con otra fundación cuando vivíamos en Madrid y quisimos al trasladarnos a Murcia hacer una especie de sucursal, pero no cuajó lo que nos animó a poner en marcha una nueva asociación para poder seguir apoyando un proyecto en el que habíamos contribuido, un hogar para niñas que son enviadas por el Tribunal de Menores y los regentan unas monjas en Guatemala. Nuestro compromiso conlleva la financiación de becas para el estudio de tipo profesional así como un maestro de apoyo y una psicóloga. La cifra de beneficiarias oscila pero ronda las 25 niñas que hay en el hogar a lo que se une dos o tres niñas que viven en los alrededores porque es un medio rural, unas 30 personas se benefician en este lugar. A mayores hemos ampliado nuestra acción a Nicaragua, Costa Rica y a una comunidad indígena del norte de Guatemala.

-¿Qué les hizo diversificar los países de acción?

-La pura experiencia. En Nicaragua la zona donde trabajamos en la zona norte, muy rural con una agricultura de supervivencia. Ahí hay adultos que pueden ir a la universidad y que pueden trabajar su propia tierra pero precisan una capacitación superior para hacerlo. En este proyecto damos el salto a estudios universitarios porque para un verdadero desarrollo en los países pobres hace falta una formación. Nosotros queremos capacitar a la gente. Así en la comunidad indígena de Guatemala financiamos los estudios de unas niñas que viven unas en la capital y otras en la zona norte de Vera Paz. En el proyecto que tenemos ahora en Costa Rica ayudamos a una joven financiándole sus estudios universitarios. Además hemos apoyado un proyecto de manera esporádica en Panamá que ha consistido en hacer unas cocinas ecológicas en cinco escuelas donde los beneficiarios se multiplican y supera los 200 niños.

-¿Cómo funcionan en Tacaná?

-Nosotros vamos dos meses al año a la zona y hacemos un tour por todos los proyectos que apoyamos. Tenemos tres delegadas en Guatemala y otra en Nicaragua, nosotros le remitimos el dinero y ellas lo gestionan, nos devuelven las cuentas y revisamos in situ todo.

-¿Qué nuevos proyectos quieren respaldar?

-En Nicaragua queremos apoyar un proyecto de recogida de agua de lluvia porque las lluvias son muy irregulares con grandes sequías y hay problemas para el consumo. Tenemos que estudiarlo y ver cómo conseguimos la financiación.

-¿Cuentan con apoyo público?

-No, nuestra fuente de financiación son los particulares. Además en estos años el euro ha bajado por lo que el poder adquisitivo en Centroamérica ha bajado, hemos perdido un 30% de poder adquisitivo por euro y eso se nota mucho pero la ventaja es que conseguimos unos 12.000 euros al año y con ese dinero hacemos todo. Pese a poder hacer menos cosas con un euro, el dinero cunde y llevamos un control muy estricto y el viaje que realizamos lo costeamos de nuestro bolsillo.

-¿Qué perfil tiene la persona que colabora con el colectivo Tacaná?

-Fundamentalmente tenemos socios en Murcia, Andalucía, Madrid o Extremadura. Tenemos algunos socios fijos, alguien que paga una cuota o que nos da una cantidad de manera trimestral. Contamos con una página en Facebook, asociación Tacaná y un email asociaciontacana12@gmail.com y quien quiera conocernos puede utilizar los dos cauces.