Su larga experiencia en cooperación internacional hace que vea la realidad de los países pobres de una manera especial. Patricia Cazorla, trabajadora en Cáritas Cuenca, apuesta por una inversión para que estas zonas se conviertan en autosuficientes, a la vez que insiste en reeducar a la sociedad del denominado primer mundo.

Qué le pasa a uno por la cabeza para pensar en la cooperación internacional?

-¿Qué motivación hay detrás de lanzarse a la cooperación internacional?

-En el caso de la delegación de Cáritas en Cuenca, por ejemplo, tenemos a 16 voluntarios que son desde periodistas hasta panaderos y sus motivaciones son muy diferentes. Unos lo hacen porque les interpela ver las noticias internacionales y sienten que tienen que contribuir de alguna forma a solucionar el problema, otros vienen porque han tenido experiencias de personas cercanas y algunos incluso porque han vivido experiencias de viajes con sus padres.

-¿Qué labor realiza en la actualidad un cooperante internacional?

-La cooperación internacional ha cambiado mucho en las últimas décadas. Se asocia la palabra cooperante a aquel que se va a un país lejano a hacer una labor determinada durante mucho tiempo, pero también hay personas trabajando en el escenario internacional desde aquí, aunque algunas veces viajen.

-¿Y cuál es su misión desde España?

-Ellos se dedican a hacer labores que yo denomino de "desinformación", es decir, de eliminar la información que tenemos, que no es la real sobre los países en desarrollo. También se centran en tareas de sensibilización, que es igual de importante que la labor que se hace a pie de campo. Siempre me gusta recordar las palabras que en su día le dijo el presidente de Tanzania al director de la ONG Oxfam: "Todo el dinero que le va a dar a mi país empléelo en sensibilizar al suyo sobre las causas de la pobreza". Lo que hay que hacer es cambiar la mentalidad y la forma de ver el mundo.

-¿Qué tiene la cooperación internacional para que los voluntarios sigan colaborando año tras año?

-Creo que es uno de los trabajos que toca más lo humano, de manera más directa. Hablamos de hambre y de guerra, de escenarios que llegan muy hondo. Por todo ello empatizas en seguida con las situaciones. Por otro lado, una vez que entras a ver lo que hay y te das cuenta que es otra realidad, otro plano, te adentras en una dinámica de querer saber por qué pasan las cosas.

-¿Es muy complicado cambiar la situación de esos países?

-Tendemos a simplificar la historia y nunca funciona lo de que si tocas en un sitio, algo se mueve en otro. No es tan sencillo. Esto en el escenario internacional no funciona para nada, nunca hay una única causa, sino muchas, que hacen que un país no pueda caminar por sí solo. Las necesidades siguen siendo las mismas de hace años porque las causas siguen manteniéndose. Estamos tapando con parches, pero no estamos yendo a las causas de verdad que están provocando el empobrecimiento de los países. Por eso es tan necesaria la sensibilización desde aquí. Si no cambiamos políticas, pensamientos y realidades, difícilmente va a tener reflejo en esos países

-¿Cómo se recibe a los cooperantes?

-En Cuenca trabajamos con Cáritas Congo, que está muy asentada, así que no llegamos de nuevos. La gente conoce lo que hacemos y lo agradece.

-¿Se ha notado la reducción de las ayudas institucionales en los últimos años?

-Recientemente leí que la Unión Europea iba a destinar muchos millones a África en los próximo años, pero luego descubrí que el objetivo era frenar la emigración. Está claro que en cuanto a la inversión de dinero, hay menos subvenciones tras el estallido de la crisis en 2008, pero si el dinero invertido va a frenar los flujos migratorios, Cáritas propone que también se invierta en el país, en cultura, en ganadería y en desarrollo. De esa manera, nadie se querrá ir de su tierra. Hay que ponerse en la piel de esas personas, porque si tuvieran oportunidades en su país, si creáramos oportunidades, la gente no emigraría. Solo lo haría para exportar su mercancía.

-Los recortes económicos son obvios, ¿pero también los hay en solidaridad?

-En este caso, no deja de aumentar, las personas siguen colaborando y participando. Es más, ante determinadas realidades, se movilizan más, como con lo que está pasando en la frontera este de Europa o las situaciones de conflictos armados. Incluso en las campañas puramente económicas tiran de fondos propios y crecen, porque son conscientes de que frente a los recortes se tienen que volcar más.

-¿España aprueba en solidaridad?

-Es uno de los países más solidarios que hay. Cuando sales y lo ves desde fuera lo compruebas. Empatiza muy pronto con los problemas y hace que la gente se mueva. Eso genera un ambiente de positivismo ante un modelo egoísta y competitivo. A ver si no lo perdemos.

-¿Cómo se puede animar a alguien que esté pensando en dedicar su tiempo a la cooperación internacional?

-Las personas que empiezan en el ámbito de la cooperación internacional siguen a lo largo de los años. Se trata de uno de los voluntariados más veteranos. A esas personas les invitaría a que probaran, porque creo que les va a cambiar la percepción del mundo. Te sitúa en otro mundo del que muchas veces no somos conscientes y te hace crecer en unos ámbitos diferentes, de información, de ver la realidad, de situarte tú mismo en el mundo y de compartir. Es una realidad que merece la pena descubrir.