La historiadora Mercedes Almaraz Vázquez investiga desde hace 15 años la historia del arte de Zamora en los siglos XVI al XVIII junto a José Ángel Blanco Sánchez. Ambos profundizaron ayer en la situación de las ermitas y ermitaños en Zamora durante los siglos XVII y XVIII, en una charla enmarcada en los actos culturales promovidos en el XXV aniversario de la refundación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Peña de Francia.

-¿Cómo surge esta conferencia?

-Somos vecinos del barrio de la Candelaria y el presidente de la cofradía, Lorenzo Granados, nos había insistido ya varias veces en que participáramos para hablar de ermitas y ermitaños, porque de estos últimos no se ha hablado nada.

-¿Cuántas ermitas llegó a haber en Zamora en el período que han estudiado?

-Hemos localizado más de 30 ermitas en los extrarradios y alrededores, a media legua de Zamora, a unos tres kilómetros de la ciudad. En el siglo XVI había muchas más y su cifra fue disminuyendo por los cambios generacionales. Además si no lograban los ingresos suficientes los edificios tendían a arruinarse de ahí que las más conocidas, más frecuentadas y que tenían mayor devoción son las que se conservan como el Cristo de Morales, Valderrey, Peña de Francia, el Carmen del Camino o Los Remedios. El Santo Cristo de la Vega, San Marcos o Nuestra Señora de la Guía son algunos ejemplos que desaparecieron en el XVIII.

-¿Cómo era la actividad en esas ermitas?

-Eran anejas de iglesias, pero las gestionaban las cofradías. A veces como el Cristo de Morales o los Remedios estaban abiertas permanentemente. Tenían más limosnas y recibían más mandas testamentales. Las limosnas solían ser económicas o dejaban en donación un cuadro o un frontal, un cáliz o una patena más que tierra, que alquilar, o cabezas de ganado.

-¿Qué han descubierto sobre la ermita de la Peña de Francia?

-Aportamos alguna novedad curiosa como que hubo unas aceñas pegadas a Santo Domingo del Vado. Se ubicarían un poco antes del puente de los Tres Árboles. En el año 1780 se descubren sus cimientos por una riada lo que da prueba de que existieron. Además, hemos descubierto que las cofradas podían entrar por su cuenta sin necesidad de estar casadas con uno de los miembros de la hermandad y que se programó hacer un camarín a Nuestra Señora que no llegó a realizarse. Finalmente el taber náculo es el que se mantiene.

-¿Qué nos puede decir de los ermitaños, aquellas personas que se encargaban del mantenimiento de los templos?

-Se tiene la imagen de que eran solitarios y pobres que vivían de limosnas esporádicas, pero los de las ricas vivían muy bien. En nuestra investigación hemos visto que en Zamora había ermitaños de origen diverso: algunos gallegos, otros italianos, portugueses, los menos son los naturales de Zamora. Los había devotos y los había pícaros. Vivían de los ingresos de las limosnas. Había ermitas ricas, que atraían a más pícaros, como los Remedios o el Cristo del a Media Legua, el actual Cristo de Morales. En las pobres como no tenían tantos donativos, los ermitaños y las ermitañas tenían que trabajar recogiendo piñones, o vendiendo ganado porque no recibían lo suficiente, aunque eso sí tenían un cobijo. Se ahorraban un alquiler en una ciudad.

-Ha hablado de mujeres.

-En algunos casos era una mujer en solitario pero normalmente preferían a un matrimonio porque eran dos personas las que la cuidaban. En la ermita de San Atilano, lo que ahora conocemos como cementerio municipal, además de un matrimonio durante unos años convivieron dos religiosos, algo muy curioso que no hemos visto en otro lugar.

-¿Se heredaba el oficio?

-Depende, había de todo. En Morales se subastaba al mejor postor. Era una de las ermitas más ricas y había muchos interesados. Los viajeros o caminantes que no llegaban a Zamora daban pequeñas limosnas y por ser de poco dinero eran las que más podían desaparecer. Uno que vivía muy bien era un italiano que fue ermitaño del Cristo de Morales, quizá era prófugo de la Guerra de los 30 años y en seis años acabó ante el juez y en la cárcel porque falsificó bulas, pero se fue al Sepulcro, la iglesia donde todo el mundo pedía refugiarse a sagrado. A cambio de unos dineros el prior dejaba estar allí y este italiano donó un rico frontal.

-¿Qué otras anécdotas han encontrado?

-Tenemos dos datos curiosos de cómo pedían que se amortajara dos donantes de la ermita de la Peña de Francia. Así el caballero de Santiago, Alonso Ordóñez Rodríguez de Ledesma, encarga que se entierre su cuerpo con el manto capitular, poniéndole debajo el hábito de San Francisco para ganar las indulgencias, dejándole las piernas descubiertas para ponerle las botas y las espuelas. También pedía que le pusieran espadín, peluca y sombrero y en el momento de expirar pedía ser situado en el suelo sobre una cruz de ceniza en donde le debían de amortajar. La condesa del Vado ordenó que se la pusiera descalza de pie y piernas pero que no le quitasen la ropa interior que tuviera puesta y que sobre ésta, se le pusiera escapulario y mortaja para evitar las amortajadoras le robaran la ropa interior.

-Esta investigación verá la luz...

-Sí, en un artículo en una revista científica quizá local, como el IEZ o la UNED, aunque no descartamos publicarlo en alguna otra.