Conocí a Pepe Alonso hace ya muchos años, cuando iniciábamos los trabajos de restauración del Castillo de Puebla de Sanabria. Desde el principio, disfruté y aprendí de sus conocimientos extraordinarios, tanto como de su generosidad para compartirlos.

A partir de entonces, he tenido la fortuna de coincidir con él en muchas obras. En el Teatro Principal la colaboración se convirtió en amistad. Con Javier Vellés visitaba su taller, que se transformaba en un ámbito de debate, en el que cambiábamos impresiones, con el auxilio de su experiencia y de los modelos que, para ayudarnos, realizaba sobre la marcha.

La restauración de las cubiertas de la iglesia de San Andrés nos permitió adentrarnos, de su mano, en los secretos de la carpintería de armar; descubrir la aplicación de las reglas de López de Arenas en la su tratado "La Carpintería de lo Blanco"; y aprender la importancia de la época de la tala y el comportamiento de las distintas maderas.

En los trabajos de restauración de las Aceñas de Olivares, que realizamos con Pedro Lucas del Teso, sus aportaciones fueron de gran interés. Su racionalidad en la comprensión de las características, el empleo de los materiales y la utilización de las maderas adecuadas, en función de las solicitudes para las que se precisaban, en la construcción de las máquinas, fueron determinantes en los resultados.

La intervención llevada a cabo en la iglesia de San Nicolás de Madrigal de las Altas Torres puso de manifiesto la importancia del análisis en los procesos de recuperación del patrimonio y la versatilidad de su empresa de restauración capaz de enfrentarse y resolver los más difíciles problemas.

Su contribución en la Restauración del Castillo de Zamora, por su valentía y su sensatez, fue inolvidable.

Las obras de reconstrucción de las Peñas de Santa Marta, llevadas a cabo en la última fase de rehabilitación de las murallas, tienen con él una deuda de gratitud impagable, porque impagable es la elección en la cantera de los fragmentos de roca precisos, su cuidadosa extracción y el traslado de piezas de más de dos toneladas de peso para reconstruir uno de los semblantes más importantes de la ciudad antigua.

Con Pepe, he visitado muchos monumentos extraordinarios, obras como la Fundación Rei Afonso Henriques o las cubiertas de la Catedral, proyectadas por estupendos compañeros como Manuel de las Casas o Ángel Casaseca? Hemos hablado durante largas horas de la carpintería y de la cantería, de arquitectura, de pintura, de cerámica, de su maravillosa e importantísima colección de herramientas. Nos hemos arrastrado por el intrados de las bóvedas para descubrir maravillosos artesonados ocultos en compañía de Enrique Nuere.

"Nada se le ponía por delante". En muchos años de relación, jamás obtuve un no por respuesta. En el mismo tiempo que le planteábamos un problema o una duda, él se preocupaba de encontrar la solución.

Su amor por el conocimiento ha permanecido intacto hasta el final de su vida.

Pepe pertenece por derecho propio a la estirpe de los grandes maestros de obras conocedores de las cánones y los secretos de la construcción, de la madera y de la piedra que levantaron con su talento los grandes edificios de la historia de la arquitectura que hoy admiramos.

Con Pepe, hemos aprendido mucho: de su inteligencia y de su actitud. Eso es una suerte y esta es aún mayor porque Carlos Alonso, su hijo, es depositario de buena parte de su experiencia, gracias a lo cual tiene asegurada una parte de eternidad.

Con Vicente y Miguel Ángel tomaremos un vino y te recordaremos.