El restaurador Javier Casaseca ha sido el encargado de la mejora efectuada en el grupo escultórico de la Saleta, donde han localizado la firma de Ramón Álvarez en las cabezas de las tres piezas.

-¿En qué situación llega el grupo a sus manos?

-La Virgen tenía una especie de caparazón de yeso muy grueso, integrado por alambres, arpillera, puntas y clavos, que impedía la articulación de la Virgen y la había fijado en una posición única que no permitía que los niños mantuvieran esa correspondencia de miradas. No veíamos una posibilidad de que las tres piezas formasen un grupo. Sin embargo, al quitarle el armazón se mueve y presenta unas formas anatómicas muy esquemáticas pero que dan una visión de la imagen más propia de una persona.

-¿Tenía algún añadido más?

-La habían elevado unos diez o doce centímetros. Creemos que coincidió con el intento de hacer el paso de las Tres Marías, junto con la Magdalena y la Virgen Peregrina. Entre el 1966 y 1971 la Saleta estuvo en el Museo de Semana Santa, y en ese año sale, por orden episcopal, hacia el Convento de las Claras porque visita Zamora un misionero saletiano y se encuentra con que la imagen está siendo intervenida, lo que le molesta mucho. De hecho en la base del torso de la Virgen aparece un texto en que este religioso dice que las tres piezas forman un grupo. Ya en el convento, las monjas encargan a Rivas, un restaurador muy conocido en los 70, una serie de actuaciones para reparar lo hecho en el Museo. Él empleó unas técnicas muy tradicionales, nada actuales en el sentido de que no son científicas en el ámbito de la restauración, pero técnicamente invisibles.

-Explíquese.

-A mí me llevó más de quince días descubrir que el paso estaba intervenido por Rivas. A la hora de empezar a limpiar me di cuenta de que se iba la policromía en ciertos puntos, lo que me sorprendió. El dedo que perdía color había sido repuesto por Rivas.

-Tras la limpieza?

-Desmontamos todos los añadidos y estudiamos qué hacer al maniquí de la Virgen, sobre todo. Miramos lo que faltaba y consolidamos estructuralmente, con piezas de aluminio, para lo que se construyó elementos hechos a medida para mantener el movimiento y que la obra tuviera estabilidad. Luego empezamos con el estudio minucioso para devolver cada elemento a su sitio y el proceso habitual de sentado de color, consolidación y reintegración cromática.

-¿Cuáles han sido las mayores sorpresas que ha hallado en su labor?

-Mi sorpresa ha sido localizar su rúbrica en las tres cabezas del grupo. Yo solo he documentado una vez la firma de Ramón Álvarez en la cabeza de la Virgen de los Clavos. No sé sabía de más obras donde lo hiciera.

-¿Por qué lo hace el artista?

-No lo sé. Estoy investigando al respecto porque no lo hace al concluir la obra. Lo tiene que hacer en pleno proceso técnico. Tras tallar la cabeza, la tiene que abrir, ahuecar, colocar ojos, los postizos de dientes y de lengua y en medio de este proceso lo firma por dentro. El escultor firma intencionadamente una pieza cuando sabe que nadie lo va a ver, pues en su época ni por asomo podían plantearse la existencia de un endoscopio. Es una impronta me hace sospechar que casi toda la obra de Ramón Álvarez esté firmada por dentro.

-¿La articulación de las piezas diverge de lo hecho por Ramón en otras obras?

-Sí, es distinta. En principio era tan diferente que pensábamos que hasta podía ser un añadido. Llegué a la conclusión de que era original porque el nivel en el que se encontraba la policromía original de las piernas era al que se encontraba la policromía de esas partes articuladas. Creo que fue o algo solicitado por la asociación de la Saleta de aquel entonces o bien que el propio Ramón Álvarez viera que era necesario hacerlo de esa manera. En el sistema articulado empleó una madera que no es habitual en los maniquíes, poco atacable por xilófagos. En el resto, utiliza materiales más pobres, incluso hay maderas reutilizadas que presentan papeles pegados, señalización hecha a lápiz, seguramente por Ramón Álvarez, todo esto lo hemos documentado para dejar constancia.

-¿Lo había encontrado en otras piezas de este imaginero?

-No, porque los otros maniquíes son policromados, en tono marrón o rojizo y en este caso es una madera desnuda.

-La Virgen ahora puede girarse, pero ¿sería recomendable el movimiento?

-He recomendado que se mueva lo menos posible. El niño para ser vestido hay que desmontarle las piernas, por lo que he pedido que modifiquen las prendas de vestir y no haya que hacerlo.

-La restauración además ha permitido conocer la ubicación original de las manos.

-Hasta ahora la Virgen se le colocaban las manos hacia abajo, o bien una hacia arriba y otra hacia abajo, cuando iconográficamente se la representa con las manos en el pecho o incluso metidas en las mangas. Una vez puesto a punto el sistema movimos cada una de las manos hasta donde lo permitía y comprobamos que esa era la posición. En cuanto a los pies, el presidente de la Asociación, Javier García, realizó un hallazgo documental en mitad del proceso de restauración. Localizó un inventario de los bienes de la asociación y figura unos zapatos bordados que se le colocaban a la Virgen de ahí que no esté tallado el pie, no tiene una sandalia, como suele ser usual en el autor, y tenía agujeros y restos de clavos con trocitos de seda, por lo que en algún momento debió de tener un zapato de tela.

-¿Rompe con lo que hacía don Ramón?

-Sí, no lo conozco en otra pieza suya y sé de pocas imágenes que tengan zapatos con tela. Además el amarillo protagoniza las medias de la Virgen porque es un tono muy vinculado a esta aparición. A Ramón Álvarez le debieron de pasar una información bastante amplia para poder hacer un grupo con tanto detalle. En la Saleta todo está muy estudiado.

-¿Lo más complicado de su tarea ha sido...?

-El devolver la unidad al grupo y como tal cada pieza tiene una posición e interactúan entre ellas. Están a una distancia fija y se mira. Están unos conectados unos con otros, algo que se ha perdido en muchos grupos escultóricos de Semana Santa al ampliar las mesas.

-¿Qué diferencias ha observado en el grupo de la Saleta con respecto al resto de la producción de Ramón Álvarez que ha pasado por sus manos?

-El sistema de los maniquíes. Los dos niños tienen unos maniquíes fabulosos. Son materiales pobres pero la factura es, escultóricamente, increíble, casi son esculturas de arte contemporáneo, podría parecer una escultura actual. La Virgen mantiene una articulación frente a los Calvos que es rígida o Nuestra Madre tiene un movimiento en rodilla. La Saleta, sin embargo, tiene una capacidad de movimiento grande por la posibilidad que tenía de colocación en un altar en la desaparecida iglesia de la Concepción para y modificarse para salir en una posible procesión.

-¿Qué le ha permitido descubrir esta restauración del imaginero Ramón Álvarez?

-Su calidad escultórica. A nivel escultórico los rodetes de la niña están tallados directamente en la madera. A diferencia de lo que se viene diciendo de que utiliza recursos poco ortodoxos, las dos cabezas están talladas directamente y policromadas. El cabello de la Virgen por detrás es madera tallada y su maniquí tiene un movimiento casi de bailarina de ballet, muy elegante, que se recupera al quitarle los pegotes y que se apreciará al adaptarle la ropa.