Se acabaron las vacaciones y con ellas la playa, los viajes, las fotos de pies y sus "aquí, sufriendo". Junto a la recta final de estas fechas estivales siempre viene asociado el denominado síndrome postvacacional o el cómo tener que volver a poner la alarma del móvil todos los días. Volver a ver las mismas caras, al jefe, los atascos, el precio de la gasolina, bajan las temperaturas, los niños comienzan el colegio (¡el precio de los libros!) y lo peor, volver los domingos a la casa de la suegra.

El síndrome postvacacional según las definiciones de varios expertos en materia psicológica no responde a un patrón estándar, sino que varía en función de la personalidad del paciente y de sus circunstancias propias. No obstante, las dolencias más comunes se engloban en un cuadro físico y psicológico: insomnio, cansancio, migrañas y problemas de carácter digestivo; así como apatía, irritabilidad, falta de concentración y cambios de humor.

Voces en contra

Una vez conocido el trastorno la pregunta más común es: ¿cómo se combate? Pero también hay otra cuestión que se suele escapar en el ámbito de los interrogantes sobre esta situación en particular: ¿existe realmente el síndrome postvacacional?

La respuesta no es siempre sí, sino que hay muchas voces dentro del mundo de la medicina y de la psicología clínica que niegan la existencia de dicho problema. El presidente del colegio de psicólogos de Zamora, Félix Rodríguez, tiene una posición clara respecto a esta polémica: "Todos estos síndromes, como el de Estocolmo, el vacacional, el del ama de casa y demás me parece que son solemnes estupideces que a veces se inventan profesores de la universidad no tienen nada que hacer y que no llevan más que a la confusión y el engaño".

Lo que argumentan los psicólogos escépticos es que no se puede dar rango de trastorno patológico a cualquier adversidad o situación de angustia. Rodríguez afirma que las sensaciones que sufrimos a la vuelta de las vacaciones, "en el peor de los casos, estaríamos hablando de pequeños síntomas que se encuadrarían en un trastorno adaptativo de carácter totalmente pasajero, normal y esperable".

Muchos pensarán ahora mismo: yo vuelvo amargado al trabajo cada vez que regreso del verano, algo me pasará. Rodríguez asegura que "no hay ninguna dolencia o trastorno asociado a la vuelta de vacaciones, eso es un proceso de adaptación totalmente normal". Y "normal" es la palabra más repetida por aquellos que niegan la existencia de tal síndrome, simplemente estamos ante un proceso de adaptación "tras un periodo de libertad" que se ajusta a la normalidad, aunque nos pueda crear "irritación y malestar".

¿Y si el impacto de la vuelta es tan grande que desemboca en una depresión? Entonces ya hablamos de otra cosa, y rara vez está asociada a la vuelta de vacaciones "per sé". Rodríguez hace una perfecta diferenciación entre "sentirse descolocado" al reincorporarse al trabajo por haber disfrutado de unos días de desconexión y "sufrir un cuadro patológico grave" causado por regresar a un lugar donde se tienen malas condiciones de trabajo o se producen "caso de acoso laboral". En esta situación, el problema reside en el ambiente laboral y no en el periodo de descanso.

Se concluye, por tanto, que estamos resignados a padecer el hastío propio de la vuelta al trabajo. ¿Combatirlo? Con tranquilidad y paciencia como el proceso natural de adaptación que es. Al fin y al cabo trabajo ideal solo hay uno y Mick Jagger parece que no quiere ceder el trono.