El poeta Ángel Fernández Benéitez acaba de publicar un nuevo poemario. Su título «Memoria del ave encanecida», con prólogo del crítico y poeta Eduardo Moga.

-¿Cómo nace esta nueva obra?

-Este libro se escribió de una manera muy rara. Los libros de poesía se hacen por acumulación, en general. Sin embargo este surgió por una casualidad desventurada. Dejé el coche en el aparcamiento del instituto, me lié y cuando volví a por él estaba cerrado, por lo que me tocó ir a pie hasta mi casa. Cuando llegué a Los Tres Árboles, no había nadie pero empecé a oír cantar a un pájaro. De repente me di cuenta de que era el ruiseñor, a quien nunca había oído cantar. Me quedé con aquella especie de posesión. Este canto fue el detonante de este poemario que salió todo como a raudales. Luego tuve mucho tiempo para corregirlo y revisarlo. Por mucho que leía y releía volvía a las andadas, es decir, prácticamente no corregí nada. Hay anacolutos o neologismos... que no sé si nos aventureros o desventurados, pero que son.

-¿Es su poemario más osado?

-Yo soy clásico, y no lo puedo evitar. (Risas). Tiene su parte clásica, su parte popular porque el verso corto lo hace cantarín, pero también cuenta con todo tipo de licencias empezando por el primer verso «A quien oscuro canta/ la noche lo desvela», lo que es un anacoluto porque tendríamos que decir a quien lo oscuro canta. Lo pensé mucho pero si lo cambiaba, variaba mucho.

-¿Por qué métricamente recurre al verso corto de nuevo?

-Lo hice en formato de alejandrino, pero era igual de machacón. Al ser el verso corto parece que te invita a dejar que suene. Esa sencillez me gustaba mucho. Yo siempre había utilizado el heptasílabo, lo mío son los imparisílabos (risas) y además me he ido reafirmado porque he ido descubriendo que da igual el verso que elijas, en realidad lo que importa son los pies griegos, que suene. El heptasílabo responde a esta estructura y me pareció cantarín, quizá un poco en exceso. Ese poemario es muy surrealista, como fue también «Espirales». Además es mucho más folclórico porque tiene sus pespuntes etnográficos y está enraizado en el campo porque es un libro salvaje. Yo no soy original.

-¿Por qué?

-Yo creo que ahora es imposible soy original. Fui original en mi primer libro en «Espirales» que, sin duda, fue el más arriesgado que he escrito. Este nuevo quizá sea algo, pero es tan cantarín que mitiga el riesgo.

-Esa musicalidad que defiende no es muy frecuente en la actualidad.

-Sin duda... pero yo en estos momentos ya no tengo que demostrar nada. Lo que he escrito lo he hecho toda mi vida “outside” porque «Espirales» era excesivo; fue escrito en una situación excesiva, en plena mili en una situación extraña. «Cuaderno de otoño» está hecho con la tarea del albañil, día a día con mi libreta iba anotando. Luego «La mar inmóvil» nació como este último poemario aunque cuando se publicó más de medio libro se despachó porque era excesivo, pero quizá porque yo soy excesivo. (Risas). En «Blanda le sea» y «Epistolio» hice muchas concesiones a muchas modas. Ángelica Tanarro en una ocasión me dijo que tanto a ella como a mí nos importante muy poco la voz del poeta, dado ambos pensamos que no existe. No obstante, hay algo en la poesía que te hace volver, es como una droga a veces insana y dañina y otras veces, resulta salutífera.

-Para usted ¿qué está siendo?

-En mi caso siempre ha sido una droga mala. Siempre ha surgido de estados convulsos, quizá hasta muy muy convulsos. Sin embargo «Cuaderno de otoño» es más reflexivo igual que «Blanda le sea», pero creo que yo soy excesivo. (Risas).

-Como poeta ¿cómo se siente?

-Soy un poeta provinciano, periférico y no me puedo clasificar. No he estado en los círculos y tampoco me ha interesado. Mi carrera poética no ha sido muy amplia porque entre «Espirales» y el segundo volumen pasaron más de diez años. El camino va viniendo y he querido vivir. Ahora creo que soy poeta autoterapéutico, me quedé enganchado y el mono me lo quito con otra dosis aunque publicar sea secundario.

-No cree en la voz poética, cada uno de sus poemarios es distinto, pero en esta nueva aportación retoma los temas que ha tocado en otras de sus criaturas literarias.

-Alguien dijo en una ocasión que siempre escribimos el mismo poema. Siempre estamos dándole vueltas a lo mismo. Hay cuatro temas metidos en nuestra cabeza que solo emergen cuando quieres que no salgan. (Risas). Lo que tú sientes, no lo puedes evitar. Yo no escribo desde la razón, no soy cartesiano. El pienso, luego existo, no va conmigo. Mi máxima sería siento, luego existo. Escribo desde las sensaciones, no puedo por menos.

-Un poeta bebe de otros. ¿Qué influencias reconoce en «Memoria del ave encanecida»?

-De los poetas místicos, de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa, dado que el libro tiene ciertas venas de erotismo, de paisajismo y pasión, pero es un libro que habla de la nada y ellos hablan de Dios y en este libro nunca aparece un Dios. Además siempre está presente Claudio Rodríguez y Jesús Hilario Tundidor, aunque quizá en este libro estén menos que en otros. Claudio es la claridad y la luz y «Memoria del ave…» es la oscuridad. En Claudio Rodríguez hay muchas cosas y personas y en este no hay nadie. Hay primeras, segundas y terceras personas que nunca sabes a ciencia cierta quién es.

-Dice que es un poemario muy cantarín. ¿Le gustarían que le musicaran?

-A mí ya me ha musicado una persona cercana, mi cuñado José un poeta de un único libro extraordinario. Otro alumno de Lanzarote se encargó de poner música a un par de poemas de «Perdulario». Quizá alguno de los grupos actuales me descubran y quieran hacerlo...

-Usted es muy activo en Facebook ¿por qué?

-Hubo una época que escribía constantemente porque era terapéutico para mí y creo que también para otras personas. Me enseñó mucho. Ahora me da más reparo escribir en las redes, aunque debo de reconocer que ha supuesto una cosa muy agradable porque he conocido a muchos poetas y es un vehículo para mostrar la poesía a quienes no le gusta. Creo que la poesía nació popular y es, en el fondo, popular. Es bueno que a través de las redes sociales se democratice el acceso a la poética y que se acerque a ella la gente con mayor naturalidad. Además, los poetas tienen que recuperar la naturalidad de la expresión.

-Hay voces nuevas que están emergiendo en Zamora. ¿Qué opina?

-Hay nuevos autores a tener en cuenta, como el poeta Manuel Enrique Ferrero Rodríguez, un autor que es muy interesante, y tengo la suerte de que algunos alumnos con los que mantengo contacto por Facebook tienen versos muy interesantes que deseo que vean la luz.

-¿Presentará su última criatura literaria?

-Sí, a principios de octubre de la mano Manuel Enrique Ferrero Rodríguez como presentador, me hizo el prólogo de «Oscuras epopeyas», todavía por publicar, y en ciudades limítrofes de la mano de la editorial, Los papeles de Brighton. «Memoria» no pensaba que viera la luz. Se lo mandé al editor, quien se ha encargado de todo. Desde que dejé de presentarme a premios siempre he editado de manera muy casual y sin pretenderlo.

-Y ¿verá la luz «Oscuras epopeyas»?

-No lo sé. Es un libro integrado por pequeños relatos de personajes antiheróicos, involucré a muchas más gentes que me hicieron dibujos. Es un libro que ha surgido a lo largo de 20 años y mantener el tono y el espíritu durante este tiempo es complicado, pero tiene un tono muy claro existencialista.