El proceso desamortizador de 1835 convirtió el monasterio de Santa María de Moreruela en una ruina tal, que las huellas de la implantación de una de las primeras fundaciones del Císter en la península ibérica quedaron maltrechas. Más de siglo y medio después, la tarea de investigadores, arqueólogos, historiadores y archiveros junto a los trabajos de limpieza y consolidación impulsados desde la Junta de Castilla y León permiten leer la historia del monumento a través de sus distintos espacios. Así lo demuestra el trabajo "Los claustros de Moreruela. Historia e hipótesis de reconstrucción" del arquitecto Leocadio Peláez, una ponencia realizada en el Encuentro Internacional sobre claustros del mundo mediterráneo que se llevó a cabo en Lisboa en 2013, cuyas actas acaban de ser publicadas. Peláez "reconstruye" en el tiempo tres espacios clave en el monasterio: la iglesia y los dos claustros, el reglar y el nuevo edificio de la hospedería.

El edificio original, que había importado a la Zamora medieval las normas de la abadía suiza de Saint Gall, fue sometido a importantes reformas en la Edad Modernas, entre los siglos XV y XVII, y concibió igualmente nuevos espacios. Sin embargo, el fenómeno de la exclaustración de principios del siglo XIX fue devastador para Moreruela. De entonces hasta fechas contemporáneas, los únicos documentos que atestiguaban el pasado del edificio eran los grabados recogidos por Ursicino Álvarez a finales de la centuria y las fotografías tomadas por el historiador Manuel Gómez-Moreno a principios del siglo XX para su catálogo monumental.

El conocimiento del espacio en ruina dio un giro en 1995, cuando el monasterio pasó a ser titularidad de la Junta de Castilla y León y comenzaron a ejecutarse trabajos de limpieza y consolidación. La información que se iba obteniendo encontró un aliado en la investigación en todas las disciplinas. "Los objetivos que se han alcanzado serían mucho más pobres de no haberse llevado a cabo un trabajo de investigación histórica, archivística y arqueológica en torno al monumento", explica la arqueóloga Hortensia Larrén.

En paralelo al conocimiento del monasterio de Moreruela, los trabajos ejecutados han permitido "exhumar" las pruebas de la evolución de la construcción medieval. La restauración de la cabecera fue el primer capítulo de una serie de trabajos que permitieron descubrir restos de las atarjeas -conductos de agua- que revelaron el sistema hidráulico que utilizaban los monjes en su vida diaria. Una tercera fase, dedicada al desescombro y excavación, permitió conocer mejor "la crujía del capítulo, las ampliaciones de la bodega y la biblioteca, la letrina mayor y las habitaciones de los monjes, ejecutadas ya en época moderna", explica la arqueóloga territorial.

La cuarta fase, por su parte, permite abordar el claustro de la hospedería, identificar las habitaciones y las escaleras de acceso a la segunda planta, al tiempo que se rehabilita la antigua botica para transformarla en el actual centro de recepción de visitantes.

Pero, ¿por qué Moreruela ha sido un foco de interés permanente para los investigadores? "No podemos olvidar que se trata de una de las primeras fundaciones del Císter en la península ibérica y, como buena parte de estos edificios, la arquitectura sucumbe, pero no la historia", analiza Larrén Izquierdo. El conocimiento y la capacidad para recrear el pasado del edificio monacal "sorprende" cuando Moreruela es presentado en congresos externos, como el de Lisboa. Que el edificio sea ciertamente desconocido en el exterior es una situación poco llamativa si se tiene en cuenta que ni los propios zamoranos tienen una idea precisa de las ruinas que subsisten en Granja. "Moreruela es poco conocido entre los zamoranos e, incluso, últimamente vemos actuaciones desaprensivas que dan un poco que pensar", añade la arqueóloga.

Como tareas pendientes para el futuro, más que resolver enigmas sobre el pasado del edificio, los investigadores tratarán de dar respuesta a las dudas que genera el monumento. Entre ellas, el conocimiento del espacio medieval que hoy ocupa el refectorio nuevo o el pabellón del seminario de monjes. Los resultados llegarán, porque la historia prevalecerá a la desaparición de la arquitectura.