Flores blancas, globos de colores y una tarta con tres velas, una por cifra, hasta componer el número 107. Son los años que acaba de cumplir la zamorana Teresa Ortiz Giraldo, la mujer más longeva de la capital que reside desde hace más de cinco años en la residencia del Niño Jesús de Zamora.

Ortiz nació en el barrio de La Alberca, en el seno de una familia trabajadora en la que se crió hasta que se casó "muy enamorada" de un hombre de juventud eterna que murió joven, con 59 años, a consecuencia de una enfermedad. "Ella lo pasó muy mal porque fue muy feliz con él y le amaba mucho", explica su familia. Además, "él sabía llevar muy bien su fuerte carácter y su forma de ser, se complementaban muy bien". Fruto de ese amor vio nacer a cuatro hijos, dos de ellos ya fallecidos, además de sus cinco nietos, seis biznietos y una tataranieta de apenas tres años.

Ama de casa y hortelana, Teresa vendía sus lechugas y tomates en el Mercado de Abastos para sacar adelante a su familia. "Tenía que atar lechugas y escarolas para venderlas después", cuenta, mientras hace un repaso a su vida, una vida que tilda de "feliz, pero con mucho trabajo".

Sobrevivió a la Guerra Civil española, un episodio histórico que todavía recuerda porque algún susto se llevó cuando "la Guardia Civil entró en casa porque vio luces encendidas por la noche y yo lo único que estaba haciendo era acostar a los niños", narra, consciente de que su largo pasado pesa más y mejor que su futuro.

Sopla sus velas en la residencia del Niño Jesús con fuerza y convicción, los mismos rasgos que definen su carácter, muy fuerte y temperamental. Así lo corrobora su propia hija, Pilar Hernández, quien reconoce que "aunque fue muy buena como madre, siempre ha sido una ordeno y mano, lo lleva en la sangre", plantea. Lo mismo opina una de sus nietas, que cuenta incluso que "cuando se enfada, es capaz de estar un día sin hablarte, aunque ella es generosa y de muy buen corazón, cuidándote muy bien", explica.

Su estado de salud es envidiable, casi inconcebible para sus 107 años. Sus analíticas y pruebas médicas sorprenden porque "son perfectas, ya querríamos esos resultados para nosotros, los más jóvenes", explican las integrantes de su familia. No tiene dolores de ningún tipo e incluso se permite el capricho de caminar con un andador de vez en cuando, pasillo arriba y pasillo abajo, sin dejar de ejercitar sus piernas, muy delgadas por el paso del tiempo. El oído y la dentadura es lo único que le falla, pero eso no le impide comunicarse con su familia y con los integrantes de la residencia.

Los refranes siempre han estado en su boca, lo mismo que las canciones y oraciones. Tanto es así que sus recitales le sirvieron de referencia a su biznieta, Selina Prieto, para sus estudios de fin de carrera de Filología Hispánica, "donde trabajé en cuarto curso uno de los poemas del siglo XII que mi abuela me recitaba de pequeña". Su infancia es inseparable de la imagen de Teresa Ortiz "porque muchas tardes iba a su casa y guardo buenísimos recuerdos". Durante años atrás "ella insistía en que no me iba a ver ni hacer la comunión ni cumplir la mayoría de edad... y aquí la tienes, que me ha visto hasta graduar y cuando se lo conté me saltó: "¡Ya eres doña, hija!"", narra al lado de su familia con una sonrisa en la boca.

Teresa suma su nombre y su fecha de nacimiento a la lista de abuelos de la provincia homenajeados por "LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA" para honrar a sus mayores. La portada del periódico del día en que nació ha sido uno de los muchos regalos que ha recibido. Sin embargo, cuando sus nietas le preguntan qué regalo es el que más desea por su 107, ella no lo duda un segundo: "Que me vengáis a ver el resto de días que me queden de vida".