ayer, Francia no amaneció con el cielo plagado de estelas tricolores. Esas que en el aire imprimen, cada 14 de julio, el mensaje de un país unido, por los tres grandes valores que ha enseñado al mundo.

No ha habido tiempo de resaca patriótica, ni euforia de fuegos artificiales, ni de música con sus ritmos invariables de "libertad, igualdad y fraternidad", que deja cada año en la ciudadanía francesa la Fiesta Nacional.

Los terribles atentados de ayer en Niza han querido imponer de nuevo el ritmo ensordecedor del dolor en Francia, un país que desde el ataque al diario satírico Charlie Hebdo y los terribles atentados terroristas del pasado 13 de noviembre, en los que murieron 195 personas, se impone con admirable disciplina cotidiana las reglas de la normalidad. Porque cambiar el ritmo de la vida diaria es, para los que allí vivimos, facilitarle la victoria a la violencia.

En Francia a diario se abre con paciencia el bolso en todos y cada uno de los comercios, en las oficinas, en los hospitales, y se ignora, por repetitiva, la presencia de militares en las calles con armas de un tamaño difícilmente imaginable.

Se accede al cine, a las salas de teatro y conciertos, objeto de tantas amenazas, tras un cacheo en toda regla, y con la convicción profunda de que se está allí para reivindicar, de nuevo en colectividad y en silencio, que no hay arma más fuerte que la cultura para dejar indefensos a los que odian.

El ataque llega tras un mes marcado por las duras medidas de seguridad impuestas (90.000 policías) en beneficio de la celebración de la Eurocopa 2016. Durante este periodo de tensión silenciosa, uno de cada cuatro franceses (según un sondeo de la radio RTL) temía que se perpetrara un nuevo atentado en alguna de las sedes del campeonato. Aun así, y salvo algunas avalanchas en la "fan zone" y episodios de pánico en estaciones de metro, la Eurocopa ha sido un momento de reencuentro y celebración, que ha dado además un necesario impulso al sector turístico.

Pasado este periodo, el ataque en Niza golpea de nuevo a Francia, fraccionada más que nunca por el yihadismo, las desiguales políticas migratorias y de integración y las reformas contestadas firmemente con más de dos meses de protestas, que pretenden acabar con principios consagrados del Estado francés y están desgarrando el tejido social.

Por las víctimas y sus familiares, #noussommestousnice (somos todos Niza), de la misma manera que somos París o Madrid o Bruselas, para que ni la barbarie, ni el populismo xenófobo (que es la segunda fuerza municipal más votada en Niza) sigan amenazando peligrosamente nuestro modo de vida. Para que nuestra Francia multicultural y unida siga dispersando en el cielo del mundo estelas de colores.