"Nos habría venido mejor si fuera en fin de semana, y con solo dos días vamos a estar un poco justo", explicaba resignado Antonio Hernández, de La Bóveda de Toro, uno de los productores que mantienen el pie la Feria del Ajo, al traer hasta Zamora el producto que llena los 384 puestos ubicados en las Tres Cruces. Al final dos peticiones de última hora pudieron ser atendidas y aún así la afluencia de productores se queda con una ocupación de 56 puestos por debajo del año pasado. Siguen quedando puestos vacíos, aunque parece que va a menos la picaresca de acaparar más solicitudes para después elegir la mejor posición entre las que caen por sorteo.

El alcalde de Zamora, Francisco Guarido, inauguraba su segunda feria, acompañado por el presidente de Caja Rural, Nicanor Santos Rafael, que se estrenaba, ambos arropados por un nutrido grupo de concejales, el director general de la entidad financiera, Cipriano García y representantes del resto de instituciones, como la Junta con su delegado Alberto Castro, la Diputación con el responsable de Agricultura José María Nieto, o la Subdelegación del Gobierno no su titular, Jerónimo García Bermejo.

Desde primera hora se colocó la mercancía en su lugar y empezaron a llegar los clientes, fundamentalmente vecinos de la ciudad que cumplen con la costumbre de surtirse de ajos en San Pedro, un producto de buena calidad a muy buen precio y que, con las condiciones adecuadas, puede durar prácticamente todo un año.

Los precios se mantienen como el año pasado, según el tamaño entre los 3 y 5 euros, aunque hay oferta más barata y superior, para todos los gustos. Y eso a pesar de que tampoco es que haya exceso de ajos, en torno a medio millón de kilos, bastantes menos que en anteriores ediciones. Aunque el protagonismo sigue siendo del ajo, tanto blanco como morado, es importante también la oferta de la cebolla (de origen valenciano), hasta tal punto que hay un puesto, el de José Miguel García Manso, de Villabuena del Puente, dedicado exclusivamente a este producto. Y algún otro se ha traído también en saco de garbanzos de Fuentesaúco para vender a granel. Entre los productores los hay pesimistas, como Francisco Hilario, de La Bóveda, convencido de que "se tiende a extinguir la feria". mientras Ángel Hernández, de Fuentesaúco constata que "no es un gran negocio, sobre todo en mi caso, que tengo que coger gente". El ajo de la feria es, en fin una "paga extra", una pequeña ayuda que no resuelve la vida a ningún agricultor, aunque se sigue por tradición.

A la una de la tarde se clausura oficialmente la feria, con la entrega de premios a las mejores ristras y montones, aunque sigue la venta hasta la noche.