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-Ha escrito mucho sobre el judaísmo, ¿por qué?

-Es un tema impresionante, aunque no he sido el único en contar este tipo de historias. Pero habría que saber por qué en España han tenido menos repercusión. La literatura judía de la que uno se ha alimentado tiene una dimensión que a uno le hace vivir, se desarrolle.

-España vivió un capítulo clave con la expulsión de los judíos, ¿qué le llama más la atención de este hecho histórico?

-En España se borraron las huellas judías como en otros lugares se hizo con las españolas, históricamente es así. Y ahora probablemente nuestros biznietos sean sirios? No sabemos lo que va a pasar en el futuro, pero desde luego podría pasar. Esto de "borrar" es un poco moderno, antes se prefería conservar el recuerdo de algo o de alguien, aunque fuera extraño.

-Usted es un apasionado del románico, ¿qué le llama la atención?

-Efectivamente, lo soy. No solo del románico, sino del arte en general. También me gusta la expresión moderna, pero no la contemporánea, entendiendo por esto el arte fabricado. Fíjese que entre el románico, el gótico y el Renacimiento no llegan a cien años de Historia y llevamos cien años de abstracto.

-¿Y qué opina del patrimonio de nuestra ciudad?

-He tenido la oportunidad de visitar esta ciudad varias veces. Es magnífico, la capital castellana que más románico tiene, más puro y mejor conservado.

-En Zamora se están celebrando desde hace tres años una serie de congresos para hablar del pasado judío, ¿qué le parece esta iniciativa?

-Desconozco cuál fue la historia del judaísmo en Zamora. Por eso, este viernes vine a la ciudad a hablar del problema de la intolerancia, cómo se empieza y cómo se acaba, a través de una documentación que solo existe en Soria y que narra hechos anteriores al establecimiento de la Inquisición. En ellos se ve cómo se pasa de la tolerancia verdadera al miedo y, enseguida, a la intolerancia. Es interesante, porque sucede siempre igual y a nosotros nos sucede también. En el caso de la Inquisición, Europa siempre habla de ello responsabilizando a España, pero habría que ver quién fue el responsable de que realmente existiera.

-¿Está diciendo que podemos tener una idea distorsionada de la Historia?

-No distorsionada, pero sí que se puede matizar. Hay muchos papeles sin leer aún. Da la impresión de que la huida a Portugal, según los papeles, de que Zamora sirvió de refugio: no sabemos si los judíos se fueron o realmente se quedaron aquí.

-¿Cuál es su análisis sobre la guerra de Siria y la crisis de los refugiados?

-Si yo fuera político? Es una cosa seria, triste y gratuita. Durante mucho tiempo hemos estado hablando de las "primaveras árabes" y de cosas así?

-¿Existieron las "primaveras árabes"?

-No creo. Las primaveras no suelen llevar nombres, ni tampoco se los ponen los periodistas. Simplemente, son cálculos equivocados. Europa tendrá que darles cabida, no hay más remedio. Otra cosa es cómo se hace, nunca de manera desordenada. Son problemas que son para políticos de verdad.

-¿Hay políticos de verdad actualmente?

-No nos parece, pero quizá la necesidad los cree. Yo creo que los españoles no nos tomamos en serio a los políticos y quizá ellos tampoco. Sobre los problemas de corrupción, yo no los comentaría tanto porque no se sabe si no es la Ley la que tenga la culpa, que haya dejado espacio a ello. Tampoco por eso creo que debamos a echar a los políticos, ¿qué le vamos a hacer? La situación es complicadísima.

-Usted vivió tiempos muy difíciles, como la posguerra, y ahora nos encontramos con una crisis económica que no deja de sorprendernos. ¿Encuentra alguna similitud?

-En aquella crisis, lo que viví fue una verdadera unión de la gente. Los ciudadanos estaban aterrados ante la situación y la ayuda fue casi espontánea. Quizá por solidaridad, aunque este es un término demasiado político. Cuando reconoces a otro que lo está pasando mal, lo ayudas y no necesitas más solidaridad que esa. A mi casa iba a comer un chico y en otros hogares, ocurría lo mismo. Entonces, no se le dio importancia. Ahora, nuestro nivel de vida es muy alto y eso hace que la vida de los que tienen menos sea muy difícil.

-¿Hay más desigualdad?

-Evidentemente, demasiada. En mi época se hicieron determinadas cosas para mejorar la situación, no sé si valen para ahora, no soy economista. No sé si vivir en un mundo globalizado como el actual nos da libertad para hacerlas.

-A modo de reflexión, en medio de la compleja situación que atraviesa el periodismo en ese mundo globalizado y de nuevas tecnologías que ha citado, ¿cuál es su receta para el futuro?

-Yo creo que hay que esperar. Eso de que el futuro va a ser como nosotros pensamos? Hablando por boca de un periodista americano, yo creo que el periódico tiene que existir siempre. Todo esto de Internet y de las redes sociales, que vale, que sí, que están ahí, pero que también hay que tener tiempo para todo eso? Con lo que hay que trabajar.