Ni la lluvia ni el desapacible tiempo registrado ayer por la mañana impidieron a centenares de zamoranos cumplir con la tradición y acompañar al Santísimo Sacramento durante su periplo por el Casco Antiguo de la capital. El día del Corpus Christi, envuelto en más polémica de la necesaria, se celebró a lo grande en la ciudad. Más de doscientos niños de comunión acompañaron a la Custodia en su recorrido entre la Catedral y la Plaza Mayor. Santa Marta y su dragón, la popular Tarasca de Ramón Álvarez, participó también en el desfile, junto a los Gigantes y Gigantillas, la Banda de Jesús Nazareno y la Banda de Música de Zamora. Cofradías de la Pasión y de diferentes parroquias de Zamora portaron sus pendones a lo largo del trayecto. Y el obispo, Gregorio Martínez, presidió la celebración, cuyo acto central se desarrolló pasado el mediodía a los pies del Ayuntamiento.

El reloj sobrepasaba apenas las once de la mañana cuando la procesión del Corpus Christi comenzó a formar en la Catedral. Rogando al cielo, el desfile avanzó por las calles del Casco Antiguo, engalanadas para tan magna ocasión. La Custodia saludó a los numerosos altares que durante el camino encontró a su paso. Mientras tanto, los más de doscientos niños de comunión que participaron en el desfile preparaban el terreno que debía pisar el Santísimo arrojando pétalos al suelo.

La timidez del sol tocó a su fin a la llegada del desfile a la Plaza Mayor. Las nubes se abrieron para escuchar el mensaje que el obispo Gregorio Martínez quería lanzar a los zamoranos. "Gracias a todos los que nos habéis acompañado hasta aquí. Gracias a los fieles, a las cofradías, a los niños y a sus familias. Os he bendecido de todo corazón", apuntaba desde el altar instalado bajo el Ayuntamiento de Zamora.

Concluido el breve alegato de fe, la sagrada forma descendió de su carro y, tras ser colocada en el ostentorio, avanzó junto al obispo hasta la iglesia de San Juan, mientras la ciudadanía allí congregada comenzaba a dispersarse. Una vez finalizado el ritual, la Custodia tomó el camino de regreso hasta la Catedral, mientras que La Tarasca hizo lo propio para descansar en el Museo Etnográfico de Castilla y León. Ambos entre olor a romero y los pétalos de flores que adornaron esta parte de la capital.