No ceja en su petición de un pacto por el menor, que redefina lo qué es, hasta cuándo se es, y que delimite qué puede hacerse y qué no en esas edades. El juez de Menores Emilio Calatayud volvió a reivindicar la autoridad de los padres, para quienes reclama la creación de escuelas que les enseñe a serlo. El magistrado, que cerró la III Semana sobre el Trastorno de Déficit de Atención y Hiperactividad, organizada por Azadahi en Zamora, arremetió contra el uso del móvil desde edades tempranas: "Eso está haciendo mucho daño".

-¿La Ley del Menor es demasiado blanda, como cree la mayoría de los ciudadanos?

-No, creo que es una Ley que cumple su función, lo que ocurre es que no se explica bien, a veces es más dura que la que se aplica a los adultos. Un ejemplo, a un mayor de edad se le imponen dos años de prisión y normalmente no ingresa, pero un menor va. La percepción del tiempo en un chaval es diferente, para un menor pasa mucho más lento, veinticuatro horas son muchas horas.

-¿Qué hay detrás de un menor que delinque?

-Pues, a veces, simplemente, una gamberrada, una inconsciencia y, otras, una historia familiar. Por eso es bueno conocer el delito y quien lo comete, yo creo que la justicia no debe ser ciega y hay que saber, sobre todo, hablando de menores, a quien estamos juzgando.

-Defiende la importancia de los equipos multidisciplinares para saber cuál es la realidad del menor y cuál la forma de sentir y de percibir la realidad.

-Por eso digo que la justicia no puede ser ciega. Tan importante es el delito como las circunstancias que rodean al individuo que lo comete. Siempre digo que si yo tuviera la historia personal que tienen algunos menores, yo sería más delincuente que esa persona.

-¿En qué se está equivocando la sociedad con los menores?

-En multitud de ocasiones, en tratarlos como adultos cuando son niños y, sin embargo, en otros aspectos como niños. O son niños o son mayores. Son niños que están en un periodo de formación como adultos y hay que ayudarlos, son adolescentes a los que hay que ayudar a madurar.

-Usted reivindica la necesidad de establecer una edad legal acorde con la madurez de cada niño, pero cada niño es un mundo.

-Por eso soy más partidario de establecer una edad objetiva, los 18, no soy partidario de bajarla. Ahora, sí que hay que delimitar bien qué cosas se pueden hacer y cuáles no en esas edades intermedias, pero con sentido común.

-¿Por qué existe ese miedo a establecer límites?

-Pues no lo sé, complejo de joven democracia. A mí me parece una barbaridad que una cría de 13 años pueda consentir relaciones sexuales con alguien de su edad porque en cuanto el chico tenga más edad esa relación se convierte en un delito. Es como antes, que una cría de 16 años podía abortar sin conocimiento y consentimiento de los padres, pero, sin embargo, no podía ni puede comprar tabaco.

-¿Qué les queda grandes a los padres de ese papel?

-Ser padres, hay que formarse y ser responsables. Hay que crear escuelas de padres, no estamos preparados para serlo. Tener un hijo implica mucha responsabilidad.

-Los padres son muy comprensivos con sus hijos, pero cuando otro niño comete un delito, especialmente asesinatos o agresiones sexuales, como en el caso de Marta del Castillo, aparece la revancha.

-Exactamente. Siempre digo que hay que ponerse no solo en la piel de los padres de la víctima, sino también en la de los progenitores de quien comete el delito. Con los móviles los padres se están dando cuenta que no hace falta tener un niño chorizo o delincuente para que acabe en el juzgado, una foto comprometida te puede buscar la ruina. Los delitos están subiendo con el móvil y las redes sociales: el maltrato de hijos a padres, les agreden porque les castigan sin ellos; y, entre menores, el acoso, el bullying, los chantajes, amenazas, coacciones, contra el honor y la intimidad.

-¿El menor asesino acaba siendo un adulto asesino?

-No, hay que darle una oportunidad, otra cosa es que la aproveche. El debate es que no pueda haber ningún menor que diga que no se le ha dado ninguna oportunidad.

-¿Qué hacemos con esos menores que reproducen la violencia de género?

-Educarles, no hay que hablar de mujeres y hombres, hay que hablar de personas. Hay que regular bien la violencia de género en adolescentes, que se está dando. Nos estamos equivocando en la educación, los adolescentes son más machistas y muy posesivos, las niñas también. Nos hemos equivocado.

-¿Cómo abordar al niño que padece el TDAH y acaba en el mundo de la delincuencia?

-Sensibilización e información. En juzgados de Menores se está consiguiendo por los equipos multidisciplinares que tenemos. Sabemos si el chaval que nos llega tiene el trastorno y si está tratado. Colaboramos con los padres y, a veces, les damos la solución. Estamos actuando ya porque una vez que se judicializa al menor, se observa si sufre el TDAH.

-¿Muchos de los menores que delinquen tienen ese trastorno?

-No tienen por qué, no, no. A muchos, sabiendo que lo tienen, se les puede ayudar y a los padres también. Con el TDAH hay que estar sensibilizado, los padres, los centros escolares, pero también es verdad que cada vez veo más chavales diagnosticados como tal y creo que no tantos lo tienen, no todo el mundo revoltoso, inquieto lo es. Este trastorno es un problema y que hay que tratarlo. Muchas veces en los centros escolares tienen problemas por mala conducta y llegan a veces a los juzgados, pero porque no están bien diagnosticados o no toman el tratamiento. Pero tiene TDAH.

-¿Por qué cada vez hay niños más confictivos que acaban en Menores o delinquiendo?

-No hemos mejorado en autoridad de los padres, nos han desautorizado, los maestros están desautorizados. A los padres les da miedo decir "no", a los maestros también y los niños no admiten tampoco la frustración, son muy lights. Si le añadimos las nuevas tecnologías, la información, los medios de comunicación..., se está haciendo mucho daño.

-Compara el teléfono móvil con una droga, ¿se necesita legislar sobre el uso de los móviles entre los menores?

-Hemos llegado tarde, ahora solo queda concienciar y responsabilizar. Es una vergüenza que el regalo estrella de las criaturas de 11 y 12 años sea el teléfono móvil de última generación, así nos va. Esto, con las nuevas tecnologías y la información y los medios de comunicación, está haciendo mucho daño. Los padres deben vigilar. Y los niños no deberían tener móvil hasta los 18 años, pero como hay que ser moderno, hasta los 14 años.

-¿Existe más bullying?

-Creo que sí, siempre hubo, pero la repercusión, el alcance, a través de los móviles es tremendo y hace mucha mella. Los centros escolares están empezando a actuar, pero hay un problema de sensibilidad, el protocolo no sirve si el niño continúa sufriendo. Cada vez se denuncia más, pero nos llegan pocos casos. El proceso de tortura y vejaciones que sufre el niño hasta que el caso explota es muy difícil de acreditar porque los chavales tapan, los que lo conocen se convierten en cómplices y encubridores, los padres tapan y los centros escolares tapan.

-¿Por qué tanta reticencia de los padres a denunciar?

-Muchas veces han agotado todas las vías con los chavales y con los centros escolares, que tapan, ni más ni menos, por el prestigio del centro o por lo que sea. Empiezan a darse cuenta y a aplicar el protocolo, pero no me vale como juez si al final acaba en que el acosado se tiene que ir del colegio. Pues no, que tomen medidas y se expulse o castigue a los acosadores, que son los que causan el problema. Si el niño sigue torturado y machacado, ¡¿qué protocolo?!