El profesor Iago Ramos Fernández defendió ayer con su ponencia "¿Para qué sirve un filósofo?" en el Campus Viriato, dentro del ciclo de charlas de CulturAlcampus, la parte práctica de una de las ramas del conocimiento más olvidadas por la sociedad actual.

-¿Todavía tienen los filósofos su lugar en la sociedad?

-Está la prueba de la evidencia. Si existimos filósofos y estamos todavía vivos, no nos han matado, imagino que ya damos fe de que existimos y tenemos algún sentido.

-¿Cómo se puede actualizar el sentido de la filosofía para que tenga cabida en el mundo actual?

-Si nos quedamos fuera es en gran parte porque en la universidad somos un tipo de estudios muy transversales y eso nos afecta en el sentido en el que hace que pierdas un poco la identidad. Por ejemplo, cuando alguien se acerca a las matemáticas a través de la Filosofía y sabe tanto como un matemático, porque desarrolla la Filosofía de las Matemáticas, se extrañan de que no se centre en lo segundo, sabiendo tanto de números. Pero lo que él hace es ver cómo las matemáticas y sus teorías se originan dentro de un contexto humano muy concreto, que genera un espacio de transcendencia más allá de la técnica. Van al espíritu humano, más allá del simple cálculo.

-¿Está la Filosofía abierta a todos lo campos?

-Es algo más complicado. Por ejemplo, en Estados Unidos hay un mayor número de alumnos en Filosofía porque hay un currículo libre y la gente normalmente siempre va a asignaturas de Filosofía concentrando sus grados sobre cualquier tema. Gente que estudia Informática va a clases porque hay una filosofía que le interesa. Lo que hay que entender es que por un lado está la ciencia, que lo que intenta es buscar respuestas sobre objetos concretos, pero la Filosofía busca un conocimiento sobre la humanidad, ver cómo funciona tanto a nivel individual como colectivo.

-¿Es una meta demasiado ardua?

-No hay un método concreto para estudiar eso. En comparación con la Sociología, por ejemplo, esta busca unos ciertos patrones o modelos medibles y primero genera un objeto, que es la sociedad, para explicar después su comportamiento. Pero la Filosofía quiere entender cómo funciona esa sociedad, aunque sin olvidarse de que existe una ciencia que lo hace. Quiere saber si consigue o no resultados y hasta qué punto esos resultados fallan. Si un sociólogo no encuentra los resultados esperables puede pensar que su método ha fallado, pero el filósofo se pregunta el por qué, qué ha fallado.

-¿Cómo se puede atraer a los alumnos a la Filosofía?

-Eso es el Santo Grial, pero de todas las carreras, no solo de la Filosofía. Es un problema que tenemos en general por la falta de la cultura del esfuerzo. Es uno de los males que tiene la sociedad en cuanto al carácter de la universidad. La universidad pública quiere ofrecer lo mismo que la privada, y pasa a ser simplemente un medio para obtener un trabajo. Pero la universidad pública no se dedica solo a generar trabajadores, se necesita gente que vaya a aprender y una vez que consiga unas herramientas para dominar su futuro, sepa tomar decisiones sobre lo que quiere ser, busque su vida. Esto es lo que siempre ha hecho la universidad frente a la formación gremial. Pero la gente que se acerca ahora a la universidad viene buscando un trabajo. Con ese modelo, en Filosofía no hay un trabajo como profesional concreto.

-¿Qué salidas profesionales tiene un filósofo?

-Hay filósofos profesionales que se ganan muy bien la vida, trabajando en empresas, en prensa... La gente confunde estudiar Filosofía con ser profesor pero muchos de mis alumnos buscan una formación para luego buscarse su vida. Es algo contradictorio: apostamos por una sociedad de autónomos, de emprendedores, pero que vayan a estudiar una carrera concreta y que sean asalariados. A lo mejor deberíamos vender la Filosofía como fábrica de gente autónoma para buscarse su vida después. "Gana la libertad de escoger, no te ates a una profesión" podría ser el lema.

-¿Cómo enseñar esta rama a los más pequeños?

-Es una batalla que no nos dejan pelear. En Pedagogía se defiende la educación en valores, que es algo que viene trabajando la filosofía para niños desde hace tiempo. Aprenden lógica, a argumentar o trabajar con dilemas morales. Con aquello que hace que la persona sea responsable último de sus decisiones, que debe hacer que sean las acertadas.