La personalidad de Miguel de Unamuno a través del cristal de las fotografías que guarda la Casa-Museo del escritor en Salamanca. El original punto de vista ha permitido al doctor en Historia Antonio Ledesma constatar el amor del antiguo rector de la Universidad de Salamanca por Zamora. Al autor de "San Manuel Bueno, mártir" le cautivó el inmenso Duero a su paso por la capital. Y sobre todo, el sabor antiguo y la impronta medieval del casco histórico, más auténtico si cabe un siglo atrás. Las recurrentes imágenes del río y de la Catedral han llevado a pensar a Ledesma que aquellas instantáneas no cayeron en manos de Unamuno por casualidad, sino que el miembro de la Generación del 98 las encargó y las poseyó como "herramienta de remembranza" tras las numerosas escapadas realizadas en ferrocarril desde la ciudad vecina en los primeros años del siglo XX.

Imagen de Unamuno en la Plaza de Toros de Zamora. Foto

Si interesante resulta la relación de Unamuno con la fotografía, tanto o más lo son los detalles del archivo de la Casa-Museo. La institución guarda doscientas placas estereostópicas, de las que catorce están íntimamente ligadas a Zamora, tomadas entre los años 1864 y 1904. Las más antiguas son visiones generales de la ciudad mientras que las de 1902 y 1904 recorren espacios más concretos. Ledesma precisa que los trabajos son de calidad notable, aunque de autoría anónima. El historiador plantea, en todo caso, una hipótesis sobre la procedencia de una parte de ellas, que pudieron pertenecer al ingeniero Federico Cantero Villamil. La propuesta se basa en un detalle de la Colección Vidal Almena que custodia el Archivo Histórico de Zamora. Los apuntes que aparecen en una parte de las instantáneas tienen una caligrafía similar a las conservadas por la Casa-Museo. Todas ellas -fotos familiares, trabajos en la presa de El Porvenir, edificios, parajes como Valorio el Duero y obras de ferrocarril- tienen una caligrafía semejante.

Las imágenes recopiladas por Unamuno sobre Zamora tienen un hilo común: el románico y la Catedral, una permanente obsesión por el Duero y la voluntad de recoger espacios que aún no habían sido retratados en la época. Del Templo Mayor, en concreto, se guardan tres representaciones exclusivas. La más antigua inmortaliza la fachada principal, aún con la torre del reloj que desaparecerá en 1927. La siguiente convierte en símbolos indiscutibles la torre del Salvador y el cimborrio, desprovisto de la estética de escamas que adquiere con los trabajos de 1944. Aquí, Antonio Ledesma subraya la perspectiva de la imagen, tomada desde el Castillo, algo infrecuente hasta la época. La última de las tomas retrata la Puerta del Obispo sin importar el contexto, como sí aparece en el resto.

Existe otro grupo de instantáneas que recogen la panorámica de la ciudad -lo que algunos hoy denominan "skyline" desde la margen izquierda- prestando atención tanto a Duero como a los puentes que a principios de siglo unían ambas riberas. La escala de la ciudad deja ver detalles de la imponente iglesia de San Ildefonso, el emblemático chapitel de Santa María de la Horta o el volumen del Seminario. Otras muestran aspectos de espacios emblemáticos, así como de sus personajes. Como la que recoge la vida de la Plaza Mayor -entonces cercada por edificios en los cuatro costados- o el trasiego de gente en la plaza de Santa Lucía que mira hacia la fachada del Palacio del Cordón, hoy sede del Museo de Zamora.

Las perspectivas utilizadas muestran el gusto de Unamuno por coleccionar visiones diferentes. Al menos esa es la conclusión del historiador salmantino, quien ha comparado estas placas con los trabajos que se conservan del prestigioso fotógrafo J. Laurent, las que Manuel Gómez-Moreno realizó para ilustrar el Catálogo Monumental o las que aparecen en el Fototeca del Patrimonio Histórico.