En solitario o en pareja, con dos, tres o cuatro ruedas, pero la mayoría sin frenos. Los participantes de la nueva edición de la carrera de autos locos, dentro de las fiestas de San José Obrero, perdía el miedo mientras se precipitaba por la cuesta del recorrido entre risas nerviosas y control de los mandos.

Si los pilotos disfrutaron de la prueba, más aún lo hicieron los vecinos del barrio, que se agolparon durante todo el recorrido para no perderse detalle de esta original carrera donde la diversión era la condición principal para disfrutar, ya fuera desde las barreras de protección como montados en los vehículos. Fue, sin duda, una de las actividades de las fiestas que más público congregó, con permiso de las verbenas nocturnas.

El día gran de las fiestas comenzaba con deporte: tiro con carabina en el pabellón de abajo y carrera de ciclismo, puntuable para Castilla y León. Tras la procesión con la Cruz de los Jóvenes, los fieles acudían al templo del barrio para celebrar la eucaristía en honor al patrón.