El antropólogo y etnógrafo zamorano Luis Díaz González de Viana ha obtenido el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades, en su edición correspondiente al año 2015. Especialista en la investigación de la cultura popular y la literatura oral es reconocido como uno de los más destacados impulsores del conocimiento académico de dichas materias en el ámbito hispano así como un renovador de los estudios de folclore en España.

-¿Qué le movió siendo un estudiante de Filología Románica a interesarse por la oralidad y la cultura popular?

-Me interesa el arte y la cultura desde antes de estudiar Filología y con el tiempo descubría que era la creatividad humana que se desarrolla al margen de la llamada Gran Cultura o de las creaciones de los tenidos como "grandes artistas" lo que más podía apasionarme, aunque todo proceso de creación de una obra estética me fascine. La diferencia entre aquel momento y éste es mucha. Antes no se estudiaban apenas en las universidades las cosas y problemas que a mí me atraían y ahora pretender estudiarlas fuera del ámbito de lo académico y más en concreto de la antropología no tendría seguramente mucho sentido.

-¿Corren bueno tiempos para esa investigación antropológica?

-Creo que en general no son del todo malos, pero también es verdad que queda mucho por hacer. En el Congreso de la Federación de Asociaciones de Antropología del Estado Español, que se celebró en León hace ya unos años y cuyo comité organizador presidí, vino a constatar que aquella antropología institucional, que se estableció precariamente en España por parte de quienes empezamos ya a acercarnos a la jubilación ahora, ha fructificado en un buen número de doctores, alumnos y equipos, por lo que podría afirmarse que se encuentra consolidada como disciplina científica.

-¿Y fuera de la universidad?

-Sigue estando ausente de los planes de estudio no universitarios. Se halla ínfimamente desarrollada en cuanto a las líneas de aplicación que puede adoptar en el conocimiento y desarrollo de una sociedad, ello especialmente en Castilla y León, donde la implantación de los estudios antropológicos de carácter académico ha sido tardía y escasa.

-La literatura de la oralidad y los testimonios ha centrado muchos de sus estudios, un patrimonio inmaterial en desaparición.

-Siempre en las culturas desaparecen cosas y surgen otras. El verano pasado dirigí un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo sobre "La oralidad del siglo XXI y sus retos" donde entre otros asuntos, también se abordó el tema de toda la oralidad que se ha reencauzado a través de Internet y de las posibilidades que tiene su uso en el aula. Pensemos en las leyendas urbanas y otras narrativas populares de la sobremodernidad, por ejemplo, que se difunden entre jóvenes a través de un boca a boca internáutico y actualizan historias con frecuencia muy antiguas. Con el tiempo, y desde un enfoque antropológico de lo oral, hemos llegado a asumir y comprender que tan importantes o más que los "productos" de la oralidad fijados, siempre algo artificiosamente, por quien los recopila son los procesos creativos que la hacen posible y esos continúan muy vivos en el mundo contemporáneo.

-Dar visibilidad a este patrimonio inmaterial ha sido una de sus luchas. Hace un par de años comenzó, con un equipo de expertos, la realización del primer atlas inmaterial de la región. ¿En qué situación se encuentra el proyecto?

-Está en primeras pruebas ya, aprobado y publicado por la Editorial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, un voluminoso libro que he coordinado con el profesor de la Universidad de Valladolid Dámaso Javier Vicente Blanco. Su título es "El Patrimonio Cultural de Castilla y León. Propuestas para un Atlas Etnográfico" y creo que es uno de los trabajos más completos que existen en cualquiera de las comunidades autónomas sobre el tema, por lo que de él debería derivarse después el Atlas propiamente dicho.

-El medio rural atraviesa un momento complicado. Al envejecimiento de su población, la falta de relevo generacional y un futuro muy negro para el campo se suma ahora una reestructuración territorial.

-La planificación u ordenación que no tiene en cuenta los aspectos antropológicos de una comunidad más que contribuir a su desarrollo pueden resultar en ciertos casos casi catastrófica.

-Durante décadas la sociedad parece que ha estado de espaldas a su origen. Sin embargo en los últimos años nos acercamos más a nuestro folclore por un lado y a nuestras costumbres tanto religiosas como profanas, como la Semana Santa o bien las mascaradas, por poner dos ejemplos claros. Desde su punto de vista el ciudadano ¿está volviendo a estar interesado en conocer su pasado?

-Los paradigmas de tiempo, lugar, y de la memoria que los ligaba y que relacionaba además a unas gentes a su territorio y entre sí, han cambiado bruscamente en los tiempos recientes. Pasamos buena parte de nuestra vida en no-lugares y experimentamos con frecuencia una sensación de no-tiempo, porque muchos paisajes han pasado a convertirse en escenarios de los que no somos actores, sino seres que deambulan por ellos o a ratos parecen abandonados allí. El tiempo es tan inmediato, por otra parte, al llegarnos noticias de tantos acontecimientos a cada instante por los nuevos medios tecnológicos que resulta muy difícil apropiárnoslo y hacerlo nuestro, mucho más darle un sentido. El auge de la memoria es únicamente aparente y el acercamiento a esas expresiones como la Semana Santa o las mascaradas se lleva a cabo por motivos y de formas muy diferentes a las que prevalecían antaño.

-¿Precisamos una identificación con el terruño?

-El cambio de todos esos paradigmas de tiempo y lugar, más el debilitamiento o quiebra de memorias y relatos sobre nosotros mismos, suscita la necesidad de asideros, pero en esta "sociedad líquida", de la que hablaba Zygmunt Bauman, no creo que la misión de la antropología sea sólo buscar "anclajes" de identidad sino proporcionar criterios y herramientas para gestionar de la manera más "feliz" y provechosa la propia identidad porque, como también señala el mismo Bauman, hoy aparecen a nuestro alcance muchos registros e identidades culturales y tenemos que aprender a quedarnos con lo mejor de todo ello.

-Desde hace varios años las mascaradas de la provincia de Zamora están trabajando, junto con las manifestaciones ancestrales de otros países, para conseguir ser declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco. ¿Usted considera plausible alcanzar este reconocimiento?

-Sí, además estamos faltos de buenos estudios comparativos sobre las mascaradas en toda Europa, estudios que podrían, sin duda, enseñarnos mucho sobre sustratos comunes de lo que en un tiempo fueron ya los territorios muy interrelacionados de la romanidad.

-En su opinión, ¿realmente tendría algún beneficio esta denominación por parte del organismo internacional?

-Tengo mis dudas sobre la utilidad e incluso pertinencia de las listas de la Unesco al respecto, cuyos efectos no siempre son los más deseables.

-Usted ha abierto sendas en ámbitos de antropología y la etnografía, una labor reconocida con el prestigioso premio Agapito Marazuela y el Nacional de las Artes y Tradición Popular. Ahora le otorgan el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades 2015. ¿Qué supone para usted este galardón?

-Quizá por la edad que ya voy teniendo lo recibo con mucha alegría, con una ilusión que tiene también mucho de satisfacción compartida con todos aquellos que desde hace tiempo me apoyan y reconocen mi esfuerzo en el campo académico pero también en el de la transferencia o divulgación científica a públicos más amplios, mediante conferencias o mis colaboraciones en prensa.

-La concesión ha sido por unanimidad del jurado, lo que atestigua el convencimiento del jurado de sus muchos méritos.

-Lo he sabido bastante después de recibir la noticia. A ser verdad, y ya que me encuentro desde hace una semana en la isla de San Vicente en Cabo Verde, no tenía ni idea de cuándo se iba a resolver el fallo del premio ni quiénes estaban en el jurado. Todo esto, más la unanimidad que mencionas me deja muy contento y doblemente agradecido a los miembros del jurado y a quienes han presentado y apoyado mi candidatura.

-Ha manifestado que con este premio pretende potenciar la humanización de la antropología.

-La ciencia debe servir tanto o más que para aportar conocimientos, que siempre pueden ser utilizados de muchas maneras, hasta perversas, para intentar mejorar en lo algo la sociedad y más concretamente la antropología en cuanto disciplina científica. Es en este sentido que siempre he reivindicado el potencial de la antropología como disciplina que participa de un proyecto de mejora y perfeccionamiento de lo humano desde el conocimiento de las diversas culturas. Me sumo al grupo de antropólogos que entienden su disciplina como un proyecto humanizador, ya que fuera de la cultura o sin ellas no hay humanidad posible. Pero no todo, claro, por ser cultural es bueno. Sí que lo es conocer los prejuicios, fanatismos o desvaríos a los que también se llega desde determinadas tradiciones culturales para protegerse de ellos y evitar o paliar en lo posible sus efectos dañinos.

-En estos momentos se encuentra a miles de kilómetros de España por su trabajo.

-Estoy dando un seminario dentro de un Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Mindelo, en Cabo Verde, que ha puesto en marcha dicha universidad con la Universidad de Valladolid en la Isla de San Vicente. Una labor que es siembra para el futuro y antropológicamente fascinante. Todos los días hablo con mis alumnos de temas que son a la vez globales y locales de manera que juntos aprendemos un montón sobre antropología y sobre los retos el mundo que vivimos ya que Cabo Verde se halla en un momento y fase cruciales para su desarrollo. Ojalá en el futuro, además de tesis doctorales, esta colaboración continúe creciendo y ampliándose, probablemente en publicaciones y proyectos. Además, en estos momentos tengo muchos más frentes abiertos, entre ellos tres libros, dos proyectos y una exposición. Lo más inmediato será presentar el libro de "Visiones sobre la unidad y diversidad de España. Una mirada desde Castilla y León".

-La escritura, tanto de novela como de poesía, es otro arte que ha cultivado. Su novela "Los últimos paganos" logró el XIV Premio Ciudad de Salamanca de Novela y sus versos han protagonizado varios poemarios e incluso una antología. La poesía y la antropología son dos saberes que usted ha desarrollado y ¿suponen vías de conocimiento a las que damos la espalda?

-No lo sé. Yo por mi lado no lo he hecho; es más, con el tiempo he procurado conjugarlos en el sentido de que mi experiencia como antropólogo hiciera a mi obra poética más sabia y mi capacidad poética, si la tengo, me ayudara a comunicar mejor mediante la escritura mi trabajo antropológico.