"La ilusión nos ha podido. Estábamos preparados con un furgón para venir pero dice la gente: "Pero bueno, ¿como lo vamos a llevar así?, vamos a tirar. Y hemos tirado. Lo que pasa es que los churros los hemos comido aquí, en Valderrey, en vez de en el Puente Croix". Así se explicaba Antonio Martín Alén, el presidente de la Cofradía del Cristo de Valderrey, que de buena mañana partía desde la iglesia del Espíritu Santo, donde mora durante todo el año la imagen del crucificado, hasta la ermita, donde se celebraba, una semana después de terminada la Pasión, la jornada romera.

El séquito llegó con rapidez hasta la ermita, por el camino alternativo habitual de los últimos tiempos, debido a que las obras del AVE mantienen cortada la ruta habitual por el bosque de Valorio, se supone que por última vez, debido a que la puesta en marcha de la infraestructura está prevista para este mismo año.

Llegados a la ermita, en el local anexo los hermanos degustaban el chocolate con churros, para reponer fuerzas y resarcirse del fresco de la mañana. Al final no fue tanto lo que llovió, y de hecho la pradera se mantuvo sin demasiado barro, aunque sí sopló durante toda la jornada un viento fresco que hacía desagradable la estancia en la jornada campera.

Poco a poco fueron llegando las autoridades, encarnadas en la presidenta de la Diputación, Mayte Martín Pozo y el subdelegado del Gobierno, Jerónimo García Bermejo, y en cuanto acabó la primera misa, la de las once de la mañana, entraron con los directivos de la hermandad, cofrades y fieles, a la misa mayor.

Cuanto terminó el oficio religioso se abrieron las puertas del templo y se formó la comitiva con los pendones y el Cristo portado por un hermano, al que seguía el sacerdote, Florencio Gago Rodríguez, párroco de San Lázaro, aunque el realidad la ermita pertenezca a la parroquia del Espíritu Santo. Se eligió el paseo hasta el crucero próximo a la vía del tren, debido a que el tiempo no daba para excursiones más amplias, y tras un sencillo discurso en el que don Florencio pidió para todos salud y trabajo, además de los correspondientes rezos, procedió a esparcir el agua bendita a los campos y los presentes.

Acompañados por los ritmos de flauta y tamboril de Andrés San José y Benja Rodríguez, la comitiva regresó al templo donde los hermanos e invitados degustaban el convite preparado por los mayordomos, a base de las viandas típicas de estos acontecimientos, sobre todo embutido.

Mientras tanto en la pradera se iba animando el ambiente, ya que el cielo se fue abriendo poco a poco y la gente se animó a llegarse desde Zamora hasta la ermita. Si a primera hora se podía llegar sin problema hasta las proximidades de Valderrey en coche, a medida que los automóviles iban copando el espacio disponible la Policía Municipal iba alejando las zonas de aparcamiento. Lo más cómodo era, como siempre, coger el autobús urbano, que dejaba al pasaje casi al lado de la entrada de la pradera, ya que el día tampoco estaba apetecible para ir dando un paseo.

La mala climatología se dejaba sentir sobre todo en los puestos de rosquillas y avellanas, como el de Gerardo Martín, que lleva 45 años sin fallar a la cita romera de Valderrey, aunque el negocio, este año, no haya sido de los mejores. Las rosquillas de viento y las avellanas siguen siendo los productos estrella en estos puestos, aunque se pueden adquirir muchas más chucherías e incluso productos de artesanía. La animación subió a partir de la una de la tarde y a mediodía la pradera lucía su mejor aspecto.