La primera de las estancias con las que cuenta el Museo Baltasar Lobo en la Casa de los Gigantes, en una de las vitrinas que ejerce de biombo entre la sucesión de sus inconfundibles "maternidades", guarda en su interior uno de los documentos más significativos del compromiso político del genio de Cerecinos de Campos: su carnet de afiliación a las Milicias Confederales de la CNT. El ambiente libertario del Madrid de los años 30 sedujo al artista y, como muchos de sus colegas, decidió enrolarse en una labor combativa desde la pedagogía. Ahí comenzó su lucha por una sociedad justa e igualitaria que le llevó al frente de batalla mientras duró la contienda y que posteriormente continuó en el exilio en París, defendiendo el espíritu republicano de España a través del Partido Comunista Francés. Un pensamiento y una labor que le hicieron conocer y entablar amistad con personas como el brigadista Conny Andersson, homenajeado entre polémica esta semana en el Ayuntamiento de Zamora.

Carné de la CNT. L. O. Z.

Pese a que Baltasar Lobo siempre se cuidó mucho de abordar públicamente sus devenires políticos, lo cierto es que el compromiso con sus ideales fue constante a lo largo de su vida, tal y como relata María Bolaños en "El silencio del escultor". Esta serie de decisiones personales provocaron que artista y pensamiento fueran continuamente de la mano, durante los años más crudos de la Guerra Civil y del posterior exilio en una Francia en la que encontró su sitio a todos los niveles. El sindicalismo libertario dio paso al anarquismo y todo aquello derivó en simpatías con el comunismo, pese a que de esta última corriente tardó poco en desengañarse. Pero, ¿cuándo empezó todo?

Baltasar Lobo llega a Madrid en 1927, con tan solo 17 años, para formarse en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Aquel fue el punto de partida de la creación de su propio pensamiento. "Como tantas otras, la vida de Lobo se va a ver arrastrada hacia esa brecha que empezaba a abrirse en medio de la sociedad española, llevada por el vendaval de las ideas políticas y de los entusiasmos civiles", relata Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura.

Lobo, junto a la hija de Conny Anderson. L. O. Z.

Cinco años más tarde y recién completado el servicio militar, Baltasar Lobo conoce a quien pasaría a convertirse, pasados los años, en su mujer: Mercedes Comaposada. "Ella provenía de una familia muy distinta a la de Baltasar: de cultura ilustrada, ideas avanzadas y ambiciones cosmopolitas. Su padre era traductor y un activo dirigente de UGT, colaborador de Pablo Iglesias", apunta Bolaños. "Ella misma era un exponente muy característico de la modernización de las viejas costumbres que la atrasada España ha conocido con el impulso de los avances sociales y culturales que experimenta la mujer bajo el gobierno de la República", añade.

Madrid, en aquel momento, respiraba un ambiente libertario al que se aproxima Lobo. Se trata de una generación de jóvenes que consideran que el espíritu reformista de la República está en franca decadencia y que el país necesita de otro tipo de políticas. "El anarquismo ofrecía un perfil romántico enormemente atractivo a los ojos de una juventud deseosa de una revolución social igualitaria. Sin llegar a mantener actividad política dentro de la CNT, Lobo era uno de esos anarcosindicalistas que abominaban del pragmatismo de los políticos", detalla la experta. "Formaba parte de esos miles de militantes de presencia constante en el paisaje madrileño que entendían la calle como el único ámbito legítimo en el que dirimir todas las cuestiones", apunta.

Por su faceta de artista, la lucha de Lobo estaba íntimamente ligada a la ilustración. "Campo Libre", "Umbral" o "Armas y Letras" eran algunas de las publicaciones de propaganda revolucionaria y con vocación pedagógica en las que Baltasar Lobo plasmaba sus dibujos. Sin embargo, fue con la revista de "Mujeres Libres", organización en defensa de la instrucción femenina impulsada por Mercedes Comaposada, donde las ilustraciones de Lobo alcanzan su mayor expresión en está época.

Una de las piezas de Lobo que salpican el parque del Castillo. L. O. Z.

El estallido de la guerra el 18 de julio de 1936 provoca que Lobo se enrole en las Milicias Confederales, tal y como demuestra su carnet conservado en el museo de la Casa de los Gigantes y cuya fecha de expedición es apenas tres días después del inicio de la contienda. No obstante, su misión no estaba con las armas. "En tanto que miliciano de la cultura, Lobo no llegó a desempeñar funciones propiamente militares, sino que estaba destinado a la instrucción de los soldados", analiza Bolaños. "Lobo vivió en Barcelona casi toda la guerra instruyendo a los combatientes en Cataluña: enseñándoles a leer y escribir, impartiendo charlas, explicando obras de arte y repartiendo folletos", asevera.

El resultado de la Guerra Civil y la significación tanto de Baltasar Lobo como de Mercedes Comaposada les obliga a abandonar el país en busca de un futuro que encuentran, no sin dificultades, en París. Allí, el artista entra en una segunda parte de su pensamiento político, merced a su amistad con otros compañeros españoles en el exilio, entre los que destaca Pablo Picasso. El ingreso del genio de Málaga en el Partido Comunista Francés durante octubre de 1944, tras la insurrección de París, provoca que otros tantos artistas que se movían en su círculo dieran el paso e ingresaran también, como fue el caso de Lobo.

"Aunque había militado en su juventud en las filas libertarias y combatido en la guerra española en las milicias anarquistas, Lobo derivó hacia esta afinidad prosoviética", analiza María Bolaños. "Fue importante la legitimidad moral que, a sus ojos, tenía en España una organización que mantenía una oposición a la dictadura de Franco, además del propio ejemplo de Picasso, cuya integridad admiraba y con el que había compartido asiduamente los desgarros de la guerra y las esperanzas de la victoria", añade.

El acercamiento de Lobo al Partido Comunista le lleva a viajar a la Unión Soviética con una invitación oficial. "Aunque mantuvo siempre un lacónico silencio sobre este episodio, sus más allegados supieron de la decepción que la causó la vida cotidiana del Moscú de los años 50", expresa. "Este vínculo con el comunismo se mantuvo durante algunos años más, al cabo de los cuales se fue distanciando discretamente y cerrando un capítulo de su biografía sobre el que mantuvo un mutismo absoluto, si bien es verdad que nunca había dejado de mantener su fe anarquista y de cultivar sus relaciones con el círculo libertario parisino", explica.

Pese a estos devenires políticos, lo cierto es que su pensamiento no varió mucho. "Nunca perdió la ocasión de ejercer su compromiso con la causa republicana, de hacer pública su decidida posición antifascista y su inquietud por el destino político español", indica. Algo que le llevó a aceptar el encargo del gobierno de la República española en el exilio para realizar el monumento "A los españoles muertos por la libertad en las filas del ejército francés de la Resistencia" en Annecy, Francia.

Así fue Baltasar Lobo y así lo recuerdan los familiares de Conny Andersson, quien luchó en España para defender a la República. Quizá fue esa la razón por la que decidieron el pasado jueves desplegar la bandera tricolor que previamente les habían regalado.