"Lo que más me duele es que ha muerto solo, ni a un perro se le deja así", sentado en las escaleras de la calle del Caño, tapado por su esposa con la bufanda "para que no se quedara frío". Su mujer, de 68 años, diabética, le dejó como pudo para acudir corriendo, lo más rápido posible, a la Policía Municipal, a donde le mandó una empleada del establecimiento hostelero próximo. "¿Podéis llamar a una ambulancia, que mi marido está muy mal?". En varias ocasiones aporreó la mujer la puerta sin conseguir el auxilio desde dentro del local. La persona que estaba al otro lado ni tan siquiera le abrió para escucharla, "la mandó a la Policía Municipal", llora desconsoladamente su hija, Soledad. "Solo por humanidad, eso no se hace".

Después de que Julián Esteban Benéitez, de 69 años de edad, le comentara a su esposa que se encontraba indispuesto y se sentara en las escaleras, "mi madre intentó levantarle, le hizo el boca a boca, la pobre, como pudo. Le hablaba y no respondía". Curiosamente, ayer habían madrugado para acudir a una charla comercial programada en ese mismo establecimiento para las ocho de la mañana, "les daban una tablet por asistir y fueron antes para tener sitio".

Todavía no eran las siete de la mañana cuando llegaron, la calle estaba desierta. Tampoco el Mercado de Abastos había abierto. Hasta allí se dirigió también Josefa, la esposa de Julián, en busca de alguien que pudiera telefonear al 112 ante la negativa de la trabajadora del negocio hostelero. Josefa salió hasta la Plaza Mayor todo lo aprisa que le permiten su delicada salud y su edad. Fueron los propios policías municipales los que dieron aviso al servicio de emergencias, que "no tardó nada en socorrer a mi padre, cuando mi madre regresó en coche con los policías ya estaba allí la ambulancia", pero no se podía hacer nada por reanimar al hombre, "ya estaba muerto".

Habrían transcurrido unos veinte minutos desde que su mujer solicitó por primera vez ayuda, casi los mismos que Julián "estuvo solico, aguantando, mi madre le tuvo que dejar agonizando", explica la hija. Lo peor es que los médicos, que finalmente solo pudieron certificar su muerte, "nos dijeron que, si se le hubiera dado atención médica antes, podría haber sobrevivido", declara rota por el dolor Soledad, una de los siete hijos del matrimonio. "Mi padre fumaba mucho", confiesa, "lo mismo podía haber muerto en casa también", pero el caso es que los médicos "nos dijeron que si hubieran llegado a tiempo, si alguien experimentado le hubiera auxiliado en el momento, le habrían trasladado de inmediato a Valladolid" y con la intervención médica que le podían haber hecho "a habría vivido dos o tres años más".

Soledad no alcanza a comprender la reacción de la mujer a la que su madre recurrió en, al menos tres ocasiones, "nadie se compromete a nada por hacer una llamada al 112, ¡una llamada que es gratuita! Eso no se puede hacer". Y vuelve a echarse a llorar.

La familia, vecina de la capital, ha puesto los hechos en manos del juzgado porque "algo esto no puede ocurrir, no se puede denegar auxilio". Al desconsuelo de la familia de Julián se suma el pesar de no haberle podido socorrer a tiempo para evitar su fallecimiento. Una simple llamada al 112, a una ambulancia, habría podido mantenerle con vida.

El hombre será enterrado este jueves a las 16.00 horas en la parroquia de San Lorenzo.